miércoles, 14 de octubre de 2009

JUSTE DE NIN, JORDI SOCÍAS Y TITO MÁRQUEZ EN CC.OO.



El otro día anunciaba la salida a la superficie de un cuadro que el gran Tàpies regaló a Comisiones Obreras en 1974. Quise dar la noticia que me venía de la mano de Jorge González Aznar cuyo nombre de paz, en aquellos tiempos, era Jaime Aznar. A éste amigo le debe el sindicato haber puesto en marcha la segunda etapa de Lluita Obrera (la primera, la fundacional, fue dirigida por Cipriano García) y la creación de una revista de noticias (sólo de noticias) que se llamó Luchas Obreras, también de Comisiones. El equipo redactor lo formábamos Jaime-Jorge y un servidor en casa de Manolita Sanz en L´Hospitalet. La impresión la hacía íntegra un carpintero a quien Tito Márquez y yo mismo le pusimos un apodo cariñoso, don Juan; don Juan vivía y trabajaba en Nou Barris y era amigo de Tito.

Estamos hablando de primeros de los setenta del siglo pasado: Lluita Obrera y Luchas Obreras tuvieron un dibujante excepcional que firmaba, primero como el Zurdo y más tarde Esquerrà que viene a ser lo mismo. Debo recordar que Luchas Obreras fue un semanario, tal vez el único semanario sindical que ha existido en los últimos setenta años en España. El Zurdo-Esquerrà puntual, y previamente informado del contenido de la revista, nos traía sus excelentes dibujos que, como los grandes artistas, constituía todo un editorial. Su nombre: Lluís Juste de Nin, el gran diseñador de moda catalán que sigue asombrando por su creatividad. Hace unos pocos de años, Juste (el gran Esquerrà), ya en lo alto de la fama, publicó un tebeo con todas aquellas historias de antaño:
Juste de Nin edita un segundo cómic sobre Catalunya El Periódico ...


Tito Márquez, cada semana, hacía un periplo por Catalunya repartiendo en las diversas estafetas Luchas Obreras y Lluita Obrera cuando se editaba. Tito llegaba a casa a las tantas de la noche, después de conducir horas y horas en su Seat seiscientos, a quien llamaba el seiya. A las cinco y media de la mañana nuestro hombre salía pitando para ir a su puesto de trabajo en una fábrica de vidrio. Una fortaleza que le venía de la fuerza de sus convicciones y de su fortaleza de campesino cordobés.



Cuando raras veces no podía era substituido por otro gran artista, en esta ocasión de la fotografía profesional. Le llamábamos Pepito y no levaba un seiscientos, sino un potente y lujoso tiburón. Pepito era Jordi Socías, fotógrafo de prestigio mundial. Nadie como Pepito haciendo fotos; de hecho, las grandes figuras de la cultura y del arte, de la ciencia y la política han posado para nuestro hombre.


Pregunto: ¿hay quien dé más? Seguro que hay quien dé igual, pero no más.

Radio Parapanda informa que está haciendo gestiones para hermanarse con Radio Rexurdimento: Lóis Uxío Taboada cuyo link está en su lugar descansen.

jueves, 8 de octubre de 2009

ANTONI TÀPIES, COMISIONES OBRERAS Y EL VIETNAM




No digo dónde, ni cómo, porque con estas cuestiones hay que tener mucho cuidado. Diré lo imprescindible: el otro día Jorge González Aznar (cuyo nombre de “guerra” era Jaime Aznar) y un servidor nos deleitamos ante un cuadro de Antoni Tàpies. Nada menos que un tàpies. Este cuadro tiene una historia singular que explicaré detenidamente.


A principio de la década de los setenta mi maestro Cipriano García planteó en una reunión del Secretariado de Comisiones Obreras de Catalunya la siguiente idea: pedirle a Tàpies un cuadro para, una vez reproducido, vender miles de copias en las fábricas y barriadas, con lo que se sacara ayudaríamos al pueblo vietnamita. No podíamos aplaudir porque la reunión era clandestina; así es que dijimos “muy bien, Cipri, eres un fenómeno”. Cipriano, probablemente acompañado de Xavier Folch, visitó al maestro. Dicho y hecho. Tuvimos el cuadro, hicimos las copias y, a cinco duritos cada una, recogimos cincuenta mil pesetas. Aprovechando que (clandestinamente) íbamos a Paris a entrevistarnos con la Delegación exterior de Comisiones Obreras (Ángel Rozas y Carlos Elvira) acudimos a la Embajada del Vietnam en París. Nos recibió el Embajador, le explicamos el motivo de nuestra visita, le entregamos el dinero (trinco-trinco) y nos invitó a un licorcillo con unos pastelillos de guirlache. Qué emoción tuvimos los tres: el Embajador no salía de su asombro y nosotros dos éramos conscientes de algo muy serio.


El cuadro de Tàpies ha aparecido. Ya se explicará de qué manera y dónde. Se hará cuando Jorge lo entregue a la dirección de Comisiones Obreras de Catalunya, su legítimo propietario. He hablado con Joan Carles Gallego que era un crío en aquellos entonces: hay que ver cómo pasan las cosechas, madre mía. Naturalmente, el cuadro deberá ser autentificado, pero yo afirmo por lo más sagrado de mis ancestros que Tàpies nos lo entregó. Una bonita historia. Lo mejor de aquellos tiempos (peores) era nuestra jocundam iuventutem y lo peor de estos de ahora es nuestra molestam senectutem, si es que damos crédito a la vieja copla académica.


De repente se me ocurren las siguientes consideraciones: la solidaridad de la clase trabajadora –en unas condiciones no sólo de falta de libertad sino de represión-- con la justa causa de un país remoto, la generosidad militante de un gran artista con esas luchas y la presencia activa en todo ello de Comisiones Obreras. No fue, desde luego, el único compromiso de los trabajadores, ni fue el único artista. Pero, tras la reaparición de este tàpies, era cosa de hablar de ello. Mis saludos a Xavier Folch, el Enviado de Tàpies en la Tierra.