El lema de este blog es: "Nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría" (Arquíloco).
lunes, 7 de julio de 2008
EL CENTRO Y EL PUESTO DE TRABAJO NOCIVOS
El 5% de los trabajadores sufrió algún accidente laboral en 2007 y el 17,8% enfermó, según el INE, nos comunica el ciberboletín de comfia que nos tiene cotidianamente informados de los sucedidos, noticias y asuntos de interés. De entrada se pueden sacar unas primeras conclusiones: 1) la gravedad de la siniestralidad laboral y las enfermedades laborales; y 2) la persistencia de dicho problema, a pesar de la importante innovación tecnológica que se ha operado en el centro de trabajo. Digamos, pues, que sigue existiendo la `fábrica nociva´, el `centro de trabajo nocivo´. Lo que indicaría, dicho sin protocolo melindroso, que las tanteos aproximativos para resolver tan peliaguda cuestión no consiguen variar la tendencia del rayo que no cesa de la siniestralidad y las enfermedades laborales. Con el agravante de que éstas últimas, las enfermedades, parecen tener una característica de invisibilidad.
Algo muy importante no funciona en nuestro sistema de relaciones laborales. Ese algo está produciendo dolor y luto en las familias trabajadoras. Un algo que acaba siendo externalizado a los sistemas públicos de protección que, en este caso, operan como instrumentos de resarcimiento de unos problemas que están enquistados en el centro de trabajo nocivo. Lo que vendría a plantear que, también en España, tenemos un problema de “trabajo decente”, según la caracterización que, de ello, hizo en su día Juan Somavía. Esto es, “el que se realiza en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana”, según dejó sentado un organismo tan institucionalizado como la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El subrayado en la palabra `seguridad´ es nuestro por si alguien no ha caído en la cuenta. Y por si algún lector piensa que Somavía es un alto dirigente de la Enésima Internacional Trostkista, aclararé que en 1999 fue elegido director general de la OIT y reelegido en 2003.
Repito, algo no funciona regularmente. Así lo demuestra el gran número de “víctimas no consideradas” (1). “Entre las enfermedades de origen laboral, las principales causas residen en problemas respiratorios y pulmonares, con un 28,2%, seguidas de problemas óseos, articulares y musculares en caderas, piernas y pies (17,3%) y en la espalda (17,2%).” Lo que nos viene a reproponer que el problema tiene un origen meridianamente claro: los sistemas de organización del trabajo, diseñados unilateralmente por el dador de trabajo. Esto es, no negociados o insuficientemente negociados. Mientras se mantenga esta taylorización (real o camuflada) de la organización del trabajo persistirá el dolor, el luto y la externalización de las consecuencias del ejercicio de esa unidireccionalidad empresarial. De ahí que sigue siendo un desafío de primer orden que el sindicalismo confederal ponga encima de la mesa la cuestión de la codeterminación. Aclaro, he dicho codeterminación, no cogestión. Es decir...
...Es decir, debe entenderse por `codeterminación´ el permanente instrumento negocial de todo el universo de la organización del trabajo que queremos que vaya saliendo gradualmente de la actual lógica taylorista. Es decir, la codeterminación como método de fijación negociada, como punto de encuentro, entre el sujeto social y el empresario, anterior a decisiones "definitivas" en relación, por ejemplo, a la innovación tecnológica, al diseño de los sistemas de organización del trabajo y de las condiciones que se desprenden de ella. Sabiendo que todas y cada una de las condiciones que componen la organización del trabajo no son variables independientes entre sí ni con relación al conjunto del sistema.
Esta es una hipótesis de trabajo para intentar cambiar gradualmente la tendencia; lo dejà vue es la certeza de que la vida seguirá igual.
(1) Antonio Baylos http://baylos.blogspot.com/2007/03/accidentes-de-trabajo-vctimas-no.html
martes, 1 de julio de 2008
NACIONALISMO POLÍTICO Y SINDICALISMO EN CATALUÑA
El joven y ya acreditado historiador José Manuel Rúa Fernández ha escrito un libro de gran interés, Nacionalisme i món sindical a Catalunya [1974 – 1990], que ha sido editado por el Consell de Treball, Econòmic i Social de Catalunya recientemente. En apretada síntesis diré que la investigación versa sobre los intentos de Convergència Democràtica de Catalunya, el partido de Jordi Pujol, de crear una organización sindical nacionalista frente al pretendido sucursalismo españolista de los sindicatos confederales Comisiones Obreras y UGT, y aprovechando que el Besós pasa por Sant Adrià disponer de una organización sindical propia. El libro de Rúa es la crónica, como dirá uno de sus protagonistas –concretamente la persona encargada de estructurar la operación— de un fracaso en toda la regla. Dicho lo cual, queda todavía pendiente explicar por qué una organización tan capilar como CDC fracasó sin paliativos, a pesar de los esfuerzos e instrumentos que puso en tan complicado empeño.
Me propongo explorar esas razones, aunque es obligado que advierta que no soy una persona totalmente de fiar: mi implicación en el terreno sindical, y mis responsabilidades en Comisiones Obreras de Catalunya, posiblemente me puedan conducir a arrimar el ascua a mi sardina. Quien lea lo que viene a continuación podrá juzgar, al menos tan subjetivamente como lo es mi caso. Ahora bien, cuando se llega a cierta edad (estoy en puertas de mi jubilación administrativa) algunos tenemos la tendencia a relativizar las cosas y, no siendo imparciales, deseamos coquetear aproximadamente con una cierta objetividad.
El nacionalismo político catalán tenía algunas dificultades (muchas como después se pudo ver) en construir ex nihilo un sindicato que fuera su propia hechura. Posiblemente por las siguientes razones: 1) el nuevo movimiento obrero y sindical en la época de la lucha contra la dictadura franquista surgió y se desarrolló sobre bases movimientistas unitarias, 2) protagonizadas, aunque no únicamente, sí de manera decisiva por Comisiones Obreras de Catalunya, 3) que asumieron con nitidez la lucha por las libertades democrático-nacionales de Catalunya. De manera descriptiva diré que la presencia organizada del sindicalismo nacionalista fue irrelevante; lo que no quiere decir, en absoluto, merma alguna para las personas que se empeñaron en aquel esfuerzo.
Digamos con desparpajo, pues, que el territorio sindical estaba ya cubierto por una manera de entender la acción colectiva “de clase y nacional” o, mejor dicho: de-clase-y-nacional que no dejaba huecos relevantes para una organización nacionalista. Debo alertar acerca de lo siguiente: nuestra concepción de-clase-y-nacional no tenía nada que ver con el sindicalismo nacionalista.
Los dirigentes del nacionalismo político catalán pensaron que se podía hacer una traslación del sindicalismo nacionalista vasco a Catalunya. Pero olvidaron que éste llevaba interviniendo cerca de un siglo y que su presencia en la lucha contra la dictadura fue visible. Más todavía, dichos dirigentes políticos creyeron que, de la misma manera que se puede organizar un partido “de la noche a la mañana”, eso valía también para el sindicalismo. En esa tesitura, pensaron, que la probeta política tendría su correspondiente traducción en una probeta sindical. Un desenfoque superlativo.
Por olvidar, olvidaron incluso que quien no negocia no existe; que quien negocia gobierna el conflicto social. El sindicalismo probeta nacionalista ni negoció ni gestionó el conflicto socio-político en tiempos de la dictadura y en la Transición. Desde la nada (ex nihillo) es harto difícil poner en marcha una organización sindical. Y muy especialmente si aquel nuevo movimiento obrero y sindical tuvo aproximadamente las siguientes virtudes: 1) leyó regularmente los cambios y transformaciones en los centros de trabajo, 2) vinculó las reivindicaciones en la fábrica a las de naturaleza política, 3) estableció relaciones extrovertidas con el resto de los sujetos sociales y políticos antifranquistas, 4) participó activamente en las `instituciones´ que luchaban por la libertad, y 5) su acción colectiva era abierta, pública, no clandestina. Ello condujo a algo que no se ha recalcado lo suficiente: si bien la ruptura democrática en el terreno político fue astillada, sí puede hablarse de una plena ruptura sindical democrática.
Y para colmo, los dirigentes políticos nacionalistas catalanes también llegaron a destiempo en otra cuestión no menos relevante. Que es: precisamente cuando el sindicalismo confederal catalán inicia sus primeros intentos, que gradualmente se van consolidando, de desprender sus amarras de Papá-partido, CDC pone en marcha una operación de crear su propia prótesis sindical. Dicho bondadosamente. es como si Salvador Espriu hubiera intentado hacer poesía a la manera de Aussias March.
Y por si no faltara astigmatismo, el destiempo se convirtió en cacotopía cuando, haciéndose visible la globalización interdependiente, se prepara un artefacto nacionalista, cuya naturaleza solipsista se da de bruces con lo que está a la vista de cualquier persona medianamente informada.
Rafael Hinojosa, la persona encargada por CDC, de poner en marcha la mentada operación es una rara avis. Es, de hecho, el gran protagonista del libro. Rara avis porque reconoce de pe a pa todos los destiempos de la obra que puso en marcha: una potente revisión de vida, se diría. Algo infrecuente en aquellas personas de altas responsabilidades. Un hombre cabalmente sincero.