Pablo Iglesias el
Joven habla demasiado y demasiado mal. Cada vez que abre la boca sus parciales
se estremecen y otean el horizonte intentando saber cuántos votos ha
desperdiciado y cuánta gente no se adhiere a las candidaturas que parece patrocinar.
Es de una inmoderada facundia que necesita hablar por los codos no tanto para
explicar sus propias responsabilidades como para opinar sobre los quehaceres de
los demás. Todavía, es un poner, no nos ha dicho nada sobre la Agenda 2030.
Pablo
Iglesias es el narcisismo político por antonomasia. Esta es una cualidad que se
le ha ido acentuando con el paso del tiempo y en el ejercicio de sus altas responsabilidades
políticas e institucionales. Por lo general, este personaje –además de querer sorprender
al respetable— tiene el don de la más absoluta e irresponsable inoportunidad.
Pablo
Iglesias ha puesto en duda la «normalidad democrática» de España. Aquí se ha
pasado de rosca porque pone en tela de juicio si estamos en un Estado de derecho
o en el corral de la Pacheca. Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del
Gobierno, duda del diapasón democrático del Estado, del que es un alto cargo.
La verdad, sólo él sabe los motivos que le han llevado a afirmar tan caballuno
desatino.
Pero,
además, ¿qué utilidad electoral tiene para los suyos lo que ha dicho? En
principio, sus declaraciones favorecen especialmente a Waterloo y a los de Aragonès García. Es decir, a los rivales de la
candidata Jéssica Albiach, su teórica candidata en las elecciones del domingo que viene. Una
candidata batalladora que está presionada, de un lado, por el efecto Illa y, del otro, por la facundia de Iglesias. Y --pienso
yo-- sorprendida por la reincidencia del
jefe podemita en las lisonjas a Waterloo. Chocante, además, que en ese sentido
hayamos podido ver a nuestro hombre en plena coincidencia con los de Vladimir Putin: la
anormalidad democrática de España.
Jessica
Albiach necesita apoyos y, sobre todo, más apoyos tras esas declaraciones tan
erróneas, inoportunas y extravagantes.
Nota
bene.--- Cuando yo era jovenzuelo me extrañaba
que los dirigentes soviéticos, cuando había elecciones francesas, recibían por
todo lo alto en el Kremlin a Charles de Gaulle en vez de apoyar a sus camaradas
del Partido Comunista Francés. Jacques Duclos y Marchais eran ninguneados por Moscú. ¿Es eso lo que ha aprendido
Pablo Iglesias?
Post scriptum.--- «Lo primero es antes», nos enseña don Venancio Sacristán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario