Parece
que atravesamos una época en que el razonamiento político ha sido substituido
por la consigna a palo seco; la consigna entendida como un avecrem donde se condensa un intento de programa, reducido a una
astrosa aljofifa. Pongamos como ejemplo la recurrente consigna de «¡bajar los
impuestos»!, auténtica vulgata de las derechas de taberna. Todo se reduce, si
ustedes han caído en la cuenta, a un eructo retórico, que los interesadamente
indocumentados elevan a dogma. Es un mocosuena—mocosuena que las derechas de
taberna usan a destajo, que propalan venga o no a cuento. No es un caso exclusivamente
español, pero es aquí donde adquiere mayor estridencia, mayor indocumentación.
A
mi entender, la obsesión que la derecha tabernaria tiene por la bajada de los
impuestos obedece a dos motivos: 1) que es lo único que se les ocurre,
precarios como están de una política económica, digna de ese nombre; y 2) que
ese latiguillo –bajar los impuestos--
tiene una relación directa con un inaceptable y tosco sentido común, que relaciona menos impuestos con mayor poder adquisitivo.
Lo que no quita que cada cual –individual o agremiado en cáfilas
diversas-- pida a continuación al Estado
«¿qué hay de lo mío»? Lo uno y lo otro es una inecuación irresoluble. Porque,
entonces, ¿de dónde salen los dineros para financiar esto, lo otro y el qué hay
de lo mío?
Se
ha hablado de la personalidad de Feijóo como
primer espada del Partido Popular, de su
coruscante ´centrismo´. Exagerada publicidad. Es más, me da en la nariz que el
nuevo tabernero ha incorporado a su barra de mostrador algunas tapas variadas
de la caverna. Por ejemplo, cuando afirmó que el Gobierno se queda con los
dineros de los impuestos. Feijóo afirma que está en contra de los populismos, pero
él mismo los usa a la remanguillé. Vamos a ver qué hace la taberna cuando se
voten en el Congreso el paquete de medidas del gobierno.