Decenas
de miles de personas acudirán hoy a Perpiñán a escuchar al hombre de Waterloo. Tendrá, a buen
seguro, la parafernalia de toda la
aparición que se precie de tal. Será, sobre todo, el discurso de los misterios
dolorosos y gozosos. Convoca un organismo pintoresco, el Consell Nacional per la República.
Su lema es: «La República al centre del món», o sea, la República en el centro
del mundo. Una consigna no menos pintoresca que el chirimbolo que la patrocina.
¿Pero
exactamente qué es este Consejo? Sobre pizca más o menos es un grupo privado
cuyo objetivo es la defensa de los objetivos de la declaración unilateral de
independencia. Su carácter ´privado´ le exime de presentar cuentas donde
corresponda: ¿quién y cómo se paga el palacete residencial de Puigdemont y sede
del fantasioso Consell? Sus miembros han sido designados –es decir, nombrados a
dedo— por el hombre de Waterloo. Que, a su vez, se autolegitima a sí mismo. La
inmensa mayoría de los sedicentes consejeros es de estricta militancia de donde
en cada momento quiera figurar Carles
Puigdemont. Se trata de un artefacto tan truculento como lo que Pío Baroja relata en sus novelas parisinas de aquellos exilados españoles del siglo XIX.
¿Qué
se pretende con la romería de Perpiñán? En primer lugar se trata de darle
envergadura a Puigdemont que, en los últimos tiempos, había sido sobrepasado por
otros acontecimientos: la precariedad institucional del laborioso Torra, las
negociaciones PSOE y ERC, los zascandileos
de los diversos aspirantes a dirigir las astillas del ya carcomido árbol
convergente. Y otros de parecida jaez. Por lo que se debía volver al trigo. En
suma, tras un cierto tiempo en cuarentena, Puigdemont –igual que Jesús de
Nazaret en Jerusalén-- tenía que entrar
triunfalmente en Perpiñán.
Waterloo
aprovechará la ocasión para –diciéndolo o sin decirlo-- abrir la campaña electoral, amén de exigir
sus correspondientes «y dos huevos duros» en la mesa de diálogo entre Madrit y Barselona. Perpiñán
kilómetro cero para el recorrido hasta el reparto de la túnica sagrada de las
autonómicas.