Nota.-- «Esta tarde hemos estado con
nuestro compañero Eduardo Saborido, que
recibía el Premio Plácido Fernández Viagas 2016, que
otorga la Asociación Derecho y Democracia. Por una vida dedicada a luchar por
las libertades y la justicia, por una sociedad igualitaria y solidaria, por una
sociedad para todos. Gracias, Eduardo, por tu compromiso, por tu valor, por tu
lucha. Gracias por abrir camino». Me tiendo bulla se adhiere a este homenaje al
maestro.
Sin lugar a dudas, Podemos ha sufrido una
derrota electoral sin paliativos. Este batacazo no sólo afecta al grupo
dirigente sino al conjunto de este singular partido político. Con este ejercicio de redacción nos proponemos
apuntar algunas consideraciones con la poco pretenciosa idea de serenar los
ánimos que, al parecer, pueden salirse de madre. En todo caso, adelanto mi
tesis: a pesar de este fracaso, Podemos está suficientemente bien colocada en
el tablero político. De ahí que octogenariamente les diga a mis conocidos y
saludados podemitas lo que viene a continuación.
En primer lugar, no desdeñen la
vieja observación del filósofo de Parapanda, Juan de
Dios Calero, a saber: «lo peor no es tanto la derrota sino salir de ella
divididos». Y acompáñenla con la exigencia que propone el filósofo de Ocata, Gregorio Luri: «Quien no esté dispuesto a convivir con la decepción, que no se meta a
político». Es decir, si a las primeras de cambio se pasa a substituirse la
búsqueda de los motivos de la derrota por un ajuste de cuentas está cantada la
división y, de ahí –en menos que canta un gallo-- el paso siguiente es la escisión o la ruptura
en astillas. Y, también, si en estas primeras de cambio no aprendes a convivir
con la decepción es que has errado el camino, entonces lo mejor es que te metas
a tertuliano de garrafón.
Siguiendo
a ambos maestros de acreditada y moderada escuela relativista proponemos el
siguiente razonamiento. 1) Podemos, ya lo hemos dicho, ha sufrido una dura
patada en las espinillas, 2) pero, a partir de ahora mismo, hemos de observar
su colocación en la esfera política.
Sin
intentar templar gaitas me interesa plantear esta observación: la derrota aparece
engrandecida por las expectativas que Podemos se auto impuso que, hasta el
último momento, creyó e hizo creer a sus parciales: ganar las elecciones y, de
paso, el adelantamiento al PSOE (el sorpasso,
que el grupo dirigente nunca formuló en campaña, pero que no desmintió con
claridad). Ahora, a toro pasado, sabemos que ello era un subjetivismo aliñado
con una cierta dosis de infantilismo. Dicho lo cual, vale la pena preguntarse
–especialmente los dirigentes de esa formación a todos los niveles-- si setenta y un escaños en el Parlamento es
cuantitativamente un resultado a despreciar. A mi entender, dicho con
sobriedad, respondo: No. Ninguna fuerza política a la izquierda del PSOE
consiguió tan importante resultado en los años de democracia. Más todavía: con
setenta y un diputados Podemos puede dar mucho juego. Y lo dará más todavía si
se ata bien a ciertos milenaristas y fraticelli
del grupo parlamentario. Así pues, despreciar ese resultado, porque se podía
haber sacado el oro y el moro, o es de mentecatos o de gente que ha perdido el
oremus. Desde luego, para hacer política holgada en el Parlamento y en la
calle.
Me
tomo el atrevimiento –aunque sólo sea porque he votado a una de sus
confluencias-- de seguir haciendo algunas sugerencias de acompañamiento a lo
anteriormente dicho: pasado el tiempo de convivencia con la decepción, que
espero sea breve, Podemos debe ir dejando el lastre de su consolidado
narcisismo, de ese aire de perdonavidas que le distingue, especialmente a algunos
de sus dirigentes más reconocidos.
En
resumidas cuentas, Podemos podría estar en mejores condiciones si supiera
entender que, tras la valoración de sus resultados, con las fuerzas reales que
tiene en las instituciones puede tener mucho juego. Mucho juego, digo. Con la
condición de que abandone el vicio de la competición cainita con el PSOE. Lo
que no contradice la competición leal con los socialistas y su correspondiente
emulación. Mantener el «ciego tú, tuerto
yo», lo hemos visto nuevamente, se ha convertido en inútil y, más todavía, en
contraproducente. Continuar en esa práctica demostraría que el baricentro de su
política está en el escroto y no en las neuronas.
Por
supuesto, cabe la posibilidad de que un servidor esté chocheando, pero les
aseguro que padecer cierto tipo de acné es peor, mucho peor.
Radio Parapanda. http://elcafedeocata.blogspot.com.es/2016/06/analisis-de-lo-ayer-llegando-atocha.html,
escribe Gregorio Luri. De Juan de Dios Calero no se conservan
escritos, sólo tradición oral.