Los
escribas sentados (o en cuclillas) de las derechas económicas y políticas
parece que han perdido, tal vez definitivamente, la inspiración. En realidad
nunca la necesitaron porque disponían de vara alta y, en ocasiones, cambiaron
el palo por la zanahoria. Un ejemplo que se repite con tanta insistencia y
vehemencia es el siguiente: cada vez que un gobierno progresista pone en marcha
reformas, dignas de ese nombre, los amanuenses patronales insisten en los
efectos negativos que vendrán con tales medidas. Estos arúspices de hoy hablan en
el mismo dialecto que sus antepasados durante los dos últimos siglos. No es el
miedo a lo desconocido, es una cuestión de poder. Lo singular del caso es que
tales vaticinios han sido permanentemente refutados por los hechos. Cosa que ya
sabían, intuyo.
Ahora,
la burra vuelve al trigo. La subida del salario mínimo –atruenan jupiterinamente—
no solo destruirá puestos de trabajo, sino que impedirá la creación de empleo.
La subida de las pensiones será perniciosa para la economía y la sostenibilidad
del sistema. Más de lo mismo. La reforma laboral es un torpedo contra el
crecimiento, regoldaban dichos escribas y las derechas de secano. Tan falso
como los antiguos duros llamados sevillanos.
Ahora,
tras haber fallado estrepitosamente en sus predicciones, insisten en el estribillo
fúnebre: las nuevas medidas fiscales hacia la banca y los sectores energéticos –propalan
banqueros y otros usuarios del cohíba— serán la intemerata. Discos rayados e intencionadamente erróneos,
porque solo buscan miedo y la sombra del terror. Con todo, sorprende que gente
con tanto lustre –imaginamos-- sea tan tosca en sus intentos de argumentar
reiteradamente lo que no es, ni ha sido.
P/S.--- Hace tanto calor y bochorno que ni las
agrupaciones locales y comarcales organizan actos o cosas similares para
explicar la idoneidad de las recientes medidas del gobierno progresista.