Voces amigas me informan que en septiembre arrancará, de nuevo, el proceso de elecciones sindicales. Ello comportará un dilatado recorrido donde las centrales estarán compitiendo para posteriormente decir, quien haya ganado, que se es el primer sindicato. Se recuerda al personal que el primer sindicato español –unas veces Ugt, otras Comisiones Obreras— siempre ganó por la mínima. Lo que nos lleva a presumir que, también en esta ocasión, las cosas irán de igual o parecida manera, ¿qué nos apostamos?
Hace mucho tiempo que estoy convencido de que dicho proceso es rematadamente inútil. Más todavía, que la forma de representación y el carácter del comité de empresa ya no nos sirven. Lo que fue importantísimo en su día es hoy algo necesariamente prescindible por su desencaje con la nueva morfología del centro de trabajo y por su desubicación de los cambios de la economía global. También porque es un ladronzuelo que roba potenciales afiliados al sindicalismo confederal: ¿para qué y por qué debo afiliarme al sindicato si tengo al comité?
Pero ahora encuentro otros argumentos para mostrar mi ausencia de simpatía. En septiembre (y lo que te rondaré) estaremos todavía metidos en la crisis económica. Ponerse a darle oxígeno al anciano instrumento, el comité, es una ostentosa pérdida de tiempo, especialmente de dinero y esfuerzos. Es más, en la medida que se prepara y organiza la competición, el resto de los grandes problemas pasan, inexorable y desgraciadamente, a segundo plano. Es materialmente imposible que una organización (la que sea) esté metida simultáneamente en un proceso electoral, negociando convenios y ejerciendo, cuando corresponda, el conflicto social y, para complicar las cosas en el contexto de esta crisis económica. Ni Prometeo, con ser Prometeo, es capaz de ello. Un esfuerzo, por otra parte, encaminado a re-crear un instrumento anciano. Así pues, lo práctico sería que los sindicatos acordaran lo menos malo, esto es: aplazar el proceso electoral hasta que pasara este agudo temporal donde los chuzos de los serenos siguen cayendo de punta.
Digo que es lo menos malo porque lo importante es que el sindicalismo confederal procediera a una discusión sobre qué modelo de representación es el más adecuada a partir de ahora. Un modelo de doble estampa: el doméstico o interior del sindicalismo y el extrovertido, a saber, el que se corresponde con el conjunto de los trabajadores, partiendo del centro de trabajo. Ambos modelos, además, ajustando las cuentas de cómo asumir en la práctica (y no retóricamente) las mil y una subjetividades del universo del trabajo asalariado.
Porque lo que ya no tiene sentido es la reproducción, por ejemplo, de la sección sindical de empresa en los mismos términos que concebimos en 1977. La cosa es chocante: todo ha cambiado, pero la forma-sindicato, en sus aspectos domésticos, sigue siendo igual a la de hace treinta y tres años. Tres cuartos de lo mismo ocurre con el venerable anciano, el comité, que mantiene sus poderes y forma de ser de cuando yo era un pollo pera.
En el discurso de clausura del Congreso de Comisiones Obreras, Toxo indició algo parecido al respecto. Pero todo indica que, al menos en esta ocasión, le sucede algo parecido al problema de los grandes reformadores: las rutinas y la pacata prudencia de la masa coral, o sea, de aquellos que se inquietan o asustan de lo que plantea el reformador. Y digo yo: ¿no sería más eficiente que la millonada de dineros que se gasta el sindicalismo en las campañas de elecciones sindicales se dedicara a la extensión de la organización, a la masiva incorporación de trabajadores para que, establemente, den mayor protagonismo a la acción colectiva eficaz?
En resumidas cuentas, lo que vuelvo a plantear es que el sindicalismo resuelva el callejón sin salida en el que está desde hace tiempo en lo atinente a la representación: mientras el sistema productivo y económico se orienta de manera vertiginosa hacia un paradigma radicalmente nuevo, el modelo de representación (tanto el doméstico como el extrovertido) sigue estando en el mismo lugar de hace cerca de cuarenta años. Digamos que esta fidelidad a los orígenes puede ser encomiable pero francamente contraproducente para los problemas de hoy y los que van surgiendo. Yendo por lo derecho, el empecinamiento en mantener el ilustre anciano, el comité, va en detrimento de lo que ya es urgente: conformar una nueva representación sindical así en el centro de trabajo como en las estructuras de cada sindicato.
Radio Parapanda. Canta Gundula Janowitz el aria "Come scoglio" de la ópera Cosi fan tutte. La más apropiada para el contenido del artículo. Terminada la sintonía mozartiana, la voz de bajo abaritonado de Antonio Baylos informa: GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y CONSTITUCIONALISMO, bajo la mirada sabia de Paco Puerto, arriba en la foto.
Hace mucho tiempo que estoy convencido de que dicho proceso es rematadamente inútil. Más todavía, que la forma de representación y el carácter del comité de empresa ya no nos sirven. Lo que fue importantísimo en su día es hoy algo necesariamente prescindible por su desencaje con la nueva morfología del centro de trabajo y por su desubicación de los cambios de la economía global. También porque es un ladronzuelo que roba potenciales afiliados al sindicalismo confederal: ¿para qué y por qué debo afiliarme al sindicato si tengo al comité?
Pero ahora encuentro otros argumentos para mostrar mi ausencia de simpatía. En septiembre (y lo que te rondaré) estaremos todavía metidos en la crisis económica. Ponerse a darle oxígeno al anciano instrumento, el comité, es una ostentosa pérdida de tiempo, especialmente de dinero y esfuerzos. Es más, en la medida que se prepara y organiza la competición, el resto de los grandes problemas pasan, inexorable y desgraciadamente, a segundo plano. Es materialmente imposible que una organización (la que sea) esté metida simultáneamente en un proceso electoral, negociando convenios y ejerciendo, cuando corresponda, el conflicto social y, para complicar las cosas en el contexto de esta crisis económica. Ni Prometeo, con ser Prometeo, es capaz de ello. Un esfuerzo, por otra parte, encaminado a re-crear un instrumento anciano. Así pues, lo práctico sería que los sindicatos acordaran lo menos malo, esto es: aplazar el proceso electoral hasta que pasara este agudo temporal donde los chuzos de los serenos siguen cayendo de punta.
Digo que es lo menos malo porque lo importante es que el sindicalismo confederal procediera a una discusión sobre qué modelo de representación es el más adecuada a partir de ahora. Un modelo de doble estampa: el doméstico o interior del sindicalismo y el extrovertido, a saber, el que se corresponde con el conjunto de los trabajadores, partiendo del centro de trabajo. Ambos modelos, además, ajustando las cuentas de cómo asumir en la práctica (y no retóricamente) las mil y una subjetividades del universo del trabajo asalariado.
Porque lo que ya no tiene sentido es la reproducción, por ejemplo, de la sección sindical de empresa en los mismos términos que concebimos en 1977. La cosa es chocante: todo ha cambiado, pero la forma-sindicato, en sus aspectos domésticos, sigue siendo igual a la de hace treinta y tres años. Tres cuartos de lo mismo ocurre con el venerable anciano, el comité, que mantiene sus poderes y forma de ser de cuando yo era un pollo pera.
En el discurso de clausura del Congreso de Comisiones Obreras, Toxo indició algo parecido al respecto. Pero todo indica que, al menos en esta ocasión, le sucede algo parecido al problema de los grandes reformadores: las rutinas y la pacata prudencia de la masa coral, o sea, de aquellos que se inquietan o asustan de lo que plantea el reformador. Y digo yo: ¿no sería más eficiente que la millonada de dineros que se gasta el sindicalismo en las campañas de elecciones sindicales se dedicara a la extensión de la organización, a la masiva incorporación de trabajadores para que, establemente, den mayor protagonismo a la acción colectiva eficaz?
En resumidas cuentas, lo que vuelvo a plantear es que el sindicalismo resuelva el callejón sin salida en el que está desde hace tiempo en lo atinente a la representación: mientras el sistema productivo y económico se orienta de manera vertiginosa hacia un paradigma radicalmente nuevo, el modelo de representación (tanto el doméstico como el extrovertido) sigue estando en el mismo lugar de hace cerca de cuarenta años. Digamos que esta fidelidad a los orígenes puede ser encomiable pero francamente contraproducente para los problemas de hoy y los que van surgiendo. Yendo por lo derecho, el empecinamiento en mantener el ilustre anciano, el comité, va en detrimento de lo que ya es urgente: conformar una nueva representación sindical así en el centro de trabajo como en las estructuras de cada sindicato.
Radio Parapanda. Canta Gundula Janowitz el aria "Come scoglio" de la ópera Cosi fan tutte. La más apropiada para el contenido del artículo. Terminada la sintonía mozartiana, la voz de bajo abaritonado de Antonio Baylos informa: GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y CONSTITUCIONALISMO, bajo la mirada sabia de Paco Puerto, arriba en la foto.