Homenaje al
Gattopardo en Parapanda: el vals que bailaron doña Sagrarito y Juan de Dios
Calero.
MARX Y WITTGENSTEIN EN PARAPANDA: 25 Relatos breves
Nota
Editorial. Don Angel Custodio del Valle, autor
por encargo de los incipits más celebrados de grandes escritores, me manda
estos relatos cortos con el ruego de que los publique esta revistilla. Y así se
hace. Con la siguiente técnica, sugerida por el mismo incipista: según vayan
llegando se irán colocando en la parte superior; los antiguos quedarán en esta
misma entrada en ayuso lugar.
Walt Whitman
por bulerías (25º Relato)
Cómo luce el sombrero
¡ay! del maestro Calero.
Allá en los Bermejales
cantando va por verdiales,
y con altivez mística
se caga en la Vística.
Ay, cómo luce Calero
las alas de su sombrero.
Ni Baldomero Espartero
ni el Triángulo Escaleno
lucen el ala del sombrero
como Juan de Dios Calero.
(Walt Whitman. The parapanda men.
Traducción de Luisito Casas)
Aut novisimo
aut nihil (24º Relato)
Aquel italiano impasible tuvo el detalle de venir a Parapanda. En el Bar Raíz
Cuadrada de Menos Uno, atestado de gente, había más expectación que cuando se
estrenó “Lo que el viento se llevó”. El orador vino a decir, sobre chispa más o
menos, que antes llevaban banderas coloradas, más tarde las cambiaron por un
tono calabaza, y ahora para ahorrarse problemas con el arco iris irían a cuerpo
juncal. El italiano impasible acabó su charla con un vibrante Aut
novisimo aut nihil.
Desde lo
hondo, casi al lado del mostrador, Juan de Dios Calero dejó su autorizada
opinión: “Veltroni, déjate de pollas, que el agua está muy fría”.
¿Cuándo se
jodió la Italia, Calerito? (23º
Relato)
-- ¿Cuando se
jodió la Italia, Calerito?
-- Mejor
pregúnteme por el cologaritmo neperiano de 35.458, caballero. Pero sí tengo
claro lo que debo hacer en mi casa. Lo primero es quitar los retratos que están
en el pasillo.
Y Calero, fiel a su palabra, llevó aquellas caras italianas al desván. Las de
Gramsci y Dante las trasladó al comedor.
La envidia de
Falla y Stravinsky (22º Relato)
Y de repente
todos los parroquianos del Bar Raíz Cuadrada de Menos Uno, de Parapanda, se
pusieron de pié: “A la paz de Dios, don Manuel”, “¿Cómo está usted, don Igor?”.
Juan de Dios
Calero puso en la gramola el disco de “Los campanilleros por la madrugá”. El
maestro Falla casi cae en deliquio. Y el ruso habló casi tartajeando: “Manolo,
qué manera de perder el tiempo la nuestra con tanta leche del fuego de mi
pájaro y los tres picos de tu sombrero. Esta pieza teníamos que haberla
compuesto nosotros”. “En el caso de que hubiéramos caído, Igor”, matizó don
Manuel.
Y Calero
diplomáticamente: “Qué cosas tienen ustedes”. El joven matrimonio forastero
Rodríguez de Lecea-Martorell no daba crédito a sus oídos.
La solidaridad
y el bel canto en Parapanda (21º
Relato)
Nunca
olvideremos el detalle que tuvo Titta Ruffo cuando estuvo en Parapanda
participando en la semana solidaria con su cuñado, Giacomo Mateotti.
En el Teatro
Municipal hacían una memorable función: nada menos que Los Puritanos, del
maestro Bellini. Pues bien, parecía que el teatro se venía a bajo cuando acabó
el dúo que, en Parapanda, se dió en llamar “de don Jaime Mateotti”: sombreros,
boinas, gorras y hasta dos fiambreras se lanzaron al aire jubilosamente. Bis,
bis, bis... Titta Ruffo pidió silencio, y con voz aproximadamente
parapandesa reclamó: “De acuerdo, siempre y cuando nos acompañe Juan de Dios
Calero, pues estamos al tanto que se lo sabe de carrerilla. Y no hay más que
discutir”.
Y aquel dúo se
convirtió en un trío. Sabemos de buena tinta que Calero no ceceó entonando
el Suona la tromba intrépida...
(Hipólito
Lázaro, El belcantismo en Parapanda. Ediciones, Madres del Rao,
1959)
El primer
Primero de Mayo en Parapanda (20º
Relato)
La discusión
empezó a tomar mala pinta. Lo nunca visto en la taberna Raíz Cuadrada de Menos
Uno, de Parapanda. He aquí la zahúrda: quién estuvo y quien no en nuestra
ciudad en aquel legendario primer Primero de Mayo.
Dijo el
Ajergao: Os digo, y no saquéis de mis casillas, que quien vino fue Rubén Darío.
(Pitos de un sector de la parroquia)
Habló
Perniles: Anda ya. Quien vino a tomar las aguas fue don Renegado Kaustky (Movimiento
de sillas)
Rebatió don
Nazario: Calma, calma. La memoria os falla. Los actos de aquel Primero de Mayo
los presidió Glorita Wilhelmi, la madre de doña Gloria. (Aplausos
atronadores, aunque minoritarios)
Juan de Dios
Calero: Menos mal que tenemos al historiador don Javier Tébar que nos defiende
de vuestra mala memoria. (Voces de qué quieres decir, Calero. Aclara eso
ahora mismo, Juan de Dios...y ciertos denuestos desde el mostrador)
El niño de
Pepelópez: Bien dicho, Calero. ¡Abajo los pepinos daleaos! Mejor
arder que casar. Ea.
Calero lee las
obras de Karl Korsch (19ª Relato)
Cuando ví a Juan de Dios Calero leyendo las obras completas de Karl Korsch no
pude reprimirme, y como quien no quiere la cosa le dije arretrancadamente que a
qué venían esas novedades. Calero, tagarnina de chasca en ristre, me dijo:
“¿Para qué vamos a engañarnos? Los ricos se saben de memoria lo que nos dijo el
Barbudo de Tréveris cuando estuvo en Parapanda”.
El recuerdo de
viejos achuchones morganáticos (18º
Relato)
Doña María del
Amor Hermoso habló: “La huelga en la fábrica de tabacos es una cosa muy fea,
Calero”. Éste repuso: “Pero, si los Evangelios dicen que...”. Y la dama: “Mire
usted, menos mal que los ricos tenemos a la Iglesia, que nos defiende de los
evangelios”. Juan de Dios, con nostalgia lancinante de viejos achuchones en la
caballeriza con la ya empingorotada señora, tocándose muy finamente el
sombrero, casi susurró: “Quede usted con Dios, Maruja. Mañana será otro día”.
Alfonso C Comín en Parapanda (17º
Relato)
-- Dispense,
Señor Cura. ¿Dios hizo también a los caciques a su imagen y semejanza? Porque
entonces yo...
-
- No, Calero.
Tú eres una anomalía. Dios, nuestro Señor, te quiso diferente a Él.
(Fragmento de
“Partogénesis evangélica”. Alfonso C. Comín. Ediciones Coram populo, Parapanda
1965)
Homenaje al Gattopardo en Parapanda. (16º Relato)
Llevándose la
mano al corazón, Juan de Dios Calero le dijo a la bella dama de la baja
aristocracia comarcal: “Sagrarito, este foxtrot no es el símbolo del compromiso
histórico. Eso no cabe en un militante sinárquico como yo. Si la saco a bailar
es por rozar las lindes de su talle. Con Rosita Luxemburgo es otra cosa”. Y la
damisela: “Qué cosas tiene usted, Calerito, Ahora viene el Vals de las Olas”.
Llamamiento a
la Huelga general en Parapanda* (15º
Relato)
Parapandesinus!
Arma virumque
cano, Parapandae qui primis ab oris Hispaniam fato profugus Motrilensis uenit
litora, multum ille et Antonius Baylosenius iactatus et alto ui superum saeuae
capitalismi ob iram multa quoque et bello passus. Non ignara malis
miseris succurrere disco. O dictatores, tantanae uso generis tenuit fiducia
uestri?
Hodie, non labor!
Ave, Vir Audax.
* Se atribuye
la redacción de esta octavilla a Juan de Dios Calero.
El primer
Primero de Mayo en Parapanda (14º
Relato)
Arma virumque cano... ¿Virgilio? No,
no. Juan de Dios Calero, de Parapanda. Es su elogio a los Mártires de Chicago,
los de aquel Primero de Mayo en los Estados Unidos de Norteamérica.
Wittgenstein a
Juan de Dios Calero (13º Relato)
LW. Maestro Calero, me he pasado media vida hablando de las palabras y todas
esas cosas... Pero resulta que no sé qué quiere decir ese término que usan
ustedes: chipercolia.
JDC. Pues
usted verá, don Luis. Quiere decir ocurrencia chistosa. Por ejemplo, hablando
con precisión podemos decir que el contenido de la obra “Materialismo y
empiriocriticismo” es una chipercolia. Pero eso no lo decimos en público en
aras a la unidad.
El Bar Raíz
Cuadrada de Menos Uno (12º relato)
El Bar Raíz
cuadrada de menos Uno, de Parapanda, estaba regentado por un buenhombre que
tenía un enorme parecido a Federico Engels. Por eso le pusimos de mote El
General. Calero escribió en “Horizontes cercanos”, la gacetilla de los
Socialistas Sinárquicos que `ese apodo no tenía nada que ver con el
Anti-Düring´.
IGOR STRAVINSKI
EN PARAPANDA (11º Relato)
Bajo la
dirección del maestro Stravinski, la Banda Municipal de Parapanda, en estreno
universal, interpretó El Pájaro de fuego. Como solistas de
postín intervinieron don Manuel de Falla percutiendo sus dedos y Juan de Dios
Calero haciendo palmas sordas. (De Luigi
Nono: Una sera a Parapanda, Stravinski, Falla e Calero. Ed.
Feltrinelli. 1947)
La conjetura de Poincaré (10º Relato)
Don José Batatero, maestro
de escuela de Parapanda, no salía de su asombro. Juan de Dios Calero había
resuelto la Conjetura de Poincaré. Dos meses antes don José había explicado a
los parroquianos de la taberna Raíz Cuadrada de Menos Uno que daba la batalla
por perdida: la conjetura estaba acabando con él. “Ya no soy el de antes”,
remachó.
Don José Batatero se
hacía cruces. Juan de Dios, libretilla de rayas en ristre, habló: “Aquí está el
intríngulis. Vamos a demostrar, y hemos demostrado, que la esfera
tridimensional, también llamada por usted hiperesfera, es la única variedad
compacta tridimensional en la que toda guita o círculo cerrado se puede
deformar, se puede estropear; usted habla de que se deforma, en un punto.
Mientras cogía aceitunas me dije que un buen punto de partida podía ser
clasificar las variedades en el espacio usando lo que usted, don José, nos
enseñaba sobre el concepto de homeomorfismo. Total, que a cosica hecha le metí
mano a la topología geométrica. La cosa cuadró mientras Paco, en la
reunión, el Jerraror hacía el informe sobre el análisis de
clase y perspectivas de lucha. Pero eso queda entre nosotros dos, don José,
porque los camaradas pensaban que estaba tomando apuntes.
Don José Batatero se echó al coleto un
buen trago de cazalla, se quitó el cigarrillo caldogallina de la boca, se
inclinó ceremoniosamente y habló a la manera santaferina: “Cuento con tu
permiso para ponerlo en conocimiento de don Julio Rey Pastor. Espero que te den
la medalla Fields”. “No hay para tanto, don José. Pero que no se entere el
Jerraor de que no tomaba apuntes”.
Jenny
Westphalen a Juan de Dios Calero (9º
Relato)
Bakunin puede decir lo que le venga en gana ¡faltaría más! Pero mi marido es
una persona humilde: nació en Tréveris pudiendo haberlo hecho en Parapanda.
Del
Epistolario de Juan de Dios Calero a Karl Marx (8º
relato)
Apreciado don
Carlos:
No nos ha
sentado muy bien que digamos el tono de su carta. Cuando le dijimos a su yerno
que no iríamos al Congreso de Londres lo hicimos en tono asaz educado, pues es
cosa que nos enseñaron nuestros mayores. Concretamente manifestamos a Pablo
Lafargue nuestros puntos de desacuerdo con ustedes. Que son: el follaero que se
me traen ustedes contra los bakuninistas; las malas pulgas que tienen sus
parciales contra Proudhom y los suyos; lo que usted dijo sobre los carlistas...
Verá usted,
don Carlos: aquí no conocemos a ningún bakuninista, pero si viniera por esta
plaza le oiríamos con respeto y después le armaríamos un fuerte chillerío;
tampoco somos partidarios de ese tarambana de Proudhom, pero cuando vino a
predicar a Parapanda le pagamos su estancia a escote; somos, finalmente,
adversarios de los carlistas, unos meapilas de agua bendita. O sea: las cosas,
claras como las aguas que pasan bajo las puentes del Genil. De manera que
¡nosotros somos gentes de fiar! En conclusión, no iremos a Londres hasta que no
recibamos una carta de usted tratándonos con buenos modales. Ni siquiera le
pedimos que rectifique... Sólo buenos modales.
Por la
agrupación de Parapanda de los Socialistas Sinárquicos, Juan de Dios Calero.
El beaterio y
Rosa Luxemburgo (7º Relato)
“No es cierto
que Juan de Dios Calero, como propalan los niños bitongos de la Adoración
Nocturna, haya cometido acciones impuras pensando en Rosa Luxemburgo. Son
muchas las razones que refutan ese infundio. Primero, en la casa de nuestro
amigo no hay retrete. Segundo, en el único dormitorio que tiene su casa se
acuestan catorce personas: los padres, los abuelos y los hermanos. Y tercero,
Juan de Dios no piensa en el culo de las camaradas”. Así habló fundadamente
Angelo Bulla, que había ejercido de proviviri en su Lucca
natal. Los parroquianos del Bar Raíz Cuadrada de Menos Uno premiaron la lógica
formal del discurso con repetidos ¡bravos! y se hasta pidió que don Angelo
hiciera un bis en su discurso.
Calero,
tocándose el ala de su sombrero, remachó: “¿En qué cabeza cabe que yo le haga
ese feo a nuestra Rosa?”. El todo Parapanda le pidió que bisara. Desde entonces
el beaterio local ni el beaterío de la Vega levantaron cabeza.
Exhibición de
bilingüismo (6º Relato)
Juan de Dios Calero, con retranca parapandesa, a Mias: “Torna a Surriento”.
Mías, macmahonianamente, a Calero: “J’y suis, j’y reste”.
Declaraciones
de Arnold Schönberg a The Times (5º
Relato)
“Hasta que La
Niña de los Peines no cante La noche transfigurada,
esta obra queda retirada de cartel”, manifestó el compositor. “Pero, maestro,
si esa pieza no tiene letra...”, repuso el crítico musical. “Ni falta que le
hace, ya se la pondrá Pastora en Parapanda”, remachó atonalmente.
Cuando Juan de
Dios Calero supo la noticia exclamó: “Muy justo, las minorías tienen que
apoyarse las unas a las otras”.
Elogio de
Ludwig Wittgenstein a Juan de Dios Calero (Cuarto Relato)
Séame
permitido un enfático aticismo: nadie lució el ala del sombrero como Juan de
Dios, de Parapanda. Ni siquiera el triángulo escaleno se esmeró tanto con el
ala de su sombrero. Tampoco Bogart tuvo la elegancia campera de Juan de Dios
con el ala de su sombrero.
Firmado
LW (Viena, Octubre de 1922)
Del
epistolario Marx – Engels (Tercer relato)
Amigo Engels,
¿me puedes explicar por qué no viene ningún delegado de Parapanda al Congreso
de Londres? Tuyo, Marx.
Querido Karl,
ten en cuenta que la gente de Parapanda es muy suya. Afirman testarudamente que
tú y Bakunin os lleváis peor que los gitanos y la guardia civil. Ni siquiera un
tal Anselmo Lorenzo ha podido meterles en vereda. P/S. Vigila tu bragueta, por
lo que más quieras; y no me pongas en más compromisos. Tuyo en la Idea,
Federico.
Los silencios
de Wittgenstein (Segundo relato)
De lo que no se
puede hablar hay que callar, sentenció
Ludwig Wittgenstein en la taberna “Raíz cuadrada de menos Uno”, en Parapanda.
Los
parroquianos se rascaron la cabeza aperplejados. Con esas, Juan de Dios Calero
–joven motril y cortijero de antiguas generaciones— con especiosa solemnidad se
dejó oír: “Usted dispense, don Luis, de lo que no se puede hablar hay que
seguir cavilando.
La parroquia
no aplaudió por respeto al profesor que había escogido Parapanda para tomar las
aguas.
Las excusas no
valen (Primer relato)
Quienes
aquejados por una grave enfermedad no sienten dolores, están mentalmente
enfermos, dijo Juan de Dios Calero cuando Waterloo
echó la culpa de sus cuitas a la influencia del pito doble, digo, del seis
doble.