Miquel A.
Falguera Baró
Magistrado especialista del Tribunal Superior
de Justicia de Cataluña
1. Las sabias palabras de Eleuterio Quintanilla
“En
todos y cada uno de los ramos de trabajo se operan de continuo transmutaciones
decisivas en vista del objetivo final que las distingue respectivamente. El
movimiento obrero sigue como la sombra al cuerpo, a través de la historia,
estos cambios de los modos de producción. El medio económico aparece así
determinando inflexiblemente las características de la organización proletaria.”
Las
anteriores frases pueden parecer hoy desfasadas en su estilo. Pero situémoslas
en su contexto: las dijo Eleuterio
Quintanilla, uno de los personajes más fascinantes
del movimiento obrero español; un anarquista “de toda la vida” (de
cuando los anarquistas eran anarquistas) y un ejemplar pedagogo. Fueron
pronunciadas en el Congreso de La Comedia en Madrid en 1919, abogando por las
federaciones de industria –y no, los sindicatos de oficios-, como había ya
hecho la CNT de Cataluña en el Congreso de Sants.
Y cabe recordar que sin este último es
imposible explicar el éxito de la huelga de la Canadenca, una huelga general en
Barcelona de varias semanas de duración y que finalizó con una asamblea en la
plaza de toros de Las Arenas con más de veinte mil asistentes (porque, si
alguien lo ha olvidado, la democracia participativa desde abajo tiene una larga
tradición en nuestro país) y la fugaz consecución de la jornada de ocho horas
diarias. En el congreso de La Comedia Quintanilla propugnó también la
unión orgánica con la UGT (y fue un firme defensor de la no integración en la
III Internacional).
Hace casi cien años nuestro antiguo
sindicalista abogaba, en unos momentos en los que el taylor-fordismo empezaba a
implementarse en nuestro país en las grandes empresas –especialmente, textiles-
por adaptar el sindicato a la nueva realidad productiva. Su argumento era
simple y lógico (aunque cabe decir que también fue derrotado): es el sindicato
quien se adecúa a la realidad de la empresa, y no al revés.
2. Cien años después… un libro
Pasado un
siglo desde que nuestro viejo militante anarquista pronunciara la sentencia con
que se inician estas reflexiones, José Luis López Bulla en el libro
recientemente publicado “No tengáis miedo a lo nuevo” (Plataforma
Editorial) se dirige al sindicato y le reclama con reiteración que “abandone
el contagio del taylorismo”, que dé un salto adelante y sepa reorientarse
ante el nuevo paradigma del trabajo, tanto en su discurso como en su
organización. Y lo hace acompañado de dos buenos amigos: Antonio Baylos,
como prologuista, y Javier Tébar. Un jurista y un historiador del movimiento
obrero. Obviamente no se trata de una coincidencia. Aunque a veces el
sindicalismo no sea consciente de ello, su papel central en las sociedades
modernas comporta una relación simbiótica con el mundo de los saberes. Y entre
las disciplinas más cercanas se cuentan obviamente el iuslaboralismo y la
historia del movimiento obrero
Antonio Baylos en su prólogo no se
limita a glosar la figura de José Luís López Bulla y su relación personal,
avanza los posteriores contenidos y, especialmente, propone una serie de
reflexiones personales sobre la más reciente evolución del Derecho del Trabajo
en un interesante diálogo con los autores. Por su parte, Javier Tébar plasma en
la segunda parte del libro una profunda reflexión sobre el desarrollo de las
sociedades capitalistas en los últimos decenios, tras el fin del “ciclo largo”
(que en occidente se extendió desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta
bien entrada la década de los setenta, aunque en España su duración ha sido
mucha más corta), en una tendencia muy similar a la que recientemente ha venido
siguiendo el maestro Josep Fontana (porque, como señala Javier, la finalidad
del historiador es ayudar a leer el presente desde el pasado y no, como está
tan de boga actualmente, reescribir el pasado en base al presente). El elemento
más novedoso desde mi punto de vista de esta segunda parte del libro son las
reflexiones que se contiene sobre la evolución del trabajo y el sindicato en el
marco de la denominada “Tercera Revolución Industrial”, poniendo en evidencia
el error conceptual de buena parte de los mantras neoliberales sobre el fin del
trabajo y el de las organizaciones obreras.
3. Las reflexiones de José Luis López Bulla
Estoy seguro que no me indispondré con
mis buenos amigos Antonio Baylos y Javier Tébar si dedico buena parte del
análisis del libro recientemente publicado a la parte escrita por el ex
secretario general de Comisiones Obreras de Cataluña. En todo caso, me parece
evidente que es algo trascendente que quien tuvo altas responsabilidades en un
sindicato se dirija a los sindicalistas actuales haciéndoles propuestas de
futuro. Una propuestas que no son en puridad las de un outsider, sino de
alguien que, estando medio fuera/medio dentro, intenta aconsejar como un amigo;
y cabe recordar que un buen amigo no es aquel que cuando hacemos mal las cosas
nos da la razón, sino quien intenta hacernos ver nuestro error. No se trata de
sentencias de “jarrones chinos”, ni tampoco de admoniciones amargas de la vieja
guardia (algo lamentablemente muy común en la izquierda de este país). Bien al
contrario, desde su “retiro” físico en Pineda “de Marx” –o desde su residencia
virtual en Parapanda- José Luis se dirige en una relación cuasi filial a los
sindicalistas actuales, limitándose a hacer reflexiones personales. Sin imponer
nada. Y, lo que es más importe: sin críticas de tipo alguno. Su consejo último
da título al libro: no hay que temer a lo nuevo, sino adaptarse a ello desde
los valores alternativos del sindicato. El espectro de Eleuterio Quintanilla
ronda por ahí. Nada extraño, si se tienen en cuenta las conocidas influencias
que sobre el autor del libro aquí glosado tuvieron en su momento los viejos
militantes anarquistas.
Las
reflexiones de José Luis sobre el futuro del sindicalismo–en buena parte, una
especie de resumen de las que efectúa periódicamente en su blog Metiendo
bulla– pivotan sobre varios ejes. Así, después de revindicar –con lógico
orgullo- el papel del sindicalismo en la conquista de la civilidad democrática
moderna y caracterizar el nuevo paradigma, el autor fija su atención sobre una
serie de hilos argumentales muy definidos.
En primer lugar, se parte de la
evidencia de la nueva realidad del mundo del trabajo, donde el fordismo se está
convirtiendo en herrumbre; aunque no así, el taylorismo que, según el autor,
sigue muy vivo (en una afirmación reiterada que prometo discutir con él en el
futuro, en tanto que creo debería ser matizada: el taylorismo está mutando). En
ese marco se sitúa un cambio del modelo productivo en curso que va acompañado
de otros fenómenos, como la globalización y la interdependencia de la economía,
así como la eliminación de progresivos controles internos y externos, como
ponen en evidencia las más recientes reformas laborales. Y en esa tesitura se
constata que aunque el sindicato (y la izquierda) se ha opuesto al cambio de
paradigma, ha sido incapaz de construir un discurso alternativo, más allá de la
literatura congresual, sin plasmación efectiva en la negociación colectiva.
Tras dicha reflexión se formula la gran
propuesta: el “pacto social por la innovación tecnológica”, lo que se plantea
no tanto desde la perspectiva de la concertación social “cupular”, sino abierto
a la sociedad. En consecuencia, un itinerario para el sindicato que le permita
superar su mera posición de “receptor/moderador” de la organización del trabajo
en la empresa, para pasar a construir una alternativa propia. Y ello a efectos
de una posible codeterminación –que no, cogestión- en la empresa, con una
relación permanente con los saberes, tanto en la esfera colectiva de la
organización como en el ámbito individual de cada persona asalariada. Se trata,
en definitiva, de “humanizar” el trabajo (por tanto, convertirlo en aquello que
debe ser: la forma privilegiada de autoemancipación de los ciudadanos), en una
idea con clara matriz “trentiniana”.
Esa propuesta se vincula con la propia
estructura del sindicato y su forma de representación. Aquí el autor constata
que el modelo “interno” del sindicato sigue siendo básicamente el mismo
del que se auto dotó en los inicios de la Transición, lo que genera problemas de
conexión con una población asalariada que ha mutado a lo largo del tiempo,
afectando sensiblemente a la representatividad. Y al hilo de esa reflexión se
aboga, además de reiterarse la vieja idea “lopezbulliana” de reforzar el
sindicato en detrimento de los organismos unitarios, por una nueva forma de
participación de los afiliados (caracterizándose como el “sindicato de los
trabajadores”, en lugar del “sindicato para los trabajadores”) en el día, a
través de las nuevas tecnologías. Y, en el último tranco expositivo: se
contienen las imprescindibles reflexiones sobre el ejercicio del conflicto en
el nuevo paradigma tecnológico –otra de las grandes preocupaciones añejas del
autor-.