Dejé escrito en el Primer Congreso de Comisiones Obreras de Catalunya (Mayo de 1978) lo que me propongo desarrollar a continuación. Quien quiera comprobarlo no tiene más que ir a “las fuentes”: los documentos congresuales aparecieron publicados por la Editorial Crítica, 1978. He vuelto a leerlo y, en lo que atiene a las presentes reflexiones, no veo nada que corregir, aunque sí mucho que ampliar.
1.-- Entro abruptamente en la cuestión sin ningún tipo de perifollos: existe una relación inversamente proporcional entre los piquetes y la fuerza organizativa estable del sindicalismo, esto es: a mayor necesidad de piquetes menos fuerte –y, por lo tanto, más débil-- es la organización. Así pues, el piquete es la constatación de un problema organizativo que viene muy de atrás, que sigue sin resolver. Eso sí, el piquete tiene un pálpito romántico que poco tiene que ver con lo prosaico galdosiano del hecho de organizar, de tener una considerable fuerza estable que no precisa de instrumentos fugaces para la consecución de los objetivos que se propone. Ese pálpito romántico es el substituto de lo que distingue ontológicamente al sindicalismo a saber: que es una organización. Dígase, así pues, que el piquete es la expresión de la debilidad del sindicalismo. Es más, puestos a no dejarnos ya nada en el tintero: el piquete es también la expresión de los revoltés, no de los revolutionaires.
La investigadora norteamericana Beverly Silver ha estudiado en Le forze del lavoro. Movimienti operai ed globalizzacione dal 1870 (Mondadori, 2008) las formas de lucha de los trabajadores, en sus rasgos generales, a lo largo de todo ese itinerario. En aquellos tiempos lejanos los obreros en la manufactura expresaban su acción colectiva no tanto dentro de la fábrica sino en el exterior: la organización del trabajo no ofrecía, todavía, instrumentos particularmente ventajosos para la lucha, de ataque al poder del patrón, hecha la excepción de la huelga; de ahí que la movilización obrera tendiera a basarse en las relaciones sociales del y en el territorio: un ámbito social externo a la fábrica. El piquete de masas era el instrumento acorde con esa situación. Ahora bien, tras la consecución de importantes conquistas de poderes e instrumentos (no pocos de ellos con rango institucional) el sindicalismo confederal sigue utilizando, cuando es débil en el terreno organizativo, una técnica, digamos, decimonónica.
No fue lo que ocurrió, por ejemplo, el famoso 14 de diciembre de 1988, al menos en Catalunya, donde los piquetes se contaron con la mitad de los dedos de la mano. No había necesidad de ello, aunque no por la fuerza cuantitativa del sindicalismo (me refiero a la afiliación, considerablemente menor que la actual) sino por la asunción anómala --no quedó nadie sin adherirse a la acción-- que el conjunto asalariado y la ciudadanía hicieron de los objetivos de la protesta. De aquí que surja otro elemento: también la necesidad de piquetes es inversamente proporcional; cuanto menos es asumido el objetivo de la convocatoria más necesidad se tiene de instrumentos fugaces (piquetes) para realizar la presión. Pero, por lo general, existe una fuerte relación entre organización estable con amplia capilaridad social y la asunción que de un proyecto que motiva el conflicto social hace el conjunto o amplias capas de la ciudadanía. Con lo que volvemos al problema del nivel cuantitativo y cualitativo de la afiliación al sindicalismo. O sea, al vínculo estable, no al episodio fugaz de seguir la orientación del instrumento, también fugaz, que es el piquete.
Conviene reflexionar sobre el histórico descuido que sigue teniendo el sindicalismo confederal español acerca de la organización, del trabajo fisiológico, cotidiano de organizar. Un descuido que, además, viene de forma redundante a través de ese instrumento que es el comité de empresa, que ni es sindicato ni es organización. Una y otra carencia es el campo abonado para que, ante cada conflicto, tenga que recurrirse al piquete que, curiosamente, disfrazamos como informativo para no infundir sospechas. Porque, hablemos claro, si el piquete debe informar es que el sindicato no ha informado previamente; y si el piquete debe recordar es que no se ha hecho un trabajo, organizado sistemáticamente en ese centro y territorio, antes del día D.
2.-- Uno de los elementos que lógicamente provoca la santa ira de los sindicalistas es el feroz ataque que, desde diversos ángulos, se dirige contra el conflicto social y los sujetos que lo convocan. Por supuesto, cuestión diversa es la opinión crítica que, respetando las reglas democráticas y los usos de la discusión tolerante, se hacen contra el propio conflicto social y los sindicatos. Una y otra son cosas distintas, pero lo cierto es que ambas son infinitamente más poderosas mediáticamente que el espacio que se le ofrece al sindicalismo confederal. Pues bien, precisamente por ello –justamente porque ante cada convocatoria se repite esa cacofonía-- es necesario que el sindicalismo entienda que no dispone de otro instrumento mediático que el nivel cuantitativo y cualitativo de su afiliación estable, no del instrumento compulsivo del piquete. O lo que es lo mismo: los piquetes televisivos, radiofónicos y demás nunca podrán ser contrarrestados por los mecanismos fugaces que, en cada solemnidad, ponemos en funcionamiento, los piquetes.
3.-- Conclusión provisional: cuando encarte y me llamen volveré a salir de piquete. Pero seguiré escribiendo que desde ahora mismo hasta ese momento en algo nos hemos descuidado en los terrenos organizativos.
Radio Parapanda. Según Baylos hay que PENSAR PARA OTRO, PENSAR COMO SE DEBE