Me
encuentro a gusto con la lectura de los trabajos del profesor Daniel Innerarity. Su escritura sobria --y, a la par,
pedagógica y profunda-- hace que espere la lectura sabatina de sus artículos en
La Vanguardia. El periódico encima de la
mesa, el lápiz colorado para subrayar y los ojos abiertos como platos. Nunca
debe leerse en diagonal, una
costumbre pija e interclasista. Tan solo me tomo una licencia ´de
acompañamiento´: como música de fondo pongo lo primero que encuentre de Mozart.
Innerarity
escribe hoy sobre Gobernanza algorítmica (1). Palabras mayores. Uno de los elementos
centrales del artículo dice así: «La gobernanza algorítimica no constituye una
amenaza para la democracia porque condiciona nuestras decisiones sino, sobre
todo, porque se desentiende de nuestras decisiones futuras». Es necesario darle
vueltas a la cabeza para sacarle jugo a la frase que –me imagino-- no ha sido escrita al tun tún sino
despaciosamente.
En
cualquier caso entiendo que a Innerarity le ha faltado espacio para tratar
sobre un tema de gran relevancia: el algoritmo, como artificio, no es neutral
en sus indicaciones, es concretamente el resultado de una serie de variables
matemáticas que se han elaborado –bien por encargo o motu proprio-- en busca de un objetivo predeterminado. Así
pues, el algoritmo es una construcción ancilar de aquello que se busca. Por lo
que sacar conclusiones sobre la gobernanza de ese tipo sin tener en cuenta
dicho carácter ´de servidumbre´ es, en mi modestísima y atrevida opinión, algo
que merecería mayor reflexión.
Me
permito un ejemplo concreto: conozco a un experto de fama mundial en el mundo
de la construcción de algoritmos y cosas similares; mi conocido fue contratado
para construir esos artificios en un famoso casino de Las Vegas. Obviamente el
encargo que tenía era que las maquinillas del dinero dieran la suerte, gracias
a las variables del algoritmo matemático, con muchísima mayor frecuencia y
cantidad a la casa antes que al jugador. El
negoci és el negoci.
1)
Daniel Innerarity:
https://www.lavanguardia.com/opinion/20210731/7636808/gobernanza-algoritmica.html