La
ocasión la pintan calva para que Esquerra Republicana de Catalunya se desembarace de su subalternidad
al independentismo de derechas. Por primera vez ha sobrepasado a los post post
post convergentes: el sueño húmedo de los republicanos de Aragonès García. Las novedades que ello comporta no son
irrelevantes.
La
derrota de Waterloo
no es sólo un varapalo considerable al caudillismo de Puigdemont (1). Es, ante todo y sobre todo, la
desaparición del ficticio legitimismo que ostentaba Puigdemont, cultivado ad
nauseam desde el 1 de Octubre de 2017. El presidente fugado exhibía su
legitimidad con los mismos miriñaques del carlismo. Eso se acabó: Salvador
Illa le ha ganado y los de ERC le han pasado de largo. Por poco, cierto,
pero lo suficiente para situarlo como profeta averiado. Ahora sólo podrá
dedicarse –con muchas dificultades, porque el bolero asegura que «la distancia
es el olvido»-- a cuidar que las ascuas
retoricas de la república catalana no desaparezcan definitivamente. Waterloo tendrá
que remover constantemente el badil para que no se apague el cisco picón del
brasero.
Si
el tándem Aragonès – Junqueras opta por la combinación gubernamental con los
post post post convergentes estamos en condiciones de establecer la siguiente
hipótesis: el sorpasso no le servirá de nada, se mantendrá la subalternidad
hacia los post post post convergentes y continuará el desgobierno. Así las
cosas, ERC continuaría con su tópico itinerario: meandros guadianescos al por
mayor y detall. Eso sí, Aragonès García ejercería de presidente de la
Generalitat. Pero de un gobierno con gente de probado energumenismo y demostrada
inutilidad en la gestión de los problemas. Con lo que esa presidencia –y dicho
gobierno—sería el sueño de una noche de verano, una ocasión perdida.
Ahora
bien, los números salen para otra opción: un gobierno PSC, ERC y Comunes. Con pragmatismo
vasco. La ventaja para ERC sería su puesta de largo, esto es, de un lado, se
desembarazaría del gen convergente y, de otro lado, podría estar en las mejores
condiciones en Madrid para una renovada política de conseguir cosas. Pero esto tiene un inconveniente en ERC: la actitud
miedica a sus propias bases y a ese sector iracundo de la mesocracia catalana,
perro del hortelano, que ya ha entrado en la fase de que le da lo mismo ocho
que ochenta. En suma, a Aragonès – Junqueras todavía le da jindama el juego de
simulaciones que se mantiene en Cataluña: un partido de la derecha independentista
que juega a montar barricadas, una maqueta de la sedicente izquierda de la CUP
que bendice a los dirigentes de la derecha independentista, tras un atracón
ideológico de empiriocriticismo nacionalista y su relación torticera con la
cuestión social. Diarreas de marxismo de mercadillo. Juego de simulaciones: la reedición del Cosí fan tutte sin pelucas ni casacas.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes», dice pacientemente don Venancio Sacristán.
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