Los
independentistas temen que Salvador Illa se
presente a la investidura. De ahí que tal vez el próximo presidente del
Parlament le niegue esa posibilidad. Algunos medios ya lo han advertido. El interés de Illa es claro: jugar el papel
institucional, que le corresponde como representante de la lista más votada en
las elecciones del domingo pasado. Tanto
Aragonès García como Laura Borràs –segunda y
tercera-- se opondrán a ello con las argucias de la talabartería parlamentaria
que permite simultáneamente un cosido y un barrido, un estofado y una pepitoria
Illa
aprovechará desde el primer momento las posibilidades que, aunque son pocas a
primera vista, le pueden dar mucho juego en esta legislatura que todavía no ha
empezado. Dispensen la obviedad: Illa no
es Arrimadas, que se
dejó la bolsa y la vida cuando decidió hacer mutis por el foro tras haber
ganado las elecciones autonómicas. De ahí le vienen los problemas más gordos
que ha generado la reciente hecatombe de Ciudadanos.
Esta
es una legislatura un tantico chocante: los socialistas ganan las elecciones,
pero Esquerra republicana de
Catalunya tiene la llave para formar un gobierno con Illa y la
pundonorosa Albiach o con Waterloo. En todo caso
ya sabemos que Aragonès optará por Waterloo.
Ahora bien, este gobierno
independentista estará fuertemente condicionado por dos elementos:
primero, hereda la incompetencia política y de gestión del anterior; segundo,
que constantemente se verá amenazado por la posibilidad de conformarse un
gobierno tripartito. Más todavía, tanto en uno como en otro caso, Salvador Illa
tiene detrás a Pedro Sánchez que –digámoslo sin
florituras— tiene en sus manos la hipótesis del indulto a los políticos presos
y, sobre todo, la llave de los fondos europeos. Más claro, el agua.
Primera
conclusión: Illa puede jugar un papel relevante, porque –aunque esté en la
oposición—puede ´ejercer´ de gobierno de España. Es como si dijera: tengo la
llave de la Mesa de negociaciones, tengo
la llave de ir «¡a las cosas, a las cosas!», como ha reclamado recientemente el
profesor Antón Costas. Esta es la condición anfibia de Illa.
En
pocas palabras: esta legislatura puede dar mucho juego. Quien entienda que «la
vida sigue igual» necesitaría unas antiparras y un babero. Por otra parte, la
ocasión la pintan calva al sindicalismo confederal: es el momento de que sepa
jugar las cartas.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes»,
enseña don Venancio Sacristán.
Nota.---
Entradas anteriores sobre este particular asunto:
Elecciones:
gacetilla de urgencia (1)
Golpe al
legitimismo de Waterloo (2)
Elecciones: excusas de mal pagador (3)
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