lunes, 28 de febrero de 2022

Feijóo, el Deseado


 

No son pocos en el Partido Popular los que confían sus atalajes a la mano ducha del gallego Feijóo. De este caballero se espera algo más que un milagro, esto es, la resituación del partido en ese espacio invertebrado que es el centro político. Pero Feijóo sigue resistiéndose a dejar las verdes tierras de Galicia. Posiblemente haya algo más que le hace titubear: sabe que tiene un flanco débil que sus adversarios explotarán a fondo, vale decir, sus amistades peligrosas de hace años. Por otra parte, debe conocer las entretelas del partido desde el cabo de Gata hasta Finisterre y desde Figueras hasta Isla Cristina. Así pues, no son situaciones que empujen a un hombre a dejar la seguridad relativa de ser presidente de una comunidad autónoma a ser un aspirante con posibilidades reales.

Un servidor entiende que el PP tiene muchas dificultades para ser, primero, un partido serio y, después, para ser un partido de derechas: este es un conjunto de retales diversos que se anulan entre sí.

Casado logró la presidencia del partido tras ver que su candidatura, en primarias, era derrotada por la de la Sáenz de Santamaría. La voz resentida de García Margallo se salió con la suya: «Cualquiera menos Soraya». Casado entró, pues, como segundo plato. Aquel congreso valenciano no cicatrizó las heridas y cada behetría siguió funcionando como siempre. Más adelante, el inesperado fenómeno de la Ayuso, fruto de aquella remanguillé, pilló a todo el mundo –peperos o no peperos--  con los pelos desordenados.

Tras la última gran crisis Casado aparece derrotado y humillado por sus mismos conmilitones. Sus tiralevitas fueron sus mismos justicieros. Y continuó el festival de conspiración endémica proliferando, además de los baronazgos, los cacicatos, curazgos y monaguillatos.

Mil cicatrices dejó el congreso de Valencia, mil desconchones está teniendo la caída de Casado. Demasiada carga para creer que no seguirán así las cosas. Ese partido seguirá siendo un conjunto de tapas variadas o un rotundo comistrajo. Lo cual, en los tiempos que corren, es un desastre.

Mejor que me equivoque.

jueves, 24 de febrero de 2022

No ha sido una traición a Casado, sino …


 

El joven dirigente se subió al carromato en olor de corrupción; el ya menos joven se ha bajado de la tartana también en olor de estercolero. Capicúa, una vida política capicúa. (Esta, capicúa, es una palabra que la lengua castellana debe al catalán: cap i cua, cabeza y cola). El joven dirigente llegó a la cumbre de su partido sin experiencia práctica, sin la adecuada formación intelectual y con una sospechosa titulación académica. Sus tablas fueron solo los dicharachos en los platós televisivos y los cortes de mangas verbales a sus contrincantes de tertulianaje. Hasta los últimos mohicanos saben que me estoy refiriendo a Pablo Casado, que fue hasta hace horas primer espada del Partido Popular.

Según la gran mayoría de comentaristas de babor y estribor la caída de Casado ha sido algo así como una «conjura de traidores». No digo que no. Pero hay algo más concreto. Dicha conjura, según otros comentaristas, ha tenido ribetes shakesperianos. Vendrán, posiblemente, quienes le den un tono más doméstico acorde con el macizo de la raza, aludiendo a la operación de Bellido Dolfos, hijo de Dolfos Bellido allá en el cerco de Zamora. No digo que no. Pero hay algo más concreto y, en mi modesta opinión, substancialmente diversa de los comentarios de esos analistas.

Esta es mi teoría: no ha habido «traición» de nadie del Partido Popular con relación a su jefe. No hubo nadie que se llamara Audax, Ditalcos y Minuros, los que asesinaron a Viriato, pastor lusitano. Todos aquellos que han provocado, directa o indirectamente, la  defenestración de Praga, digo de Génova, lo han hecho en clave de autodefensa y, por ende, en defensa del PP. ¿Por qué? Porque a Casado le llegó un panel de rica miel en forma de memorial de las trapacerías del hermano de su compañera de partido y, sin embargo, tenaz adversaria, la señora Ayuso. (Si hubiera sido otra persona dicho expediente ni siquiera hubiera llegado a manos de Casado, entiendo yo). Por fin el caballero Casado se vio citado como aquel «Helo, helo, por do viene / el infante vengador». Por fin tenía el ya menos joven Casado un papel para meterle un puro a la montaraz Ayuso. Insisto: si hubiera sido otra persona, hubiera mirado para otra parte. Pero, tratándose de su adversaria, intenta borrarla del mapa. Es aquí, en ese aspecto, cuando la amplia y confusa dirigencia del PP siente que se abre un precedente y se abre el camino –no a la traición--  a la autodefensa de cada cual. Es, eso sí, la conjura por la salvación de cada uno, por  la defensa de su propia corrupción o corruptela, por su propio momio o tarugo.

Es sólo una teoría, no una especulación. Mientras tanto, miro a lo lejos de la Vega, más allá de Fuentevaqueros, y recito para mi coleto: «En la mitad del barranco / las navajas de Albacete…»

lunes, 21 de febrero de 2022

Meditaciones desde la Giralda sobre la derecha


 

Cuando el latifundio del Partido Popular decidió ser el granero de Vox,  sus capataces creían que, de esa manera, lanzaban una opa a los manijeros de Santiago Abascal. Lo curioso es que, al menos públicamente, ningún notable de las gentes de Casado alertaron de lo ruinoso que aquellos chicoleos. El tiro les salió por la culta.

En todo caso, en alguna rara ocasión algún que otro barón lanzaba un críptico mensaje reclamando un viaje al centro, ese punto imaginario que es tan misterioso como la raíz cuadrada de menos 1.  De aquellas orientaciones del grupo dirigente del PP, del silencio del sector moderado y del culto a la personalidad de Casado vinieron estos lodos.

Claro, estamos ante un problema del Partido Popular. Pero, ante todo, esa inestabilidad, esas escaramuzas son una potente interferencia en la política española. Ese ir de mazo en calabazo solo tiene un beneficiario, Vox. Lo que en  estos casos no representa una novedad histórica: cuando las derechas han jugado con fuego y su combate contra la izquierda ha tomado esos rasgos broncos, la caverna fue engrosando su patrimonio. Más todavía, cuando la derecha quiso ser como la rosa de Alejandría --blanca de noche, rosa de día,           que en este caso sería derechita de noche, facha de día— Vox se convirtió en un considerable almacén.

No sé cómo acabará esta historia. La política española está llena de fenecidos y resucitados. Pero sea como sea, lo de ahora es –o puede ser--  un desastre.  Porque aquí todo es chocante desde Indíbil y Mandonio: lanzas una opa y el opado te la devuelve y encima se come tus higadillas.

miércoles, 16 de febrero de 2022

¿Qué ha pasado en los campos de Castilla?


 

Los analistas más templados de la prensa española coinciden en el análisis de los resultados de las recientes elecciones de las tierras de Alvargonzález. Se trata de una situación  paradójica: el Partido Popular, vencedor de estos comicios, ha sufrido un fiasco de tomo y lomo, ahora es rehén de Vox. Lo tiene atrapado por el escroto, la garganta y el dedo gordo del pie derecho. (La taberna en manos de la caverna).  Y, a partir de ahí, dichos comentaristas se extienden en toda una serie de consideraciones de la mayor importancia: ¿pactará la taberna con la caverna? ¿Dará Casado la definitiva carta de naturaleza a Vox para que entre en las instituciones? De momento lo único que hay es la verborragia pepera para ir avisando al personal.

Este análisis de los comentaristas políticos entra en el fondo de la cuestión política general. Lo comparto. Ahora bien, a la izquierda le viene como anillo al dedo porque no sitúa los motivos del descalabro de la izquierda. Estoy por apostar con quien sea que este será el argumento central del PSOE y de la coalición Podemos—Izquierda Unida; el argumento central y único. El empirismo manda: nunca las fuerzas políticas –y por extensión las izquierdas--  han analizado los estropicios que han sufrido. Siempre han salido por peteneras. Y me parece cansino y repetitivo plantear que si no se analizan las cosas a fondo irán de hecatombe en hecatombe hasta el juicio final.

¿Qué han hecho –o no han hecho— las izquierdas en la tierra de Alvargonzález para, después de una labor fecunda en la esfera económica y social por el gobierno Sánchez, hayan sufrido tal descalabro? Más todavía: Vox responde a toda una serie de fenómenos que azotan Europa y el mundo occidental, pero qué rasgo propio, qué especificidad tiene esa caverna en España? No vale decir tópicos, por eso me callo. Pero alguien –desde la política, desde la izquierda--  debe arriesgarse a proponer, si no una foto, al menos un daguerrotipo de tan inmensa patología.

Bastante tengo yo con mis alifafes.

domingo, 13 de febrero de 2022

Elogio fundamentado del sindicalismo


 

Bien ganado tiene el sindicalismo su actual prestigio. Hasta donde yo recuerdo –estoy rondando los ochenta años— no encuentro en mi memoria una fase sindical tan eficaz como esta que estamos viviendo. El sindicalismo confederal ha tejido una red contractual que mitigó los terribles efectos de la pandemia, ha negociado importantes acuerdos en pensiones, salario mínimo y la arquitectura de la reforma laboral. Durante este último periodo ha sido un sujeto que ha demostrado la bondad del acuerdo y la eficacia de ese estilo.

Es cierto que el  sindicalismo ha escrito páginas en los últimos cincuenta años que podrían figurar en los cantares de gesta de la lucha por la humanización del trabajo y la conquista de la democracia en España. A esos momentos, en todo caso, habrá que equiparar el estado en que se encuentra ahora el sindicalismo. Sin embargo, estoy convencido (salvo que se me corrija juiciosamente) de que en estos dos últimos años el verbo se ha hecho carne con mayor eficacia que nunca. Más incluso que la de aquellos cantares de gesta.

Es más, después de constatar que no tenía los aliados suficientes para la derogación de la reforma laboral, tuvo la valentía de entrar en el proceso de negociación que ha dado un buen resultado. Y todo indica que se dispone ahora a –sacando de las novedades de la reforma— avanzar en la construcción de nuevos derechos de ciudadanía social, dentro y fuera del ecocentro de trabajo, acordes con el proceso de reestructuración e innovación de los aparatos productivos y de servicios en esta fase de globalización de la economía y de sus vertiginosos cambios tecnológicos.

Francamente, mi quito el sombrero. Y me uno a la alegría de esos veteranos que están en la foto: la Muchacha del 78, Javier Sánchez del Campo y el ochentón que les acompaña.  

jueves, 10 de febrero de 2022

Casado, échale guindas al pavo


Escriben Rómulo y Remo

 

En estos momentos la noción de la derecha liberal española, siempre tan dificultosa en nuestro país, va palideciendo. Con sus achaques y algunas rémoras del pasado, aquella referencia política que ha sido el PP, central en la política española de las últimas décadas, se va desfigurando, en ocasiones presentando la imagen del grito de los cuadros de Edvard Munch. Lo que parecería --a la espera de confirmarse de manera definitiva--  otra refundación del PP está siendo pilotada por su nuevo y juvenil grupo dirigente, Pablo, conocido ya como “El Irritado” Casado y el juguetón Teodoro García Egea. Este dúo, cada vez más cercano al Hernández y Fernández de la política española --remedo de aquella pareja inefable de las Las Aventuras de Tintin y Milou del dibujante belga Hergé-- va buscando un camino que cada vez más muestra que Génova brujulea, va embarrando el patio del Congreso, va haciendo apuestas enloquecidas como quien visita por primera vez las domingueras carreras de caballos.  

Pero ni el lanzador de huesos de aceituna, como fiel escudero, ni el quijotesco neo rrural con Chaqueta de montería Hunterteam, mostrando la etiqueta por debajo de la manga, dan con la tecla. El afinamiento de la orquesta no llega. El virtuosismo de la solista madrileña, con su mirada rectilínea, no responde a la batuta. El moderado churchilliano pausado se dedica a observar la obra de Matisse desde Finisterrre. El risueño sureño, con vacas o sin ellas, pide que el machete electoral castellano-leonés le despeje la vereda. El próximo domingo tendrá la respuesta de la estrategia mañueca. Semejante enredo podría resolverse o no. En todo caso, hoy el grupo dirigente de la derecha española, cada vez más lejos de eso tan volátil que llamamos “centro”, teme. ¿Quién teme la lana verde de Virginia? 

Mientras recorre, disfrazado, las machadianas tierras de Castilla, Casado va echando otras guindas. Busca el liderazgo, prematuramente envejecido, en la fría Bruselas, con escaso público que aplauda y recibiendo cartas de amonestación. Busca el resuello a la sombra de un árbol que lo cobije de la abrasadora realidad: el gobierno de coalición en España, con sus problemas y contradicciones, no ha hecho estallar al país. Pero ha mostrado que no sólo la derecha sabe gestionar la economía. Pablo, échale guindas al pavo. 

En su viaje a alguna parte, Casado se encuentra sin casero, sin posada donde recuperar fuerzas. Cada vez más se detiene bajo la sombra del árbol que pertenece a la derecha i-liberal. Mientras pastorea los pavos de Otilio, otea el horizonte sentado en una piedra, busca en el morral (el modelo Tigernu-mochila escolar) un trozo de pan que echarse a la boca y valora en silencio la última decisión que debe presentar al Comité Nacional del partido: ¿Trasladamos la sede de Génova a Covadonga? De la respuesta dependerá que Casado no haga el pavo y pierda la letra y la música de una orquesta de solistas. 

 

 

Nota bene.---  https://www.youtube.com/watch?v=fMPI35xLGOU 

miércoles, 9 de febrero de 2022

La cara aterrorizada de Rufián


 

La cara de pánico del diputado Rufián cuando creyó que, tras su votación negativa de la reforma laboral, formará parte de la pequeña historia parlamentaria. Debió pensar que caería el gobierno de Pedro Sánchez, que su partido no pintaría ni una oblea y, peor todavía, que los de Waterloo le habían ganado el pulso a ERC. Aquella cara de pavor era, entiendo yo, la conclusión de una política irreflexiva y, más en concreto, la imagen del terror propio a la caja de Pandora que el mismo Rufián había creado. Una cara de pavor, hemos dicho, que paradójicamente ha provocado dos situaciones que incrementan las diferencias en el seno del independentismo. En concreto: la orden judicial para aplicar el 25 % del castellano en las escuelas y la posición ante la inhabilitación del diputado Juvillà (CUP). Lo uno y lo otro a pocos días de la cara descompuesta del mencionado Rufián. O, en otras palabras, a pocos días de que se aprobase la reforma laboral que ERC –no sólo ella— había denostado y votado en contra.  

Le vieron las fauces al lobo. Si la caverna y la taberna se hacían con el gobierno se les caería el pelo a los independentistas y Rufián tendría que tartamudear explicando por qué prefirió la reforma laboral de Rajoy a la del gobierno progresista. Y alguien, en las covachuelas de algún puente de mando, decidió que había que ajustar el timón en una dirección menos descabellada.

Antes de la cara aterrorizada el mismo Govern catalá se opuso, se habló de desobediencia y otras gesticulaciones estrambóticas a la orden judicial para aplicar el 25 % en castellano. Después –o sea ahora--  donde dije digo, digo Diego. Ahora acata, después de haber amenazado con la mundial, la orden sin rechistar. Naturalmente, nos felicitamos de ello mientras la cara de Rufián vuelve a sus colores normales.

Tres cuartos de lo mismo ha pasado con el diputado cupero Juvillà. El independentismo en bloque sacó pecho y amenazó con formarla; después de la cara pavorosa de Rufián, temiendo por las consecuencias de su voto, al pobre Juvillà solo le ha quedado el apoyo de la volcánica Laura Borràs.   

De donde se infiere que sutilmente la reforma laboral, además de los efectos positivos que ya hemos analizado en otras ocasiones, ha servido para que el independentismo se autocorrija un pelín. Solo un pelín.

 

Nota bene.--- Militantes comunistas vendiendo su prensa, Treball y Mundo Obrero, tras la legalización del Partido en la ciudad de Mataró. Como puede verse el quiosco tiene un diseño art decó, que fue muy celebrado.

martes, 8 de febrero de 2022

¿A quién representa el Partido Popular?


 

Desde que Pablo Casado se hizo con la dirección de su partido tengo la impresión que, en efecto, parece que se ha producido una cesura radical con los anteriores grupos dirigentes. ´Antes´, la dirección procuraba velis nolis ser un partido con un aproximado barniz europeo; ´antes´, la dirección hacía esfuerzos por representar a las clases empresariales. Ahora, el pintoresco grupo dirigente del partido rompe todas las convenciones sobre las relaciones de España con la Unión Europea, y si reiteradamente denuncia la gestión española de los fondos estructurales con la respuesta siempre contraria de Bruselas, quiere decir aristotélicamente que Casado o no se fía de ellos o cree que le están mintiendo. A cada denuncia del PP, Bruselas responde, más o menos, que ´por qué no te callas´.  

Con todo, lo más llamativo para mi paladar es que nadie sabe qué intereses y qué clases o grupos sociales defiende el grupo dirigente del PP. Desde luego, no al empresariado ni a la empresa española, siendo esa ausencia de representación muy llamativa en las burguesías periféricas. Hoy por hoy me arriesgo a afirmar, sin tartamudeo alguno, que la burguesía española no está representada por los partidos de la taberna y la caverna.

Casado y sus atalajes (me estremezco ahora sabemos que el diputado Casero --«Dios mío, la que he liado»-- es la mano derecha de Teodorico)  no representan clases, sino grupos e intereses invertebrados, y desde Gramsci sabemos que «una masa no se ´distingue´ y no se hace ´independiente´ sin organizarse».  Por lo que el Partido Popular de estos días no es estos días ni siquiera el de Rajoy. Es una partida de ideas gaseosas con un sólo hilo conductor: todos contra este gobierno de comunistas, independentistas y demás islas adyacentes; todos contra este gobierno; todos contra la tabla de logaritmos.

Es cierto que el tiempo cura todas las heridas, pero el quilombo de esos caballeretes  de la calle Génova contra la CEOE tardará un poquito en cicatrizarse. Y es que Casado, Teodorico y Casero se están enfrentando contra demasiada gente y al mismo tiempo. Demasiada arrogancia ignorante.

Lo que me recuerda mis años mozos. Yo repetía petulantemente en casa: «Hay que luchar contra todos los monopolios». El maestro confitero Ferino Isla,  -- en la foto-- mi padre adoptivo, contestaba: «Sí, pero uno después de otro; no tós al mismo tiempo». Reformismo fuerte.  

viernes, 4 de febrero de 2022

Contra los hunos y los hotros ya tenemos la reforma laboral.


 

No insistiré acerca de la bondad de los contenidos del importante acuerdo tripartito (sindicatos, patronal y gobierno) ya convalidado en las Cortes. No lo haré porque voces tan autorizadas como las de Antonio Baylos, Isidor Boix, Joan Cosubiela, Quim González y Nicolás Sartorius, entre otros, han escrito y conferenciado sobre dicha cuestión. Ahora bien, me permito una coletilla que no ha sido vista todavía: el acuerdo tripartito ha puesto, además, los andamios para la construcción itinerante de un nuevo cuadro de relaciones laborales y derechos sociales acordes con el proceso de innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Es decir, además de recuperar las cuadernas que demolió Rajoy, abre unas perspectivas de renovación. Eso demuestra la utilidad y la eficacia de labrar consensos entre los distintos al tiempo que censura el improductivo chillerío y la retórica de mostrador de taberna de quienes se han opuesto a tan importante medida.

Pero, antes que nada, hay que deshacer esa matraca que han abierto la caverna y la taberna: el voto del diputado del PP cacereño (un caballero que ha tenido sus más y sus menos con la Justicia) debe contabilizarse como negativo al ser –afirman sin haber estudiado técnicamente el caso— un «fallo técnico». La sombra de aquel Trump es alargada. Pero no cuentan que los votos de los dos diputados de UPN, que traían el mandato de votar afirmativamente, fueron interferidos por metafóricamente por el espíritu de aquel Tamayo. Con todo, tenemos reforma laboral a pesar de los hunos y de los hotros.

A pesar de Esquerra Republicana de Catalunya. Es una organización que hoy se empeña en recordarnos que sigue siendo aquella ERC que dio los votos para que Jordi Pujol fuera investido presidente en vez de Joan Reventós. Que se opuso militantemente contra la gran huelga general de aquel 14 de diciembre famoso. A mí no me lo han contado, yo lo viví personalmente.

Tengo amigos que no encuentran explicación seria a la decisión del grupo—Rufián de votar en contra. Confieso que yo tampoco las encuentro. Pero aquí lo que importa son los hechos. Hechos tozudos que sitúan en la votación a ERC, la caverna y la taberna en el mismo tugurio.

El pintoresco Rufián se estira y retóricamente sanciona: que coincidir con la CEOE, el Banco de Santander y Ciudadanos  explica la maldad del acuerdo tripartito. De te fabula narratur, Rufian:  ¿y por qué no te aplicar el chascarrillo, tú que coincides con el PP, Vox y lo mejorcito de cada casa.

El clásico preguntó ¿qué hacer? Doctores tiene la iglesia, buenos doctores. Ellos saben por experiencia propia que hay que organizar tamaña conquista, que es imprescindible elevar la afiliación estable a las organizaciones sindicales. Saben, además, que se han sentado las bases –los andamios, decíamos antes— para  humanizar el trabajo, según enseñaba nuestro Bruno Trentín.

Post  scriptum.---  Estoy tan contento que mientras me tomo unas copitas de cava Parapanda (gran reserva) me pongo a cantiñear Los campanilleros por la madrugá.

miércoles, 2 de febrero de 2022

La mancha de la mora con otra verde se quita, según Laura Borràs


 

Es una lástima que la palabra «suripanta» haya caído en desuso. Cuando yo era niño chico santaferino, en la Vega de Granada se utilizaba con frecuencia. Sin ir más lejos, en mi casa siempre se dijo que B* era una suripanta.   O sea, una mujer despreciable y ruin. Para los hombres se reservaba, en igualdad de condiciones, como un «ejfaratao»; es decir, por lógica de la evolución del lenguaje, un desbaratado.  

Pena, como digo, que se hayan perdido tan expresivos vocablos.

Pues bien, yo entiendo que la Presidenta del Parlament de Cataluya es la mayor aproximación posible a las cualidades de suripanta. Ustedes conocen que esta señora ha decidido que se suspende toda actividad parlamentaria durante dos días. Sabe lo que se hace porque los letrados se lo han advertido. Ojito con lo que haces, puedes acabar en la cangrí. Los motivos suripantescos de doña Laura Borràs (que así se llama) están en su rechazo a la desposesión de un diputado de la CUP por la Junta Electoral Central.

Distintos analistas hablan de profundo error, de otro disparate del independentismo, de más madera retórica para que se empalme el amorcillado ánimo secesionista. Pues, no: por ahí no van las cosas, entiendo yo. Si aplicamos el mandamiento de la navaja de Occam –siempre la hipótesis más sencilla--  caeremos en lo siguiente: lo que quiere la Borràs es que la emplumen para que se entierre su cuenta pendiente con la Justicia por corrupción, por choricilla, y no de Cantimpalo. De esta manera –tal como enseñaba la copla de Pepe Marchena-- «la mancha de la mora con otra verde se quita».

Vamos, tres cuartos de lo mismo del ardor guerrero y viajero de ese borrachuzo convicto y confeso que es Boris Johnson.  Así pues, no me sean ingenuos: la contumacia de Borràs tiene otra explicación que la dada por sesudos analistas políticos.