No me consta que la generación fundadora de Comisiones Obreras tuviera conocimiento, directo o indirecto, de Giuseppe Di Vittorio. Ni siquiera nuestro Marcelino Camacho que siempre se autorretrató como `el más viejo del lugar´ estaba convenientemente al tanto de las propuestas del gran sindicalista italiano del que, dicho sea de paso, tenía un aire en su manera de ser y su relación con la gente. Sin embargo, podemos decir que no pocas cosas que plantea Di Vittorio, a lo largo de su fecunda vida, guardan una estrecha relación con la biografía de Comisiones Obreras. En ese sentido, los parecidos más visibles de esas (casi) vidas paralelas son, en mi opinión, las siguientes: 1) la independencia del sindicalismo, 2) su vocación unitaria, 3) la intervención en los asuntos generales del país, y 4) la forma-sindicato.
1. La independencia del sindicato
Conviene precisar los términos para evitar cualquier equívoco: el léxico que nosotros siempre utilizamos fue y es la `independencia sindical´, mientras que los italianos siempre usaron la expresión `autonomía sindical´(1) Por lo tanto, cuando un servidor hable de independencia está diciendo tres cuartos de lo mismo que la divittoriana expresión de autonomía. Nosotros, al igual que el sindicalista italiano, entendíamos que ser un sujeto independiente quería decir lo que sigue: a) que es él y sólo él quien elabora su proyecto contractual, b) quien decide las formas y el momento del ejercicio del conflicto, c) quien diseña sus prácticas organizativas y elige sus representantes, y d) quien mediante sus propios mecanismos se procura los medios financieros para la sostenibilidad de su funcionamiento. O lo que es lo mismo, quien pone en marcha la `fatiga de su proyecto´, por utilizar una expresión tan querida al inolvidable maestro Bruno Trentin.
Hablo enfáticamente: es el sujeto sindical --él y sólo él actúa-- quien actúa de esa manera. Lo que no quiere decir que estemos ante una cultura solipsista, introvertida, ensimismada. Lo que tampoco indica que sea un sujeto indiferente. Nuestras vidas (casi) paralelas –Di Vittorio y nosotros, españoles-- entendían que el sindicalismo es independiente de todos los poderes económicos, de todos los poderes del Estado y de todos los partidos políticos, incluidos los obreros. Es más, al igual que Di Vittorio dejó sentado en el Congreso de Viena de la Federación sindical mundial, nosotros afirmamos (en la famosa asamblea de Orcasitas, en abril de 1967) que estábamos hablando de una independencia que se refería a cualquier situación en el mundo, esto es, en no importa qué caracterización social del Estado.
Tengo la impresión de que esta manera de entender las cosas tenía una matriz: Comisiones Obreras –estoy hablando de sus primeros movimientos, que es cuando se elabora lo ya dicho— se caracteriza por ser un sujeto interno en el centro de trabajo. Es decir, no es un agente exterior ni un mediopensionista del colegio. Tampoco es un sindicalismo para los trabajadores sino de los trabajadores. Y si es un sujeto del interior del centro de trabajo es quien gestiona el vínculo social que recorre al conjunto asalariado de dicho centro de trabajo: un vínculo unitario en sus diversidades. En resumidas cuentas, la sofisticada elaboración que relata la Asamblea de Orcasitas es substancialmente la consecuencia de que aquello de quien se habla es un sujeto interno del centro de trabajo.
Ahora bien, los prolongados gestos de Di Vittorio en defensa de la autonomía sindical (y, según nosotros, independencia) de la Cgil que finalmente conducen al abandono (al menos teórico) de la `correa de transmisión´ del partido al sindicato nos vienen de perlas a nosotros, Comisiones Obreras. Estoy seguro que la dirección del partido comunista italiano hablaría con sus compañeros españoles y les pondrían al tanto. Y, picardías aparte, hasta es posible que les dijeran la manera de seguir funcionando como si no hubiera cambiado la cosa. En todo caso, de manera indirecta Giuseppe Di Vittorio nos quitó -- repito: en teoría— un problema o una parte del problema.
De todas formas, también es cierto que el partido nunca estuvo cómodo con la exhibición de Comisiones en torno a su independencia. Recuerdo perfectamente que en la primera conferencia, llamada obrera, del PSUC en los documentos propuestos figuraba una formulación programática un tanto curiosa: el sindicato es un sujeto independiente de los poderes económicos y autónomo de los partidos políticos. Como no se trataba de una errata, estaba claro que el redactor intentaba relativizar lo que, en aquellos tiempos, se llamaba las relaciones entre el partido y el sindicato. Es decir, el ponente de tan curiosa formulación pretendía que el sindicato fuera un próxeno del partido en la cuestión social. Debo aclarar que, no obstante, la discusión obligó a retirar la `perla´ y volver a la formulación tradicional de Comisiones Obreras.
Así pues, tengo para mí que nosotros tenemos una especial deuda con Giuseppe Di Vittorio. Desde luego, había que ser extremadamente consciente y riguroso para dar la batalla no sólo a dirigentes políticos tan importantes como Togliatti y Amendola sino a toda una tradición leninista, hegemónica en la tradición comunista de entonces. Y según parece de ahora también, vistas las asperezas de la Cgil con algunos grupos políticos ayer y ahora mismo.
2.— Nuestra vocación unitaria
El sujeto interno del centro de trabajo que apadrina la independencia sindical es, precisamente por ello, un elemento que construye la unidad social de masas, como expresión del vínculo social, unitario en sus diversidades, y, a partir de ahí, está en mejores condiciones para proponerse la unidad sindical orgánica. Cierto, no hay una relación inequívoca entre ser sujeto interno y la unidad sindical orgánica. Pero sí la favorece y sí está en las mejores condiciones para establecer unos grados de unidad de acción sostenible.
Debo repetir que nosotros no conocíamos la vida y milagros de Di Vittorio. Pero también en estos asuntos teníamos algo así como una especie de telepatía con el amigo italiano. Y aún diré más: en Catalunya la telepatía tuvo una mayor densidad. El gran padre de Comisiones Obreras de Catalunya, mi maestro Cipriano García, siempre ponía un gran énfasis en la unidad social de masas y su necesaria vinculación con el proyecto de libertad sindical y la unidad sindical orgánica.
Naturalmente partía del papel de los representantes de los trabajadores que mayoritariamente habíamos hecho entrismo en la Central Nacional Sindicalista, el sindicato-policía-capataz del franquismo. Si bien la utilización de los instrumentos y posibilidades legales, bajo el franquismo, era algo asumido por todas las Comisiones Obreras en España, es rigurosamente incontestable que las experiencias más plenas y fecundas se dieron aquí y en Andalucía.
En resumidas cuentas, estábamos haciendo casi lo mismo que Di Vittorio planteó en el Congreso de Lyón (Pci) por las mismas fechas en que un sindicalista catalán anarcosindicalista, Joan Peiró, planteara en tiempos de la dictadura del general Primo de Rivera.
3.— El sindicato interviene en todos los problemas de los trabajadores
Una de las caracterizaciones más llamativas de Comisiones Obreras fue su autodefinición como `sindicato sociopolítico´. Una formulación que nunca se dio así misma la Cgil, ni me consta, salvo error u omisión, en Di Vittorio. Aunque nos parecía claro que era todo un hallazgo (y, ciertamente, lo fue) también nos ocasionó, andando el tiempo, no pocos problemas, no pocas derivas extravagantes y disparates pansindicalistas. En todo caso, lo que se quería afirmar era que Comisiones Obreras debía tomar posición –y organizar el conflicto— en torno a todos los problemas que afectaban a la condición asalariada en cualquier esfera socioeconómica y sociopolítica.
Entiendo que el carácter sociopolítico era otra consecuencia del carácter explícito de la independencia sindical. Y en el fondo una cierta discontinuidad de la tradicional concepción de la II y III Internacional que dictaba: 1) la supremacía jerárquica del partido hacia el sindicato, y 2) la separación de roles entre el primero y el segundo. El partido, dicho desparpajadamente, era el capataz; el sindicato, se transformaba en un mandao. Digo que fue una novedad, aunque a decir verdad nunca planteamos explícitamente que no se admitía la primacía del partido ni tampoco que rechazábamos la división de competencias. Nos limitamos a intervenir en la práctica como iguales. Tal vez porque en plena dictadura la capacidad de abierta acción colectiva nos venía mejor a nosotros que al partido o, quizá, fuera una intuición camachiana. El caso es que, fuera como fuese, lo que fue seña de identidad primigenia prendió y en cierta medida abrió los postigos de la intervención sindical en una gran cantidad de problemas y situaciones. Lo paradójico del caso es que el partido político fue retirándose de la cuestión social hasta convertirse en un sujeto extrañado de la misma.
He dicho que no consta que Marcelino Camacho conociera incluso los momentos más estelares de Di Vittorio. Pero, como he dicho antes, la telepatía hacía ciertos milagros. Y al igual que el amigo italiano formulara el Piano del lavoro, para la reconstrucción de su país tras la guerra, Marcelino Camacho – recién salidos de la dictadura franquista-- propone, salvando todas las distancias, un cosa similar: el Plan de solidaridad contra el paro. Por las razones que fuere, Marcelino no tuvo los sinsabores del sindicalista de Cerignola, enfrentado a la dirección de su partido. Ni en público, ni que yo sepa, en privado Santiago Carrillo dijo nada que descalificara la propuesta camachiana.
En todo caso, esa formulación de sindicato sociopolítico tiene más vínculos con el posterior comportamiento de la primera parte de la biografía de Solidarnösc que con la acción general de la CGIL.
4.-- Algunos rasgos comunes de la forma-sindicato
Me atrevería a decir que el hilo conductor telepático que va de Di Vittorio a Comisiones Obreras es el carácter participativo del sindicato. En ocasiones he utilizado la expresión de democracia próxima, vecina. O, lo que es lo mismo, la asamblea instituida como elemento de legitimación de ese movimiento sindical de los trabajadores. Se diría que es la asamblea y los hechos participativos la fuente nutriente de la independencia sindical. Y, como remache, la no aceptación de nadie como sujeto que ostenta la supremacía.
Ahora puede parecer banal, pero en tiempos no tan antiguos el sindicalismo tradicional (o algunas expresiones del sindicalismo tradicional) no contaban con los desempleados como personas a encuadrar sindicalmente. Di Vittorio y nosotros pensábamos justamente lo contrario. ¿Cómo no iban a pertenecer a la familia los sujetos más débiles, los menos protegidos y más desamparados?
Ahora bien, si se me permite la impertinencia –tanto por los amigos italianos como los catalanes-- diré que no acierto a entender las razones que motivan el mantenimiento de la misma forma orgánica (me refiero a las formas de representación) del sindicato: la que telepáticamente idearon en su día tanto Di Vittorio como Marcelino Camacho. Con lo que ha llovido, con lo que sigue lloviendo...
Si convenimos que nos encontramos en un nuevo paradigma, totalmente distinto del que vivieron Di Vittorio y Marcelino, ¿cuál es la razón para que no surjan nuevas emergencias en la forma-sindicato, en la representación, en las estructuras? Dejo la pregunta en el aire cuando la tarde languidece y renacen las sombras y estoy moliendo café...
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(1) Al único sindicalista italiano a quien le oí hablar de `independencia´ (sólo al final de su vida) fue a mi amigo Claudio Sabattini, que fue dirigente de la Federación metalúrgica de la Cgil.