Javier Velasco
Doctor
en Ciencias Económicas
Paula Bach es una economista
argentina que tiene la ambición marxista de analizar y comprender el mundo que
le ha tocado vivir. Sus análisis son ambiciosos y es capaz de relacionar
factores que otros no ven. Este artículo responde a la atrevida orden de José
Luis López Bulla para que escribiese algo sobre la relación inesperada de la
robótica con las aspiraciones bélicas de China, que la Bach intuye en un
trabajo de la revista Izquierda Diario. Yo,
encantado. El esfuerzo ha sido grande porque Paula Bosch no se deja capturar
fácilmente. En sus escritos se amontonan ideas con una estructura
expresionista, como los cuadros de Carlos Saura: con un orden desordenado. Por
eso no voy a hacer referencias constantes a su labor.
La
reflexión de Paula Bach tiene su causa en la sorprendente y, quizá,
hipócrita, declaración del G-20 en
Hagzhou de este año 2016. Bach ha respondido un con artículo que ha,
provocativamente, titulado “Robótica, productividad y geopolítica”. Es la
respuesta a la "cumbre
de los grandes", que son un espejo de
los dislates que el neoliberalismo ha causado, y que difícilmente podrán
llevarse a cabo dentro de un sistema agotado. Sin embargo, son interesantes. Se
puede leer la petición de subida de salarios e inversión pública; un nuevo
programa de políticas estructurales para hacer frente a las desigualdades;
acción respecto al empleo juvenil, la integración de migrantes y las brechas de
género; acción decisiva para cumplir la ambición respecto al clima y lograr un
cambio tecnológico socialmente aceptable; establecimiento de un sistema
internacional de comercio e inversiones responsable. Cualquiera de nosotros puede
firmar estas propuestas. Sin embargo, las políticas siguen siendo
exclusivamente de ajuste y es que no es tan fácil realizar estas ideas dentro
de una exclusiva razón de mercado. La Bach responde, en parte, a este ejercicio
de cinismo. He intentado inspirarme, e interpretar, a partir de varios artículos publicados en Paula
Bach publicaciones.
La
síntesis constará de tres partes, las que me han parecido más sobresalientes en
los diferentes escritos de Bach. En primer lugar, analizaré lo que es un punto
fundamental en el presente económico: el descenso del crecimiento y la
dificultad de llevarlo a los niveles del periodo 45-65. El crecimiento no se
recuperará y eso ha provocado múltiples respuestas para salvar el modelo
político, con consecuencias letales para los trabajadores de los países
centrales. Se ha llamado a este fenómeno “estancamiento
secular”, a ello dedica Bach múltiples comentarios.
Una
segunda parte la dedicaré a describir las diversas posturas que se han
producido por el fallecimiento del crecimiento; unas voluntariamente realizadas
y otras automáticas e improvisadas. Esas respuestas, aunque a corto plazo
palien las consecuencias de la crisis, suponen un agravamiento de la propia crisis,
con consecuencias sociales y políticas graves.
Por
último, veremos que en un mundo intensamente interrelacionado, la respuesta
especifica de búsqueda de incremento de la productividad por la robotización ligada a la debilidad
creciente del modelo chino, está alentando posiciones ofensivas en China, en su
búsqueda de fuentes de acumulación y de inversión.
Hay
una conciencia generalizada de que la crisis económicaestá causada por un
atasco permanente en el crecimiento económico,
lo que se ha venido a llamar un “estancamiento secular”. Alrededor de la explicación causal de este
fenómeno se está produciendo una lucha ideológica no sin consecuencias. Pero,
para llegar a explicar a que se llama estancamiento vamos a hacer historia.
El
mundo, como lo conocemos, ha padecido tres grandes crisis: en 1873, en 1929 y,
la actual, en 1970. Esta última dura ya
más de 40 años y no tiene perspectiva de resolverse. En ese periodo ha
habido algunos acontecimientos que han hecho creer en unarecuperación (boom del
sector de telecomunicaciones, inmobiliarias), pero no han tenido continuidad.
Vayamos, pues, a 1970 para saber cómo se han sucedido los acontecimientos. Y
veamos las posiciones sobre las causas del estancamiento secular.
El crecimiento ya no es lo que era: el estancamiento
secular.
El
modelo de acumulación en que se basó el sistema capitalista de posguerra se
estaba agotando a finales de los sesenta
en los EEUU, aunque en otros países se andará con retraso, como es el caso de
España. Esto quiere decir que se
empezaron a vender menos productos y servicios y que se gastó menos en
inversión, tanto pública como privada. La lógica consecuencia es que las
empresas empezaron a tener menos ganancias o llegaron a tener pérdidas. Lo que
sucedió lo describe, de manera excelente, Gordon en su trabajo sobre la
caídaeconómica de Estados Unidos. Gordon nos dice, en un trabajo exhaustivo,
que el racimo de tecnologías que se implantaron a partir de lo años 20 y a
partir de la segunda guerra mundial cambiaron la geografía, la civilización
material e incorporaron a las masas a un consumo confortable, más allá de la
supervivencia proletaria. La demanda agregada (el consumo más la inversión)
aumentó constantemente estimulada por la construcción de carreteras, viviendas,
utensilios, infraestructuras y por la descomunal emigración del campo a la
ciudad. Cuando todo este proceso se empezó a culminar es cuando descendieron
las ventas, las inversiones y, en consecuencia, las ganancias. Gordon no puede
imaginar que las tecnologías actuales tengan un impacto tan arrollador como las
que configuraron el mundo actual, de ahí la crisis de crecimiento. A partir de
los 70 empiezan las respuestas del sistema ante el comienzo de un periodo, que
sigue hasta nuestros días, de estancamiento secular, de descenso del
crecimiento económico y de la tasa de ganancia. Para Gordon, el crecimiento
económico ya no será permanente y alto, sino débil y errante. Eso supondrá
significativas convulsiones políticas.
Para
Summers el estancamiento secular se debe a la incapacidad del mundo industrial
para crecer a tasas satisfactorias incluso con políticas monetarias laxas
(tipos de interés bajos, suficiente dinero disponible para invertir). Para este
economista, cinco son las causas principales de que esto suceda. La primera se
basa en la idea de que el envejecimiento
de la población y el crecimiento lento en el número de personas en edad de
trabajar implica una menor demanda y una menor inversión.
La
segunda causa para Summers es el descenso
de la productividad, que ha pasado del 4% en la época de crecimiento fuerte
al 2,5% a partir de 1970. Hablaremos de esta tautologíamás adelante.
La
tercera causa seria la inversión
menguante. La falta de oportunidades de obtención de beneficios
(acumulación) restringe la inversión y la reinversión; los beneficios que se
obtienen no se utilizan para la compra de nuevo capital que amplíe la
producción, al menos en su totalidad, y las empresas se encuentran con un
dinero abundante, lo que se llama ahorro. Es un fenómeno singular, vinculado a
la falta de crecimiento, el que las empresas sean las principales fuentes de
financiación (lo de Zara y sus especulaciones inmobiliarias son un testimonio
de lo que está pasando).
La
cuarta causa es la desigualdad creciente
en la distribución de la renta.
Summers explica que la desigualdad de la distribución de la renta es un
factor explicativo del estancamiento de la demanda agregada (del consumo y de
la inversión): los hogares no gastan y las empresas no invierten. Por otra
parte, la escasa propensión a consumir de los ricos (la propensión al consumo
es el porcentaje de consumo sobre el total de la renta que se ingresa)
significa que esas capas ahorran mucho; ese exceso de ahorro las empresas no lo
pueden utilizar porque, como se dijo, no hay oportunidades de inversión. En
suma, toda esa montaña de dinero formada por los beneficios de las empresas y
el ahorro de la clase más rica (la liquidez), viaja por el mundo prestando para
incitar al consumo e invirtiendo en inmobiliarias y acciones de bolsa, eso
provoca crisis financieras espectaculares.
La
quinta causa es, ironías de la vida, la ausencia
de grandes guerras. Una de las teorías más generalizadas sobre el
crecimiento económico es que las dos grandes guerras, sobre todo la segunda,
supusieron una destrucción tan importante que permitió relanzar la economía a
niveles insospechados, sobre todo porque supuso una oportunidad de aplicar las
nuevas herramientas tecnológicas desde cero. La imposibilidad de una guerra de
la categoría de las anteriores hace que
esta vía sea imposible. Afortunadamente.
Summers,
al igual que otros economistas cae en un error interesado. Si se centra en los efectos en lugar de las causas consigue dos cosas: no salirse de la lógica
de acumulación del sistema de mercado (no funciona algo y no que no funciona el
todo). Las cinco causas son una consecuencia lógica del descenso de
crecimiento. El envejecimiento de la población es el único que puede tener una
causa independiente, pero es obvio que los factores que llevan a ello son la
imposibilidad de una adecuada tasa de natalidad compatible con el descenso de
la producción. Producción que al bajar lleva, inexorablemente, a un descenso de la productividad porque se
produce; proporcionalmente menos con una población que desciende menos que
dicha producción. El descenso de la productividad es un resultado aritmético
motivado por la imposibilidad de crecer que tiene el sistema de consumo de
masas. Es evidente que si se produce menos y, en consecuencia, se tiene menos
productividad porque la población ya no compra ni invierte, pues la inversión
empresarial decae y eso provoca nuevo debilitamiento de crecimiento. Un
galimatías.
Merece
especial atención la desigualdad. La desigualdad no ha caído del cielo: es una
consecuencia del descenso del crecimiento y de los consiguientes beneficios
empresariales. El descenso de la tasa de
ganancia, vamos.
En
efecto, las respuestas fulgurantes de
las empresas ante el descenso de su tasa de beneficios y de oportunidad de
reinvertir han tenido como objetivo la recuperación de dicha tasa. Una ha sido
la inversión en los países emergentes y la deslocalización y la otra la
innovación tecnológica en sus empresas.
Las respuestas ante el descenso del crecimiento: Nixon
y Mao en 1972 y otras cosas.
Los
Estados Unidos siempre han tenido dispositivos de análisis y pensamiento
estratégico y, ante la debilidad económica de los 60, dieron en 1972 un paso enormemente audaz:
cambiar la idea de aislamiento de China por la de colaboración. Magistral. Nixon se reunió con Mao y
desbloqueó las relaciones EEU-China para poder lanzar un proyecto de
crecimiento a largo plazo. Carter cerró el ciclo con la apertura de relaciones
en 1978: se estaba dado el gigantesco paso hacia la globalización. A partir de
ahí se demoró la depresión y empezaron a estallar los micro conflictos sociales
y políticos que llegan hasta nuestros días.
Pero
esta medida estaba fuertemente unida a un racimo de otras iniciativas. En
primer lugar, los EEUU rompieron la disciplina monetaria, que les unía a los
otros países capitalistas a partir del acuerdo de Bretton Woods, que fijaba el
valor de todas las monedas al dólar y este al precio del oro. Esta ruptura iba
a permitir que el gobierno norteamericano pudiese fabricar billetes en cantidades
inimaginable, que buscaban un reverdecimiento económico unilateral. En teoría
esto supondría la posibilidad de incrementar el gasto público y alentar el
consumo y la inversión y, en consecuencia, conseguir más crecimiento económico.
Pieza importante en esta estrategia la
jugaba China. Grandes inversiones de los países capitalistas se
dirigieron hacia allí para realizar su capital excedente y recuperar sus tasas
de beneficios. El gobierno chino de Deng Xiao Ping ofreció la vía de una economía de mercado “no
capitalista” cuya principal fuente de impulsión era el trabajo barato y
superexplotado. A cambio se instituyo un control estricto para que China
pudiese participar de esas inmensas plusvalías.
El
caso fue que, buscado o no, se creó un maridaje estrecho entre China y EEUU que
funciono de manera excelente pero con oscuros resultados para el futuro. El
plan de globalización supuso que, efectivamente, el consumo de la población
norteamericana subiera espectacularmente por el aumento de dinero puesto a disposición
de los bancos por el gobierno de los EEUU, que imprimía sin cesar billete tras
billete. Pero el aumento de la demanda no producía un proporcional aumento de
la inversión en los EEUU y, lógicamente, no creaba empleo suficiente. ¿Por qué?
Porque, por falta de perspectivas de ganancia en los EEUU, gran parte se deslocalizaba en China y en los
nuevos países emergentes. ¿Cómo pagaban los consumidores norteamericanos sus
compras? Pues con créditos de todas las características, que el sistema
bancario le ofrecía sin ningún freno de responsabilidad y animado por el mar de
dinero que surgía de la Administración.
Al
otro lado del Pacifico, China se beneficiaba enormemente de su alianza y
obtenía descomunales beneficios que, a falta de una demanda interna solvente
por los bajos salarios, colocaba en deuda norteamericana que, a su vez,
financiaba gasto público que, en círculo virtuoso, provocaba más demanda y así
hasta que las deudas impidieron seguir. Sin embargo, esta operación provocó un
mar de plusvalías y de dinero, una
montaña de liquidez en busca de inversiones rentables que no existían. Entonces
se dedicaron a especular y provocaron la crisis financiera.
El
final de esta historia empieza cuando China se agota como recurso para los
países centrales del mundo desarrollado y empieza a entrar en crisis. A partir
de ese momento un país no democrático, con sus elites en peligro, empieza a ser
preocupante y peligrosa.
A
todo esto, un pequeño virus andaba enredando en esta batalla por mantener el
sistema y sus jerarquías: la tecnología. Y es que ya desde 1961 existía el
potencial para abordar una enorme transformación de los procesos de producción,
distribución y comercialización, pero solo a partir de los 70 se puso en marcha
la aplicación de conocimientos a los modelos de empresa. Pero no debemos
engañarnos, la puesta en marcha de este gigantesco proceso de innovación no fue
la imaginación creadora del ser humano, si no la recuperación de la tasa de
ganancia empresarial. Por eso las tecnologías nuevas tuvieron su objetivo en
los procesos de producción y venta de
productos y servicios y no en quimeras útiles, como fue el caso de la
tecnología de la II Revolución Industrial. Esto va a tener graves consecuencias
para los trabajadores pero, también, para el propio sistema, llevando al
capitalismo a los límites finales de su adaptabilidad.
El
salto mortal de esta historia se produce cuando las Tecnologías de la
Información, cada vez más sutiles y poderosas, se aplican a las máquinas y,
entonces, nace algo que, utilizado para la ganancia, va a situar a la sociedad
al borde de la descomposición: el robot.
La robotización: ¿El principio del fin? ¿Y China?
Por
robots se puede entender a máquinas que pueden reemplazar el trabajo humano a
través del uso de programas de ordenador, que dirigen el movimiento de piezas
para realizar tareas que empezaron a ser simples pero que cada vez son más
complejas. Internet ofrece la posibilidad
de conectar las máquinas entre sí y con redes comunes, con lo que se
pueden controlar y operar desde puntos remotos obteniendo los niveles de
producción deseados
Todo
aumento en la producción por encima del aumento de los que trabajan es aumento
de la productividad. Pero esa productividad solo permanecerá y aumentará si lo
que se puede producir se puede comprar. Esa es la paradoja de la productividad
que hace improbable la continuidad del capitalismo como lo conocemos. O se
cambia la lógica global o nos hunde. Los robots han sido concebidos, en su
mayoría, para disminuir costes laborales
y ello debilita la demanda impulsora del crecimiento, cuando, como dice Paula
Bach, deberíamos hacernos preguntas como: ¿Será capaz la humanidad de poner a
su servicio un producto tal de la inteligencia colectiva?
Hasta
ahora, el instinto de supervivencia más básico del capitalismo es el
consistente en impulsar el cambio tecnológico. Se ha transformado la
agricultura, la salud, el transporte y todos los ámbitos de la actividad vital
y nos encontramos que incluso los avances más positivos están viciados debido a
que la mayoría de las tecnologías no son compatibles en la forma actual con la
acumulación de capital que necesita el sistema para poder seguir funcionando,
sin hablar del medio ambiente. Solo es capaz de adaptarse creando un mundo
desigual con una minoría de trabajos con ingresos desproporcionados a su
aportación profesional y una inmensa mayoría de bullshits Jobs (trabajos de mierda).
China
se ha beneficiado enormemente de los cambios de emplazamiento de los capitales
que no se podían colocar en el mundo desarrollado. Ahora, agotado el modelo de
exportación hacia esos países y busca competir por los espacios mundiales de
acumulación. Para ello, según su criterio,
tiene que tecnificarse y la sociedad robotizada juega un papel esencial.
La
necesidad de abandonar un sistema trabajo-intensivo incrementando la
tecnificación tiene dos causas elementales en China. La primera es que, como se
decía más arriba, se ha llegado al límite del modelo exportador de productos de
bajo valor añadido. En segundo lugar, se va perdiendo la ventaja comparativa
salarial por la reorganización y abaratamiento del coste salarial en los países
desarrollados.
Ante
esta situación, empieza a producirse un giro ofensivo en China con dos ejes
estratégicos básicos: la primera es la captación de nuevos mercados para la
producción, la venta de mercancía y la adquisición de tecnología; la segunda se
refiere a la creación de una base
nacional de consumo lo suficientemente amplia y profunda, con salarios altos,
que creen una robusta demanda interna, condición indispensable para ser una
potencia mundial. Para la estrategia China, la robotización de su espacio
interno es una condición sin la cual es imposible conseguir ese objetivo.
El
Partido Comunista Chino, en su tercer pleno del año 2013, elaboró un documento
de directivas a 20 años donde se daban los primeros pasos para delimitar el
papel del Estado, del mercado y la sociedad, que de ningún modo es
despreciable, y está concebido dentro de esa perspectiva de construcción de un
país fuerte. A título de ejemplo, se contempla un fortalecimiento de los
sindicatos y la negociación, así como una mejor Seguridad Social. Lo
interesante es que, como el problema del cambio climático está en la conciencia
del equipo dirigente, no solo como riesgo sino como oportunidad de negocio, nos
podemos encontrar con que China, al tener institucionalmente, herramientas de
planificación a largo plazo, se puede convertir, con ayuda de tecnificación, en
un líder mundial del cambio económico. Los países desarrollados tienen élites
comprometidas con el paradigma neoliberal que castra las imprescindibles
reformas que exige ese cambio climático.
A modo de conclusión: ¿Hay futuro?
Algunas
ideas se pueden espigar de este recorrido lleno de dificultades al que nos ha
llevado una Gran Recesión que dura 40 años, con altibajos especulativos que
supusieron solo espejismos.
No
parece plausible un crecimiento permanente, como el que se produjo en los
países centrales en el periodo 1945-65. Y el Capitalismo sin crecimiento
permanente no puede sobrevivir. La Sociedad de Consumo de Masas, tan ligada al
crecimiento permanente, tampoco.
Cualquier
intento de reactivación a partir de la ortodoxia económica agudizara los
problemas a medio plazo. Entre ellas se encuentran, desgraciadamente las
políticas keynesianas antiausteridad. En consecuencia, la izquierda debe buscar
otros modelos que,indispensablemente, obligan a un cambio profundo en la
sociedad de consumo y en sus instituciones. Una nueva forma de vida.
La
irrupción de los robots y sus posibilidades es una, quizás, la única que tiene el género
humano de hacer frente al fin de su civilización al que nos conduce los efectos
del actual modelo económico, social y cultural. Hace falta energía y lucidez
para el camino que se está viviendo, en el que China es una posibilidad. No
debemos ser pesimistas, al menos por
instinto.