jueves, 30 de junio de 2016

Podemos, un poco de calma




Nota.-- «Esta tarde hemos estado con nuestro compañero Eduardo Saborido, que recibía el Premio Plácido Fernández Viagas 2016, que otorga la Asociación Derecho y Democracia. Por una vida dedicada a luchar por las libertades y la justicia, por una sociedad igualitaria y solidaria, por una sociedad para todos. Gracias, Eduardo, por tu compromiso, por tu valor, por tu lucha. Gracias por abrir camino». Me tiendo bulla se adhiere a este homenaje al maestro.


Sin lugar a dudas, Podemos ha sufrido una derrota electoral sin paliativos. Este batacazo no sólo afecta al grupo dirigente sino al conjunto de este singular partido político. Con este ejercicio de redacción nos proponemos apuntar algunas consideraciones con la poco pretenciosa idea de serenar los ánimos que, al parecer, pueden salirse de madre. En todo caso, adelanto mi tesis: a pesar de este fracaso, Podemos está suficientemente bien colocada en el tablero político. De ahí que octogenariamente les diga a mis conocidos y saludados podemitas lo que viene a continuación.

En primer lugar, no desdeñen la vieja observación del filósofo de Parapanda, Juan de Dios Calero, a saber: «lo peor no es tanto la derrota sino salir de ella divididos». Y acompáñenla con la exigencia que propone el filósofo de Ocata, Gregorio Luri: «Quien no esté dispuesto a convivir con la decepción, que no se meta a político». Es decir, si a las primeras de cambio se pasa a substituirse la búsqueda de los motivos de la derrota por un ajuste de cuentas está cantada la división y, de ahí –en menos que canta un gallo--  el paso siguiente es la escisión o la ruptura en astillas. Y, también, si en estas primeras de cambio no aprendes a convivir con la decepción es que has errado el camino, entonces lo mejor es que te metas a tertuliano de garrafón.

Siguiendo a ambos maestros de acreditada y moderada escuela relativista proponemos el siguiente razonamiento. 1) Podemos, ya lo hemos dicho, ha sufrido una dura patada en las espinillas, 2) pero, a partir de ahora mismo, hemos de observar su colocación en la esfera política.

Sin intentar templar gaitas me interesa plantear esta observación: la derrota aparece engrandecida por las expectativas que Podemos se auto impuso que, hasta el último momento, creyó e hizo creer a sus parciales: ganar las elecciones y, de paso, el adelantamiento al PSOE (el sorpasso, que el grupo dirigente nunca formuló en campaña, pero que no desmintió con claridad). Ahora, a toro pasado, sabemos que ello era un subjetivismo aliñado con una cierta dosis de infantilismo. Dicho lo cual, vale la pena preguntarse –especialmente los dirigentes de esa formación a todos los niveles--  si setenta y un escaños en el Parlamento es cuantitativamente un resultado a despreciar. A mi entender, dicho con sobriedad, respondo: No. Ninguna fuerza política a la izquierda del PSOE consiguió tan importante resultado en los años de democracia. Más todavía: con setenta y un diputados Podemos puede dar mucho juego. Y lo dará más todavía si se ata bien a ciertos milenaristas y fraticelli del grupo parlamentario. Así pues, despreciar ese resultado, porque se podía haber sacado el oro y el moro, o es de mentecatos o de gente que ha perdido el oremus. Desde luego, para hacer política holgada en el Parlamento y en la calle.

Me tomo el atrevimiento –aunque sólo sea porque he votado a una de sus confluencias-- de seguir haciendo algunas sugerencias de acompañamiento a lo anteriormente dicho: pasado el tiempo de convivencia con la decepción, que espero sea breve, Podemos debe ir dejando el lastre de su consolidado narcisismo, de ese aire de perdonavidas que le distingue, especialmente a algunos de sus dirigentes más reconocidos.

En resumidas cuentas, Podemos podría estar en mejores condiciones si supiera entender que, tras la valoración de sus resultados, con las fuerzas reales que tiene en las instituciones puede tener mucho juego. Mucho juego, digo. Con la condición de que abandone el vicio de la competición cainita con el PSOE. Lo que no contradice la competición leal con los socialistas y su correspondiente emulación. Mantener el  «ciego tú, tuerto yo», lo hemos visto nuevamente, se ha convertido en inútil y, más todavía, en contraproducente. Continuar en esa práctica demostraría que el baricentro de su política está en el escroto y no en las neuronas.

Por supuesto, cabe la posibilidad de que un servidor esté chocheando, pero les aseguro que padecer cierto tipo de acné es peor, mucho peor.

Radio Parapanda. http://elcafedeocata.blogspot.com.es/2016/06/analisis-de-lo-ayer-llegando-atocha.html, escribe Gregorio Luri. De Juan de Dios Calero no se conservan escritos, sólo  tradición oral.


miércoles, 29 de junio de 2016

Manoseando a Mister Brexit




Primer tranquillo

Siguen las opiniones de ciertos comentaristas mejor informados que un servidor achacando al brexit una buena parte de la responsabilidad del batacazo electoral de la izquierda. Posiblemente tengan razón, pero yo sigo en mis trece: de momento son intuiciones que todavía nadie ha podido demostrar con datos en la mano. Hay que decir que algunos dirigentes se han referido a ese motivo con tanto esfuerzo como poca diligencia para bucear en las responsabilidades concretas de su propio partido.

Ahora bien, endosar al brexit tamaña responsabilidad se convierte en un arma arrojadiza para quien la plantea. Porque tiene que explicar los motivos de la ciudadanía que le ha dado la espalda por tal cuestión y, por tanto, no ha confiado en la gestión que quien ello afirma haría del post brexit. En suma, hay que acabar el razonamiento que se inicia manoseando el brexit. Lo que tampoco garantiza la bondad de lo que se manifiesta.

¿No habíamos quedado en que la derecha no gestiona las crisis sino que se aprovecha de ellas? ¿No hemos dicho que la derecha no ofrece seguridad en estas situaciones delicadas? (Cosa que un servidor mantiene). Entonces, ¿por qué se argumenta que Mister Brexit le ha echado un capote al Partido Apostólico? Posiblemente, para no abrirse las tripas y ver qué hay dentro de ellas. Y es que parece que tienen un lema: lejos de nosotros la funesta manía de analizar.

Segundo tranquillo

De todas formas, esto del brexit  está siendo aprovechado para oficiar un ajuste de cuentas entre las viejas generaciones y la juventud: a los vejancones británicos se les hace aparecer como dinosaurios antieuropeos y como sectarios insolidarios; a la juventud,  «divino tesoro», según Rubén Darío, se le atribuye el europeísmo y la grandeza de miras. Esta es la interpretación que está calando y ampliándose. Los datos indican otra cosa. Ni tanto ni tan calvo.

Un personaje tan templado como Enrico Letta nos ofrece un dato que echa por tierra el discurso binario entre la zafia senectud y el divino tesoro.  El ex primer ministro italiano nos dice que: «una clave para entender el voto del brexit es que, entre los electores del grupo etario entre los 18 y los 24 años ha ido a votar  solamente el 36 por ciento  y los mayores de 65 años han acudido un 83 por ciento, votando mayoritariamente en contra» (1). Cierto, todo indica que mayoritariamente ese 36 por ciento juvenil ha votado masivamente la permanencia en la Unión Europea. Pero a la inmensa mayoría se le pegaron las sábanas ese día.  En ese sentido, la argumentación esgrimida es bastante cojitranca: propone una premisa mayor, se salta la segunda premisa y concluye pontificalmente la ocurrencia que ya tenía en la cabeza a través de un silogismo viudo.

En resumidas cuentas, dejemos que los prestidigitadores hagan su honorable oficio sin interferencias de los que tocan el piano de oído y de quienes meten interesadamente el barullo que les conviene. Hago una excepción: John Carlin, porque me cae bien, aunque fue el primero que abrió el fuego. Se trata de una cofradía cuyo lema podría ser: lejos de nosotros la funesta manía de demostrar. 

    1) http://www.huffingtonpost.it/2016/06/25/letta-giovani-brexit_n_10673198.html



lunes, 27 de junio de 2016

La humillación




Ya conocen ustedes los resultados. Son, sin lugar a dudas, una humillación. La derrota ha sido tan formalmente inesperada que cuesta trabajo dar una explicación con cara y ojos de lo sucedido. Y mucho me temo que oiremos pocas voces sensatas que expliquen con fundamento el resultado de estas elecciones: el Partido Apostólico saca pecho e incrementa su representación, los socialistas retroceden nuevamente y Unidos Podemos pierde más de un millón de votos con relación a las anteriores generales.

Hasta la presente conspicuos dirigentes del PSOE, especialmente doña Susana Díaz y la cabeza de cartel por  Barcelona, parecen conformarse con: menos mal que hemos frenado a Podemos, la primera; la culpa de esto es de Podemos, la segunda. Que en el fondo son la traslación del viejo aforismo «mors tua vita mea» y del chusco «tuerto yo, ciego tú». Que, en todo caso, ni siquiera pretenden explicar lo ocurrido.

¿Por qué ha ocurrido este descalabro caballuno? Les confieso sin rubor alguno: no tengo la menor idea. Yo hacía como aquel Vicente que estaba en la corriente de lo que decía (una parte de) la gente. Por si alguien ha leído en diagonal repito: no tengo explicación razonada de lo que ha pasado. Y, aunque todavía es pronto, todavía nadie ha explicado los motivos.

Cierto, se multiplican los comentarios de que los resultados del brexit nos han jugado una mala pasada. Tal vez. No tengo los datos suficientes para llegar  a dicha conclusión. Así es que, para futuros comentarios, pongo en barbecho ese motivo. De momento lo único que puedo decir es una obviedad de analista de barriada: de un lado, en los cielos hay más gaviotas; de otro lado, la izquierda  que no reforma y la que no transforma han perdido plumaje.

Ahora bien, tan sólo se me ocurren dos sugerencias: las izquierdas, que han salido derrotadas, deben evitar que, a partir de ahora, la legítima competición política se oriente, tras esta derrota, en más división; para ello, cada cual debe partir de sus propias responsabilidades en su fracaso particular, no en el del otro. Y algo más, las casas de las izquierdas, políticas y sociales, tienen demasiadas goteras, muchos desconchados y, con los postigos cerrados, hay poca ventilación. Ni con una mano de pintura se resuelve el problema. Se necesitan obras estructurales desde los fundamentos al tejado, pasando por las paredes maestras. El «quítate tú que me pongo yo» no es un mandamiento conveniente.


Por lo demás, sigue en pie mi indocumentación del por qué nos han dejado sin dentadura.


sábado, 25 de junio de 2016

¿Sólo la Merkel es responsable del brexit?




«La política europea de la austeridad alemana está arruinando la Unión Europea» (1). Son palabras de Romano Prodi tras conocer los resultados del referéndum británico.  Poco podemos añadir al respecto, pues Prodi que siempre estuvo en las altas atalayas sabe de qué va el asunto. De manera que nosotros, comentaristas de barriada, casi nada podemos añadir.

Ahora bien, echarle la culpa a Merkel y sus amistades alemanas es una observación reduccionista que esconde la voluntaria subalternidad de todos los que han acompañado a la señora de manera acrítica y, por lo tanto, subalterna. Por lo tanto, la afirmación de Monti es, como las medias verdades, aproximadamente tan falsa como los viejos duros sevillanos, que eran totalmente falsos. Ciertamente, Merkel siempre quiso una Europa plegada a lo que pensaba que eran los intereses alemanes. Nunca a los intereses europeos; el caso griego no fue una excepción. Y Monti, que conoce el paño, lo sabe perfectamente y, en cierta media, lo vivió en sus propias carnes.

Así pues, ahora lo más fácil es echarle las culpas a este incompetente de Cameron y, de paso, esconder las responsabilidades, directas e indirectas, a los mandatarios de los estados nacionales y a los chiringuitos trasnacionales de la Unión. Y a todos que siempre babosearon que no hay alternativa a este tipo de Unión Europea. Al de los estados nacionales como fiel infantería de Merkel.

Más todavía, Prodi conoce perfectamente toda la literatura sindical que ha proyectado la Confederación Sindical Europa, orientada a la mejor Europa posible, haciendo observar las derivas extremadamente negativas así de la Unión como la burda copia que de ella hacían los gobiernos nacionales.

Ciertamente, no corren buenos tiempos para la lírica europea. Especialmente porque esta situación se ha dado en el contexto de la crisis de la izquierda y de la parábola descendente del sindicalismo. De modo y manera que separar el brexit y sus consecuencias de la crisis de proyecto y representatividad de las izquierdas, sociales y políticas, no es enhebrar atinadamente la aguja. Por lo que, entiende un servidor con la modestia de los comentaristas de barriada, Monti está echando un capote a los fámulos de Merkel y sus ambigús.

Esperemos que mañana por la noche se abra una lucecita que modestamente pueda abrir nuevos caminos, también para Europa.  


         1) http://www.huffingtonpost.it/2016/06/24/brexit-romano-prodi_n_10651234.html?ncid=fcbklnkithpmg00000001


jueves, 23 de junio de 2016

Fernández, ese chusquero ministro de Interior, Gomas y Lavajes




¿En qué manos estamos? Es una pregunta pertinente tras el nuevo escándalo que ha protagonizado el beato Fernández, ministro de Interior y de otras gomas y lavajes.

Ya saben ustedes una parte de los últimos sucedidos. Analistas de pluma templada han hablado ya de las primeras derivadas políticas, éticas y morales de lo que se ha dado en llamar el fernándezgate.  Nuestras consideraciones irán por otros derroteros. Que un ministro se dedique a investigar ilegalmente a políticos y sus familiares en beneficio de su propio partido, es algo que atenta contra las paredes maestras de la democracia y del Estado de derecho. En esas condiciones, tales covachuelas se transforman en cloacas. Y comoquiera que el origen de este escándalo está en el despacho oficial del ministro, esta buhardilla deja de ser un aparato del Estado para convertirse en una sentina. Más todavía, de las grabaciones se desprende que ese caballero informa a Mariano Rajoy de lo que se trae entre manos y al Fiscal general --«esto la fiscalía te lo afina, haremos una gestión»-- que será encargado de aquilatar las argucias legales para emplumar a los que piensa investigar, los dirigentes políticos catalanes soberanistas y sus familias. Convirtiendo al uno y al otro en sendos almacenes de estiércol.

Ahora estamos en condiciones de afirmar que la sospecha de que el beato Fernández es un agente activo de la conspiración se ha convertido en certeza. Es un agente compulsivamente activo de una extraordinaria torpeza. Si el diálogo entre el beato Fernández y su interlocutor fue grabado en la sede oficial de Interior, Gomas y Lavajes parece claro que es –por decirlo de una manera suave-- una considerable falta de pericia. Y tres cuartos de lo mismo podemos decir si fue de otra manera. Quiero decir que incluso como conspirador, este Fernández es un chapucero.

¿En qué manos estamos? Todo indica que este Fernández es una persona superlativamente ineficaz, incapaz de ofrecer la aproximada seguridad a la ciudadanía en este mundo tan convulso, amenazado por el terrorismo y otras lacras contemporáneas. Estamos, pues, en las peores manos, y estoy convencido que, además, las cancillerías europeas se han llevado las manos a la cabeza y se pensarán mucho qué niveles de información compartirán con este caballero y el equipo que se rodea.

Leo en un periódico barcelonés que, aprovechando el fernándezgate, una breve reseña sobre Fouché, retratado magistralmente por Stefan Zweig. No hay nada que comparar. Fouché, desde su siniestra grandeza, fue magistral. Nunca le pillaron en un renuncio. Este Fernández es un aprendiz al que se le ha pillado con las manos en la masa, sólo protegido por la mayoría absoluta de su partido. Más concretamente, Fouché fue un profesional, Fernández es simplemente un chusquero.


Nuestro país necesita algo más que un baldeo. El Partido Apostólico está totalmente desacreditado, también, en los grandes asuntos de la seguridad de la ciudadanía. Rajoy y Fernández se han empeñado en ese descrédito.


miércoles, 22 de junio de 2016

La industria en los programas electorales



Comisiones Obreras ha mostrado recientemente su antipatía a la ausencia de la industria en los programas electorales de los partidos políticos. Debemos decir que el sindicato no acostumbra a hablar en balde. En todo caso, para curarnos en salud, lo hemos comprobado: ni la vieja grasa industrial ni los indicios de la innovación tecnológica en el sector aparecen en los prospectos electorales. No están en los papeles de la vieja política y, tres cuartos de lo mismo, tampoco figuran en las fuerzas emergentes. En los discursos de unos y otros nadie dice ni oxte ni moxte sobre el particular. Por lo que se ve, los candidatos son pocos industriosos.

Hay casos que parecen explicarlo. Por ejemplo, en las derechas, de caspa y brillantina, se dijo en su día que «la mejor política industrial es la que no existe». Un constructo que acabó contagiando a aquel Solchaga a mediados de los años 80 y que posteriormente nadie enmendó. Sin embargo, nada disculpa que, en la izquierda que quiere gobernar, se dé el mismo o parecido silencio. Digamos, pues, que en los prospectos electorales de unos y otros hay algo más que una laguna muy preocupante. Entiendo que, así las cosas, ya no se corresponde con aquella educada expresión de Bruno Trentin, «la política está distraída en este asunto», pues en esta ocasión lo más atinado sería que, al menos en la cuestión industrial, la política está en la inopia. Recuérdese que el DRAE explica que la inopia es equivalente a pobreza, indigencia, escasez. Todo ello a pesar de que la industria da de comer, ahora menos que antes, a millones de personas, directa o indirectamente.

Alguien, rizando el rizo, me diría que ese silencio es una consecuencia más de la derrota de los capitales industriales frente a los especulativos; otros afirmarían que ello es fruto del minifundismo industrial de nuestro país. Y no faltará quien haga notar las grandes dosis de superestructuralismo de los prospectos electorales. Sea como fuere, la cuestión industrial se ha quedado como el gallo de Morón: sin plumas y con lánguido cacareo.

Quedan pocos días para corregir esa orfandad. Esperemos que aquellos que misteriosamente llamamos los nuestros  digan cuatro cosas, preferentemente bien dichas.



martes, 21 de junio de 2016

El divismo de algunos periodistas




(Una brevería)

Pienso que nuestro país cuenta con un número apreciable de buenos periodistas. La novedad está en que hay muchas mujeres sobresalientes. Mi observación es que, en no pocas ocasiones, se juntan a esta buena profesionalidad dos elementos que difuminan esta cualidad que comento. Es en los medios televisivos donde aparecen dos defectos que empiezan a arraigarse.  De un lado, la manía casi espasmódica de interrumpir constantemente al entrevistado, al que no se le deja terminar la respuesta. De otro lado, la obsesión del periodista por obtener la respuesta que él mismo desea escuchar. Por lo general estas actitudes están presentes en una serie de profesionales Se diría que donde ha cuajado más ha sido en un reducido grupo de divos que podría tener una influencia negativa en las escuelas de periodismo y en las facultades de ciencias de la información. Es un divismo que de manera reiterativa convierte al periodista en la estrella de la entrevista, mientras que el otro  deviene mera comparsa.

Posiblemente la cosa empezara como elemento de corrección del cantinfleo, de la imprecisión y la vaguedad de una serie de políticos cuyo lenguaje sirve tanto para un barrido como para un cosido. Ahora bien, de ese intento de corrección se ha pasado a un exhibicionismo del profesional del medio televisivo que empieza a ser asaz cargante. Con otra novedad: el periodista de este estilo va abandonando su estatuto de intermediador entre la política y la opinión pública, pasando a querer ser un actor “político” más, que actúa como tal. Lo hace a través de un estatuto auto concedido como representante de la sociedad civil, que le lleva a una representatividad auto conferida.

En fin, Manuela Carmena, agobiada por las interrupciones de su entrevistadora, respondió pausadamente: «Para que tus preguntas sean útiles, déjame que acabe de responderlas». Lo dijo sonriendo, como no dándole importancia a la cosa.

Radio Parapanda. Joaquín Aparicio en CRISIS DE LOS REFUGIADOS, CRISIS DE EUROPA




lunes, 20 de junio de 2016

La formación de dirigentes sindicales 4.0




Primer tranquillo

«… Para esto,  es una excelente noticia que estas últimas semanas la Confederación Europea de Sindicatos (CES) haya anunciado su compromiso prioritario de intervenir con sus propuestas y discusión y la formación de sus cuadros sindicales, en todo aquello que representa la Industria 4.0, la digitalización de la economía y la robotización, para    garantizar que las personas estén presentes en el debate público e institucional y en la negociacion colectiva. Y, por qué no, también, utilizando las nuevas posibilidades que las tecnologías ofrecen a los sindicatos para forjarse un nuevo papel en las empresas y en la sociedad.» Es el colofón de un artículo de Joaquim González, Industria 4.0, los trabajadores no somos robots en http://lopezbulla.blogspot.com.es/2016/06/industria-40-los-trabajadores-no-somos.html

Hay que decir que es una decisión atinada. La acción sindical en su conjunto requiere también priorizar, y en este caso la prioridad en la formación de dirigentes sindicales la CES se orienta adecuadamente. Por este motivo: las decisivas aportaciones que, por lo general, se han hecho al sindicalismo, a lo largo de la historia, han tenido, por lo general, su origen en el centro de trabajo innovado. De ahí se alargaron, primero, al conjunto del universo fabril y, después, al resto de los centros de trabajo y estudio. Hoy, con el fordismo en estado de senescencia, la prioridad de la formación sindical pasa, según la CES, por la industria que llamamos 4.0. No hace falta decir que dar prioridad no significa abandonar nada, simplemente se trata de saber dónde y cómo poner el acento principal.

Segundo tranquillo

Parece obvio que toda operación de refundación del sindicato ponga en primerísimo lugar una didáctica convincente en  lo que dimos en llamar la formación de cuadros. Me imagino que no hay que insistir demasiado en ello, en particular cuando se ha dejado atrás la fase ascendente del movimiento organizado de los trabajadores y se ha pasado a lo que llamé en su día La parábola del sindicato: http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/09/la-parabola-del-sindicato.html. El cambio de situación ha sido de grandes proporciones y todavía está por ver en toda su dimensión las consecuencias de ello, especialmente por la falta de investigaciones sobre el particular.

Tercer tranquillo

En la pirámide de edad de los dirigentes sindicales a todos los niveles podemos observar que la mayoría de los cuadros son cincuentones. No sólo no es preocupante sino que, en mi opinión, me parece una edad idónea para las tareas que tienen encomendadas. Cuestión diferente es que, por muchas razones, haya dificultades para el refresco y la emergencia de nuevas generaciones en la dirigencia sindical. Más todavía, dado que los sociólogos se empeñan en considerar que cada año que pasa aumenta la edad (también de los sindicalistas), es conveniente estar al tanto de ello, pues en menos que canta un gallo los grupos dirigentes puede parecer miembros de un sanedrín.

Ahora bien, si se sigue el atinado método de la CES conviene tener presente algunas cuestiones, así para los cincuentones como para los (insuficientes) cuadros de menor edad, pues estos últimos han sido orientados e influenciados (como no podía ser de otra manera) por los veteranos.

Los sindicalistas cincuentones –y más todavía los de mayor edad--  se han formado y han ejercido sus responsabilidades en la fase del sindicalismo ascendente. Y para mayor precisión en un contexto de certidumbres o aparentes certezas. Fue una fase de continuo incremento de conquistas que, aunque con relativa lentitud, hacía visible la utilidad del sindicalismo y concretamente la utilidad de estar afiliado. Lo sabemos, nunca fue fácil, ni cómodo. Pero, con todos los matices que se quieran poner, ello fue incontestable para quien no tenga legañas  en los ojos.

En el actual paradigma de la parábola descendente del sindicalismo ya no estamos en la fase de ampliación de derechos y controles, sino en la defensa de lo anteriormente conquistado, un importante almacén de derechos democráticos, algunos de ellos cercenados y otros seriamente amenazados. No sólo en España: ahí tenemos las importantes movilizaciones francesas como botón de muestra y, anteriormente, la situación italiana.

En resumidas cuentas, el tránsito de la fase de ampliación a la de defensa es algo en que se encuentran ubicados todos los grupos dirigentes sindicales. Esta es una característica a tener en todo proceso de esa importante tarea de la formación de cuadros. Porque el ejercicio del conflicto social, en cualquiera de sus manifestaciones democráticas, es ante todo un conflicto de saberes y conocimientos concretos en esta fase de 4.0. 



sábado, 18 de junio de 2016

La CUP y Maquiavelo: ¿contagio o ignorancia?




¿Saben algunos dirigentes de la CUP quién fue Maquiavelo? Mucho me temo que en el último comunicado de una de sus fracciones exhiben una descomunal ignorancia. Sorprende –o tal vez no tanto— que una fuerza política que se considera de izquierdas (o por lo menos culturalmente bien informada) use el adjetivo «maquiavélico» con los mismos tonos e intenciones de lo más retrógrado de las iglesias cristianas y las derechas más graníticas. A saber, en el sentido de doblez, hipocresía, traición; en suma, malas artes. Esta es la leyenda que se organizó contra  el secretario florentino  con tanta fuerza que penetró en el sentido común garrulo y para pasmo de propios y extraños ha usado una fracción de la CUP contra otra de la misma organización.

Les explico: la CUP anda revuelta y, siguiendo las viejas tradiciones de las izquierdas, sus diversas tendencias cristalizadas se están tirando los platos a la cabeza. Ahora no importa el motivo para lo que queremos decir. Uno de los grupos ha acusado al resto de mantener posturas «sectarias y maquiavélicas». ¿Maquiavélicas? Veamos.

La primera en construir la leyenda fue la iglesia católica, que desde 1559 envió las obras del secretario florentino al Índice de libros prohibidos, creando sobre todo una imagen negativa. El celo más encarnizado lo pusieron los jesuitas, que quemaron la imagen de Maquiavelo en Ingolstadt por ser «coadjutor del demonio». Existe también un antimaquiavelismo protestante: el primer Antimaquiavelo fue publicado en 1576, escrito por un hugonote francés, Innocent Gentillet, que no quería dejar en manos de los de Loyola el monopolio de un manjar tan suculento. Su ejemplo fue seguido por el jesuita español Ribadeneyra. No me resigno a poner en conocimiento de ustedes que, durante los «procesos de Moscú» (léase las purgas estalinistas), el fiscal del Estado, Viscinsky, acusó a Kamenev, de haber prologado El Príncipe, cuando ejercía de Embajador de la URSS en Roma. Ya lo pueden decir: todas las religiones fueron el azote del «maquiavelismo».

Y en esas estamos cuando vemos que, en un ajuste de cuentas político, una parte del grupo dirigente de la CUP, tras dimitir, acusa al otro de comportamientos maquiavélicos. Con lo que una de dos: o exhiben gallardamente su sequía cultural o se han contagiado de quienes, desde los campanarios y las covachuelas de las derechas de secano, han arremetido contra uno de los intelectuales más potentes que en la historia han sido. Me imagino al profesor Julià de Jódar, destacado diputado cupero, se le habrán puesto los vellos de punta.  

Nota bene.--  En la Santa Croce, Florencia, se encuentran las tumbas de italianos gloriosos. En el bello monumento a Maquiavelo está esculpido: «Tanto Nomini Nullum Par Elogium” (“Ningún Elogio Es Adecuado A Tanta Fama”. Como debe ser.


Una parte de la CUP le debe a Maquiavelo una reparación pública. Cosa que le iremos recordando de vez en cuando. (En la foto, la tumba de Maquiavelo)


jueves, 16 de junio de 2016

¿Susana Diaz es un centauro?



(Brevería)


“Ningún voto andaluz irá a financiar los privilegios de Ada Colau”, ha sentenciado jupiterinamente Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía (1). La primera reacción que lógicamente nos viene a la cabeza es: ¿esta señora es la propietaria de los votos de los andaluces, de todos los andaluces? Obviamente, se trata de una pregunta retórica. Más todavía, ¿todos los votantes socialistas votarán para impedir que la Colau no disponga de sus “privilegios”? Es posible que no pocos de sus parciales lo crean, pero no me entra en la cabeza que el electorado socialista pueda dar cabida a esta insensatez. Una insensatez o, mejor dicho, una maruhendidad: esa condición natural que exhibe el director de un diario de cuyo nombre no me da la gana nombrar, consistente en la mendacidad consciente y de estilo matón. Podría decirse que doña Susana ha adoptado, provisionalmente, la morfología del centauro: cabeza de Guerra y cuerpo de Bono, aunque podría ser al revés, tanto monta.

De los “privilegios” de la alcaldesa de Barcelona, nada sabíamos. Es más, el portavoz del grupo municipal socialista, Jaume Collboni, nada nos había informado sobre el particular. Y es sabido que Collboni es una persona cabal que no habría entrado en el equipo de gobierno de la ciudad su tuviera conocimiento de los “privilegios” de la alcaldesa. Por cierto, tampoco desde las bancadas de la oposición a Colau, que no acostumbra a aplaudirla, se ha mencionado el uso de “privilegios”. Lo dicho: se trata de una marhuendidad para uso de mítines electorales de secano, picoteos de los tertulianos de garrafón y consumo de moyate a granel. Pero tal vez haya otra hipótesis: los nervios, que siempre sabemos que son malos consejeros.

Sugiero, pues, que doña Susana vaya al facultativo de turno. Ahora bien, la cuestión es: ¿cuándo un centauro no está en forma debe ir al médico o al veterinario?





Cicaterías electorales




(Una brevería)

Millones de personas acudirán a las elecciones sabiendo que: a) a su opción de voto no será suficiente para formar gobierno en solitario; y b) por lo tanto será necesario un pacto con otra formación. Otros millones de personas saben efectivamente qué alianza propone su partido preferido. Por lo tanto, entiendo que en estos comicios, que están a la vuelta de la esquina, hay ciudadanos más informados que otros, y no por culpa de ellos.  

Hasta la presente el PSOE y Ciudadanos guardan celosamente el secreto. Naturalmente, cada cual gobierna los asuntos de su casa como cree conveniente. Y todo indica que la cicatería informativa forma parte de los artificios de las campañas electorales. Allá cada cual con sus tácticas de campanario.

Tengo para mí que se pueden argüir dos motivos para exigir que cada partido en liza ponga al corriente de su electorado una cuestión tan relevante como la de los pactos de gobierno. En primer lugar, el deber que cada partido tiene ante su electorado de que el conjunto de los votantes –propios o incluso ajenos-- esté igualmente informado. En segundo lugar, porque estas elecciones tienen un  cierto carácter de “segunda vuelta” tras el coitus interruptus de las anteriores. Es decir, el 26 de Junio se aproxima a un ballotage. No digo que lo sea, sino que se aproxima. De donde infiero que, estando así las cosas, me parece que es un deber de cada partido decir con quién quiere dirigir la vida política e institucional del país; y, de la misma manera, es un derecho de cada votante saber, de antemano, esa preferencia.


En los próximos días o se aclara el asunto o aparecen metáforas para no decir a las claras lo que se piensa.


lunes, 13 de junio de 2016

La desfachatez de algunos intelectuales




(Un ejercicio de redacción)

Algunos autores tienen un consumado magisterio de pasar de los manjares literarios a la pitanza más indigesta cuando cambian de género. Pongamos que hablo de Javier Marías, muy capaz de novelar con gusto y, ocasionalmente, ofrecernos por el contrario una serie de pitracos en forma de artículos periodísticos. Para muestra un botón: su último artículo en El País dominical de ayer y en el blog del autor (1). Ignoro las razones de la versatilidad de Marías, quiero decir los motivos que le llevan a pasar del coro al caño de una manera tan desparpajada. Ignacio Sánchez—Cuenca, autor del libro La desfachatez intelectual (Catarata 2016) nos habla --largo, tendido y sin pelos en la lengua--  de estos asuntos, refiriéndose a algunos exponentes de la crema de la intelectualidad española.

A Javier Marías no le gusta Podemos. Nada que objetar: cada cual baja o sube las escaleras como quiere. Por lo tanto, el autor (interviniendo claramente en la campaña electoral como es su derecho-deber) expone sus consideraciones sobre el particular. Otra vez: nada que objetar. Pues bien, a tal artículo me confronto desde la modestia de un ejercicio de redacción. Ya verá el avisado lector que el nivel de observaciones que Marías pone en circulación es un calco (o sea, algo diferente a un plagio) de los manidos argumentarios, desde la a hasta la z, que exhiben sistemáticamente los portavoces jabalíes del Partido Apostólico y algunos de sus alrededores. Con lo que Marías toca una partitura de otros compositores. ¿No le sería exigible que, al menos, alguna crítica fuera fruto de su particular cosecha?

Por otra parte, sorprende que un intelectual utilice el mismo estatuto del tertuliano de garrafón, vale decir: el uso de una lógica viuda, que prescinde de la demostración de los predicados; la irascible sintaxis que abusa de los adjetivos a golpe de improperio; la militancia hooligang en el nihilismo de secano; la estridente imitación de la escritura de aquel César González—Ruano que tuvieron que soportar la generación de mis padres y los primeros años del uso de razón de la mía. Lo que lleva a Marías a formar parte de la caravana del matonismo de la palabra.

Digamos las cosas sin perifollos: no creo que Marías forme parte de una intelectualidad subvencionada; mi impresión es otra: se trata del resultado de un agotamiento –definitivo o no--  de su capacidad de pensar con las convenciones y normas de la lógica. Por supuesto, se puede poner verde  a Podemos, pero a un intelectual le debemos exigir que cumpla los códigos y artificios de una crítica con punto de vista fundamentado. Competir, además, con los solecismos y fantasmadas de los portavoces jabalíes es invadir un terreno que, para mi paladar, debería estar vetado al intelectual que se precie de tal, ya sea de derechas, izquierdas o activista de la Brigada Brancaleone.

Lo dicho: lean La desfachatez intelectual. Tal vez al profesor Sánchez—Cuenca se le haya ido un poco la mano a la hora de enjuiciar a estos nuevos clérigos, pero en todo caso se queda corto sobre algunos de ellos.





domingo, 12 de junio de 2016

Independentismo y proceso catalán




(Un intento de explicación)


En ciertos ambientes, así en Cataluña como más allá del Ebro, se da por sentado que el independentismo en Cataluña está de capa caída o, afirman otros más rotundamente, en crisis.  A petición de algunas amistades de la Hispania Ulterior me dispongo a dar mi opinión, aunque tartamudeando, sobre tan importante cuestión.

Primer tranquillo

Puestas así las cosas –esto es, el independentismo en tanto que corriente de opinión— yo día que  dicha afirmación no es exacta. Otra cosa distinta es el proceso (procés) y su «hoja de ruta». O sea, entiendo que no es prudente confundir ambos términos: independentismo y procés. Aunque dicho sintagma se refiere directamente a la secesión de Cataluña. Digamos, pues, que el independentismo es la opción política de centenares de miles de personas que, para entendernos, quieren irse de España y formar un Estado propio. El procés y su hoja de ruta es el mecanismo que, según ellos, lo haría posible. Así pues, confundir lo uno con lo otro sería desacertado. Por estas razones: se hace un diagnóstico fallido y, de ahí, no se atina en las soluciones, naturalmente si es que se desea arreglar el problema.

Segundo tranquillo

Lo que está ocurriendo en Cataluña es que se mantiene el número de partidarios de la independencia, que supera grosso modo el millón de personas. Sin embargo, el procés está empantanado. El tablero político parece explicarlo. De un lado, la lectura voluntarista que los dirigentes de Convergència –especialmente Artur Mas— tras las últimas elecciones autonómicas se caracterizaron por una aparente paradoja: la lista de Mas, Junts pel Sí, sale vencedora, pero el resultado no es un plebiscito, objetivo fundamental de Mas y sus acompañantes. Ganar unas elecciones se mide por escaños; el plebiscito lo da el número de votos, y estos no plebiscitaron la independencia. Con lo que el plebiscito quedó derrotado con claridad.

De otro lado, en dicho tablero político, existe un litigio sordo entre los convergentes y ERC. Para decirlo plásticamente: el gallo convergente va perdiendo plumas mientras que el gallo de los republicanos amplía su plumaje. Los convergentes van perdiendo autoridad, apareciendo como los únicos responsables del extraño pacto con la CUP, que consiguió la defenestración de Artur Mas y la investidura de Puigdemont, mientras ERC se sitúa en la centralidad de la política independentista. Peor todavía: no hay un mensaje unívoco por parte de CDC, mientras que en Esquerra hay un consenso macizo, al menos hacia afuera, en torno a la independencia y al procés. Hasta tal punto hay tantos mensajes diversos en CDC que incluso se puede apreciar la aparición de contrastes, no irrelevantes, entre Artur Mas y el president Puigdemont. En todo caso, también en esta segunda ocasión, el sonado corte de mangas de los cuperos a los Presupuestos de la Generalitat ha perjudicado a los convergentes, aunque el padre de ellos era Junqueras, primer espada de los republicanos. Lo que no deja de ser paradójico y –dicho entre nosotros sin segundas--  da que pensar. En el movimiento orgánico del independentismo, nucleado en torno a la Assemblea Nacional Catalana, ocurre tres cuartos de lo mismo: una pugna sorda que se ha visto en las últimas elecciones internas. 

Tercer tranquillo

El proceso podrá entrar en otra fase tras las próximas elecciones generales. Porque, ahora se juega (aparentemente) otra cosa, en las actuales circunstancias cualquier elección en Cataluña tiene una poderosa relación con el procés, aunque exactamente en menor medida con el independentismo, visto cuantitativamente. Sugiero que este matiz no se eche en saco roto.  Esperemos, pues, qué relación de fuerzas se abre después de las generales en España. Y qué pasará en su segundo acto importante, esto es, la convocada política, aunque no formalmente moción de confianza a Puigdemont. Que se supone se hará –cosa que ya se verá--  después del 11 de setiembre con las novedades que pueda traer.

Cuarto tranquillo

No digo que el procés no tenga importancia. Afirmo que lo relevante es el nivel de adhesiones que dispone y el que pueda seguir concitando el independentismo. Porque es en ello donde se concretan las posibilidades de toda operación plebiscitaria. Más todavía, deberían analizarse con rigor qué naturaleza tiene el independentismo tal como se está dando en Cataluña. De momento –lo diremos con un avisado Josep Ramoneda en una Nueva mutación catalana, El País Cataluña, 11 de junio 2016— «la raíz del problema está en una estrategia de escalada que no se corresponde con la fuerza real disponible», es decir, la base cuantitativa del independentismo. Ahora bien, más de un millón de independentistas no es algo irrelevante. Por supuesto, es insuficiente para un proyecto tan ambicioso como la consecución de un nuevo Estado. Pero no lo es para mantener en vilo la política española y catalana. Máxime cuando una buena parte de esa cantidad de personas se distinguen por un activismo militante del que no gozan sus fuerzas adversarias. Lo que, sin duda, provocará que el núcleo fuerte del independentismo se mantendrá, incluso si es derrotado, durante décadas. 

Quinto tranquillo

Hay quien mantiene tesoneramente que el nacionalismo sigue siendo el residuo o la inercia de una cultura arcaica. Pero ello no se compadece con el salto tan rápido y espectacularmente cuantitativo de quienes se declaran independentistas. El nacionalismo no es solamente los residuos de antaño; es, sobre todo, el resultado de la consunción de las izquierdas tradicionales catalanas, cuyo resultado ha sido la diáspora de miles de sus cuadros y activistas hacia el nacionalismo. Lo que ha sido referido en incontables ocasiones, pero no suficientemente analizado.

Una hipótesis de aproximarnos a la solución del problema catalán, que dicho con más precisión es el problema español, pasaría porque las izquierdas fueran realmente sujetos políticos  útiles en este mundo de la global innovación y reestructuració, haciendo visibles un bloque social de izquierdas, creadoras de hegemonía, que es algo más que mayorías. De unas izquierdas que vayan concretando itinerarios de unidad de acción, no sólo para gobernar sino para que la sociedad consiga, también, su propia auto reforma. De ahí que nuevamente aconseje la lectura de toda la literatura de Bruno Trentin y, especialmente su obra canónica: La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo en  http://metiendobulla.blogspot.com.es/



sábado, 11 de junio de 2016

Podemos y PSOE, dos gallos frente a frente




Siempre me ha intrigado la estrategia del mantenella y no enmendalla  cuando de manera repetida se ha mostrado inútil y contraproducente para quienes la emplean. Pongamos un ejemplo: la violenta e irascible campaña contra Podemos. Que tiene dos ejes visibles: de un lado, la cacofónica insistencia en la vinculación que le atribuyen con la Venezuela bolivariana; y, de otro lado, el carácter antisistema, que según sus detractores, tiene la formación de Pablo Iglesias El Joven. No son los únicos ataques pero sí los más visibles. Y, puestos a decir las cosas por su nombre, diré que ambos son infundados.

Esta campaña no es de ahora. Viene de, al menos, dos años. Después de las pasadas elecciones generales se amplió el chillerío y –tras el acuerdo con Izquierda Unida--  se incrementaron los decibelios. Y, sin embargo, parece que todo ello importa bien poco a importantes franjas del electorado que, según las encuestas, nos informan que el circulo morado va ampliando consensos.

Por su parte, la novedad es que Iglesias ha reaccionado con un temple al que no nos tenía acostumbrados: rebaje del timbre de una cierta petulancia, una provocación más temperada y su insistencia en la mano tendida al PSOE. No parece que sus competidores tomen nota porque insisten en la vieja estrategia del golpe, tan bajo como inútil, de hace dos años. Que esto pueda dar dividendos al Partido Apostólico parece evidente, pero es dudoso que le convenga al PSOE, según nos dicen las encuestas. Los de Pedro Sánchez dan la impresión que están más en el ambigú que aconsejando cambiar el paso. Es más todavía, el giro socialdemócrata –real o ficticio--  de Podemos, en vez de ser saludado por el PSOE con un ´bienvenidos al club´, les ha provocado un ataque en la cornamenta, del que no se han recuperado a estas alturas. Desde luego, lo raro de veras es el ataque de cuernos del PSOE cuando lo han disputado el monopolio de la socialdemócrata. Una estrategia, audazmente a la ofensiva, le hubiera sido más beneficiosa si Pedro Sánchez estuviera disputando a Pablo Iglesias un programa de calidad socialdemocrática, con claras e inequívocas propuestas en los terrenos sociales, culturales y políticas.  

Es posible que esta campaña de secano del grupo dirigente del PSOE tenga una explicación añadida: la inercia de no haberse situado en el cambio de paradigma que representó el corrimiento político que indicaban tanto las pasadas elecciones municipales y las generales del 20 de diciembre. O, lo que es lo mismo, el gobernalle de esa campaña contra Podemos está en una fase política pasada, tal vez definitivamente pasada.


Ahora bien, es posible que esta estrategia del PSOE, que me parece inconveniente, tenga una explicación que efectivamente sea congruente: alejarse de toda posibilidad de un futuro gobierno de centro-izquierda. Pero, si se produce el sorpasso,  a los socialistas les espera –ciertamente, eso no está escrito--  una larga caminata por el desierto. Si eso ocurriera no dude nadie: Podemos entrará en un itinerario de “respetabilidad”, sea esto lo que sea. Que sorprenderá a propios y extraños.


jueves, 9 de junio de 2016

Cataluña: ¿se acabó el carbón?




Finalmente la CUP en esta ocasión no dio su brazo a torcer negando su apoyo a los Presupuestos elaborados por ERC y Convergència democrática de Catalunya. Es, sin lugar a dudas, un fuerte golpe al espinazo del soberanismo desde sus mismas entrañas.


Primer tranquillo

Desde las filas de la esquerranovergència no se han hecho esperar los reproches y las invectivas, los originales gritos de traición y las maldiciones contra los cuperos. «Han roto el pacto de estabilidad de legislatura, afirman tronitronantes los jóvenes coroneles de CDC»; «Han vuelto a poner palos en las ruedas al proceso soberanista», cuchichean los de ERC; y, simultáneamente, ciertos florones del grupo parlamentario de Puigdemont – Romeva viven sin vivir en ellos mismos, a la espera de que alguien levante la guitarra y cante aquello de «No és això, companys, no és això».

Efectivamente, la CUP ha roto el pacto. Ahora bien, entiendo que ya es hora de añadir algo que no suene tan manido como, desde ciertos ángulos, se ha dicho: un pacto antinatura entre los instalados de Artur Mas y los anticapitalistas de la CUP. Allí se estipulaba que los cuperos aprobarían toda proposición de ley y de iniciativa del gobierno y del grupo Junts pel Sí. Toda quiere decir exactamente toda. A cambio Salomé bailaría la danza de los velos con la cabeza de Mas. La CUP, además, daba por sentado que toda –lo que exactamente quiere decir toda— iniciativa se tomaría por acuerdo entre cuperos y la gente de Puigdemont. Sancta simplicitas. Los comillos retorcíos de los otros nunca pensaron cumplir el pacto. Mientras que las almas de cántaro de los cuperos prefirieron creer que los otros no se atreverían a provocar la ruptura. Que dicho acuerdo fuera «anti natura» (siempre según algunos) es lo de manos. En realidad fue un apaño de circunstancias con fecha de caducidad implícita. Los esquerranovergentes pensaron engañar a la CUP pegándose un tiro en su propio escroto.

Segundo tranquillo

Ahora bien, en el fondo es el resultado de un proceso entrópico en el que ha entrado Cataluña como resultado de: a) una lectura errónea de las últimas elecciones autonómicas, que (b) llevaron a los soberanistas a pensar que se había desbrozado lo que fundamentalmente impedía la marcha a la independencia. Esta entropía se caracteriza, aproximadamente, por un visible reflujo del secesionismo, una lucha soterrada entre las fuerzas políticas que lo patrocinan y una pérdida de autoridad de Cataluña en, por lo menos, dos mil quilómetros a la redonda. Todo ello en un contexto de desorden europeo, una crisis económica que sigue estando ahí. Y en medio de todo ello el mazazo que propinó Moody´s rebajando la deuda catalana de B2 al B3 a la altura de los bonos de Bangladesh y Georgia. Digamos, entre paréntesis, que dicha calificación nos parece tan exagerada como absurda y probablemente indiciada políticamente por ciertas covachuelas carpetovetónicas.

Tercer tranquillo

Estamos, pues, sin presupuestos. El president de la Generalitat, tras la votación adversa de todos los grupos parlamentarios (incluida la CUP) sube al estrado. Y anuncia que piensa a someterse a una moción de confianza en…  ¡otoño!  Lo que está bien  a las claras que piensa ir tirando como pueda durante estos meses. Lo lógico, dadas las actuales circunstancias, es que dicha moción se desarrollara con carácter de urgencia. Esa sería, sin embargo, la lógica de país. No obstante, Puigdemont sabe que su partido está en un proceso de reconversión—reestructuración, que sus relaciones con Esquerra son de disimulada cortesía y que sus previsiones electorales partidarias (así en Cataluña como en las generales) parecen formar parte de la entropía que antes hemos señalado. Con lo que hay que ganar tiempo.  Pero confiar en ello es equivalente al dicho de «quien tiene un tío en Graná, ni tiene tío ni tiene ná».