lunes, 28 de julio de 2014

SINDICATO EN LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA


Dolorosa nota editorial.--  El viernes pasado murió el maestro Carlo Bergonzi que, para un servidor, ha sido el tenor el siglo XX. Le llamábamos cariñosamente el Catedrático, de manera que sobran los argumentos para exaltar su voz. Lo que tal vez sea menos conocido es que siendo muy joven luchó activamente contra el fascismo; los nazis, precisamente por ello, le internaron en un campo de concentración. Honor y Gloria al maestro. Y, en su homenaje, van estas líneas.   

 

 

Como ya dije en «Mitificación de las luchas, infravaloración de las conquistas» estoy preparando un trabajo largo y tendido sobre la cuestión sindical. Aparecerá en este mismo blog dentro de unos meses. De momento ahí va otro anticipo que, una vez convenientemente adobado, formará parte de ese texto orgánico

 

Conviene leer atentamente el artículo Robots para la economía europea, firmado por Thiago Ferrer, aparecido en la sección Negocios del suplemento sepia de El País, de ayer domingo. Me imagino que, tras la lectura del mencionado artículo, los sindicalistas volverán a plantearse la relación entre estrategia sindical y la innovación tecnológica. Es un tema recurrente en estas páginas que, sin embargo, no acaba de cuajar en la conciencia real del sindicalismo confederal. Es cierto, figura en los documentos de las grandes solemnidades, pero a la hora de la verdad –esto es, cuando surgen las plataformas reivindicativas de los convenios colectivos de cualquier tipo--  se da un quiebro y el asunto queda para una próxima ocasión, que nunca acaba de llegar.


De la lectura del artículo sabemos que un cierto sector del empresariado más innovador, español y europeo, va a meterse de lleno en ese proceso de reestructuración e innovación. «No sólo para fabricar robots sino para integrarlos en la empresa». Y al mismo tiempo en dos direcciones: para integrarlos en sectores tan dispares como los agrícolas, los de servicios y los chirimbolos robotizados para el hogar. Por ejemplo, Marco Robotics es una empresa sevillana, cuyo producto estrella es un robot camarero. Lo que, indudablemente, pondrá los pelos de punta al sindicato de hostelería. [Cómo echarán la cerveza de barril esos chismes, es ya harina de otro costal].  

 

A mi juicio, es la hora de plantearse sin más dilación en algo que propuese en otros tiempos: El Pacto social por la innovación tecnológica, que –para no alargar más esta entradilla— indico que se encuentra en http://theparapanda.blogspot.com.es/2008/03/el-pacto-social-por-la-innovacion.html.

 



Radio Parapanda.





Paco Rodríguez de Lecea en: QUIENES SURCAN LA MAR MUDAN DE CIELO, NO DE ALMA y LIBERTAD Y DERECHO A LA INFORMACIÓN

 

Carlo Bergonzi http://www.youtube.com/watch?v=mr-iMo-zYCc. Aria de Il trovatore (Verdi)


 


jueves, 24 de julio de 2014

LA ORGINALIDAD DE PODEMOS Y UNA NOTA CRÍTICA



Nota. Antonio Baylos ante una placa conmemorativa de la enseñanza de Piero Sraffa en el Trinity College.


Tengo para mí que la originalidad de Podemos está en lo siguiente: es el resultado natural de una serie de  movimientos de masas –inicialmente descentralizados y sin jerarquías visibles— en torno a problemas cotidianos de gran envergadura, tales como la vivienda, la sanidad y la enseñanza, esto es, las vigas maestras del llamado Estado de bienestar. Todas ellas de gran repercusión nacional e internacional. Así pues, en la fisicidad de esas mareas se ha ido forjando gradual, aunque vertiginosamente, el fenómeno político de Podemos. Habrá que remontarse muy atrás para encontrar un precedente: del  cartismo inglés  y de las luchas sindicales nació en Labour Party.  Naturalmente con todas las diferencias de tiempo y espacio.

 

Este origen movimientista hace que Podemos sea un resultado natural de movilizaciones populares (algunas de ellas exitosas) y no sólo el fruto de un acuerdo por arriba de unas élites más o menos amplias. Ello le diferencia de la política al uso. Sus afiliados, por tanto, se sienten en cierta medida «padres constituyentes» del nuevo partido, pues quien más y quien menos se honra con su participación desde los primeros andares de las mareas y movimientos. Es por tanto una izquierda que no tiene en su origen  ninguna contaminación del «partido lassalleano», verticista y padre autoritario de su prole. Tal vez es «la cosa» que reclamaba mi amigo Javier Terriente en (1) En la izquierda. ¿Es necesario un nuevo sujeto político? y (y 2) En la izquierda. ¿Es necesario un nuevo sujeto político?.    

 

Sea como fuere soy del parecer que Podemos tiene una considerable preñez de la «izquierda libertaria» de la que con tanta insistencia se reclamaba Bruno Trentin. Oído cocina: la expresión y el concepto “libertario” tuvo en España muy mala prensa, pues su connotación fue distorsionada ad nauseam no sólo por las derechas de toda laya sino también por la izquierda socialista, socialdemócrata y comunista. Lo más amable que dijeron sobre esta izquierda libertaria fue que era una extravagancia. En todo caso, es cierto que en España esta izquierda no tuvo apenas relevancia política, ya que se mantuvo enclaustrada en ciertas expresiones del anarco-sindicalismo. De ahí que Podamos pueda ser la primera experiencia española de esa izquierda, que apenas si existió en nuestro país.

 

Sin embargo, la aparente extravagancia de Podemos radica en que no concibe la política en clave estatalista sino (según parece) orientada a intervenir en reforma de la sociedad civil. Lo que, en principio, la connota con unos ciertos toques  gramscianos. Esta es, a mi juicio, otra de las “anomalías” de Podemos una vez que la izquierda de toda la vida –no me gusta hablar de izquierda tradicional por el significado intencionadamente peyorativo que se le da a dicha expresión— ha dejado en el sótano a Gramsci y Trentin.

 

Dicho lo cual, séame permitido hacer dos observaciones en torno a Podemos que no tendrán la amabilidad de lo dicho anteriormente. Observo que esta formación tiene una visible auto referencialidad un tanto cargante y un cierto triunfalismo. De hecho ambas se inter relacionan. Hasta cierto punto son, por ahora, dos pecados veniales muy propios de de quienes de la noche a la mañana han dado un salto de proporciones formidables. Este es un engreimiento que conozco perfectamente, porque me lleva a los primeros andares de Comisiones Obreras ya en democracia. No pocos de nosotros –desde luego, yo no fui el último--  decíamos, y creíamos a pies juntillas, que nada se podía hacer si no habíamos puesto el sello. Lo nuestro fue una especie de acné juvenil que nos costó algunos sofocos; las generaciones posteriores que nos siguieron fueron más austeras…  

 

La auto referencialidad que expresa, sin decirlo explícitamente, que ellos y sólo ellos son la solución. Lo que es, a todas luces,  no sólo una exageración sino un error, cuya matriz esté posiblemente en el acendrado adanismo del movimiento 15 M.  El triunfalismo que, de no corregirse, podría llevar al traste a esta interesante (y necesaria) formación política. «Vamos a gobernar», insisten, aunque –a mi entender-- en una clave publicitaria. «Vamos a gobernar»: ¿en solitario, acompañados?

 

Nos felicitamos del nacimiento y de la parábola ascendente de Podemos. Ahora bien, deberían tener en cuenta lo que dejó famosamente escrito  Khalil Gibran: «En la cumbre de la montaña comienza la ascensión».

 

Radio Parapanda. MORIR POR LAS IDEAS por Paco Rodríguez de Lecea.


 

miércoles, 23 de julio de 2014

PODEMOS Y EL PARTIDO POPULAR



Los sistemáticos ataques del Partido popular y sus franquicias a Podemos, que no han hecho más que empezar, rayan en la locura. No pocos piensan que se trata de un error caballuno porque consiguen justamente lo contrario de lo que aparentemente persiguen: mayor entusiasmo en las filas de Podemos y nuevas adhesiones a esta organización. En efecto, una cosa es lo que dicen las encuestas, que auguran un ascenso –inquietante para algunos--  de Podemos, pero dichas encuestas indician un estado de opinión no irrelevante. Así las cosas, ¿qué interés tienen el Partido popular y sus franquicias en engordar a Podemos? Partamos, pues, de algunas hipótesis.

Aunque no está descartado que el Partido popular falle estrepitosamente en su reiterada campaña contra Podemos, no es concebible que sea tan rematadamente torpe y esté interesado en engordar a la nueva formación política. Debe haber gato encerrado. Y si el gato está de esa manera, tal vez sea oportuno indicar algunas hipótesis que expliquen la postura del Partido popular.

Rajoy y sus franquicias dan por sentado que Podemos puede dar el campanazo, consiguiendo atraer votos de los cuatro puntos cardinales de las izquierdas. De este modo –supondrían las derechas españolas--  las izquierdas verían mermadas su representación y representatividad. Pero este ascenso, por importante que fuese, no daría más izquierda en el Parlamento. Hablando en plata, la hipótesis de las derechas es que, en esa tesitura, ganarían las elecciones generales. Salvando las distancias entre estas elecciones generales y las municipales, por ahí deben ir los tiros del planteamiento de que en los ayuntamientos gobierne la lista más votada.

Quede meridianamente claro: no estoy insinuando, ni siquiera por asomo, de que haya un cambalache entre  Podemos y el Partido popular. Lo que estoy refiriendo atañe a la estrategia de la derecha española. Y, en ese sentido, poca cosa se le debe achacar a Podemos. A la que no se le puede pedir que templen su estilo para que cese la agresividad del Partido popular. Y, dicho sea de paso, tampoco sería buena cosa que el resto de las izquierdas –desde la moderación del PSOE hasta Izquierda Unida--  plagien la manera de ser de esta «izquierda libertaria» que representa Podemos. Utilizo la expresión «izquierda libertaria» en unos términos que recuerdan al maestro Bruno Trentin.

¿Qué hacer, pues? Doctores tiene la iglesia, que diría un devoto. Pero no somos partidarios de dar una larga cambiada. Primero, que toda la izquierda, también Podemos, sepa que el peligro real (y la hipótesis no descartable) es que si vence el Partido popular las políticas económicas y llamadas sociales seguirán su actual curso, sintiéndose relegitimadas las que han llevado a cabo en los últimos años. Más todavía, el Partido popular seguirá ocupando hasta el último resquicio del Estado. Segundo, las izquierdas nuevamente minoritarias donde se cuecen las habas seguirán siendo irrelevantes para proceder a los diversos desafíos que, con mayor o menor énfasis, proclaman. Dicho lo cual se corre el peligro de entrar en una especie de «imperfecta revolución pasiva», a saber: «la revolución pasiva, dice Gramsci, se produce a partir del bloqueo de una situación potencialmente revolucionaria, cuando ni las fuerzas de progreso ni las de la reacción consiguen hegemonizar el proceso. Una situación de este tipo suele desembocar en un acomodo, en una reconstitución de las clases sociales dentro de un nuevo orden capitalista», como nos recuerda Paco Rodríguez de Lecea en repetidas ocasiones. Hablo de «imperfecta» porque no estamos ante «una situación potencialmente revolucionaria», pero podría agudizarse el hecho de que la izquierda –peor aún si está dividida y derrotada nuevamente--  no pinte una oblea.

Hechas estas hipotéticas previsiones la izquierda debe partir honesta y realistamente de que ha sido derrotada, pero que tiene la voluntad de salir felizmente de ese hoyo. Para ello parece oportuno que la izquierda entierre la trágica postura de «mors tua vita mea». O sea, suba yo electoralmente a cambio de que te estrelles. Esto es el sorpasso inútil, que deja las cosas, como mínimo, igual que estaban. Igualmente parece conveniente que las izquierdas establezcan un «programa de mínimos común» frente (y contra) las derechas políticas y sus franquicias. Métase, pues, en el sótano el engreimiento de algunos, la pachorra de otros y las pocas luces del todos ellos. Y, sobre todo, recuerden lo que decía el clásico: «El objetivo de la medicina no son los médicos sino los pacientes», que –traducido a lo que nos interesa--  vendría a decir: la misión de la política no son los políticos sino la ciudadanía. Dispensen si chocheo, pero a mis ochenta años es una obligación tener algunas dosis de chochez.   

Radio Parapanda. LA DEMOCRACIA ES SUBVERSIVA y  LA POLÍTICA NO ES UN JUEGO DE ROL



domingo, 20 de julio de 2014

CAPITALISMO Y DEMOCRACIA



Sé de buena tinta que muy pocos sindicalistas leen las páginas sepia dominicales de El País. De manera que se pierden, entre otros, lo que escribe Antón Costas. Conozco desde hace muchos años a este catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.  Es un hombre templado, sabio y poco amigo de extremismos con una flema inglesa que va en dirección opuesta al griterío tabernario de los establos de Augías de éstos nuestros tiempos. Antón Costas es, además, presidente del Círculo de Economía barcelonés por lo que puede ser mirado (injustificadamente, añado) desde ciertos sectores con una cierta sospecha. Lean, lean sus artículos, y verán de qué pie calza este profesor.

En el artículo de hoy, domingo, arranca con este incípit: «El capitalismo ha vuelto a entrar en línea de colisión con la democracia» (1). Y sigan con lectura parsimoniosa, porque todo es de regadío.  Si lo hace de esa manera establezco esta hipótesis: los sindicalistas pueden abordar de la mejor manera, primero, contener el descenso de la parábola del sindicalismo y, segundo, iniciar los primeros pespuntes de un  proyecto unitario de largo trayecto.     




Radio Parapanda.  DEMAGOGIA CIENTÍFICA y PLAN PARA UN AÑO SIN ELECCIONES de Paco Rodríguez de Leca. 

miércoles, 16 de julio de 2014

SOBRE EL NUEVO SECRETARIO GENERAL DEL PSOE



Existe en algunos políticos una tendencia espasmódica a la profecía. Seguir los hechos, sacar de ellos sus pertinentes consecuencias no parece ser la siembra al uso, de manera que la posterior cosecha que se recoge es más propia de secano que de las tierras de regadío. En esta línea podríamos encajar las recientes declaraciones de un dirigente catalán que ha declarado bombásticamente: «Pedro Sánchez es una cara nueva que hará políticas viejas». Lo que, en verdad, parece ser más una profecía deseable que el sensato método de seguir los hechos. Por ejemplo, atreverse a decir: «Ya veremos, lo irán diciendo sus gestos, los hechos concretos».

Debo aclarar que a mis ochenta años es  difícil que me caiga de un guindo. Incluso me entran ganas de sospechar que dicha profecía pueda cumplirse. Pero eso tendría el vicio de caer en la apuesta profética. Cosa que me tengo prohibida por prescripción facultativa. Así es que lo mejor es aplicar el viejo consejo de aquel pre renancentista que aconsejaba a su almirante aquello de «non los agüeros, los fechos sigamos», según dejó en verso nuestro Juan de Mena en sus famosas Trescientas

El político catalán ha puesto los agüeros, el flamante secretario, todavía in pectore, nos ha dado dos hechos de no poca relevancia. Uno, ha reiterado que lo primero que hará el PSOE será «derogar la reforma laboral». Lo ha dicho el mismo día que el Tribunal Constitucional ha apretado nuevamente la tuerca. Dos, ha forzado a los eurodiputados socialistas españoles a votar en contra de Juncker en Europa. Dejemos que el escéptico al por mayor se encoja de hombros. Pero los que lo somos al por menor deberíamos decir: «Ahí, ahí te quiero ver, Sánchez». Y recordarle el juramento de Santa Gadea.

Más todavía, en lo atinente a la reforma laboral el escéptico al por menor debería plantear que, siendo importante el juramento de Sánchez, más lo es que toda la izquierda se implique cotidianamente, con hechos concretos –fuera y dentro del Parlamento--  en que, efectivamente, se derogue la reforma. Deteriorar el terreno para que el PSOE, si gobierna, no pueda derogarla, por acción u omisión, es apuntar aviesamente contra los derechos que llamamos sociales. 

En apretado resumen: no pedimos que se aplauda a Sánchez por sus recientes planteamientos. Mucho menos todavía el augurio de que va a incumplir su juramento. Por otra parte, el dirigente catalán debería colgar en una alcayata la temeraria sentencia de un dirigente comunista que en su día espetó a un grupo de intelectuales: «Camaradas, menos marxismo y más cojones». Manolo Vázquez Montalbán que lo oyó –y explicó a sus amigos--  pensaría para sus adentros que con esas alforjas no podía irse muy lejos.   


Radio Parapanda.--  http://baylos.blogspot.com.es/2014/07/humillados-y-ofendidos.html?spref=fb




viernes, 11 de julio de 2014

QUERIDOS AMIGOS: TEMPLE, MUCHO TEMPLE



Nota editorial.--  Nos ha dejado Fernando Soto, un hombre de mucho temple. Este es también un homenaje a su vida y obra.



Si repasamos las hemerotecas de los tiempos de antañazo, incluidas las gacetillas parlamentarias, veremos hasta qué punto las derechas políticas y económicas (con sus respectivas franquicias) se ensañaron de manera inmisericorde contra lo nuevo. Hubo quien envió a los mismísimos infiernos a Marx, quien demonizó el viejo anarquismo, quien convirtió la lengua y la pluma en puñales de doble filo contra cualquier anomalía emergente. No faltaron los que afirmaron, echando la cuenta de la vieja, que la reducción de la jornada laboral traería miseria y desolación. El resultado está a la vista: el fracaso más estrepitoso de los venales justicieros de taberna e, históricamente, la consolidación de algunas anomalías que vinieron para quedarse. El grito esperpéntico de la caverna --«a por ellos, que son de secano»--  vuelve a repetirse ahora. Vuelven a desenfundarse las navajas de Albacete contra lo que se entiende como una anomalía. Dos son los casos más llamativos: Podemos y el sindicalismo confederal.

A la nueva formación política que señala con el dedo la decrepitud, ya definitiva, de unas formas ýa caducas e insolentes y al sindicalismo que se ha negado a ser un compadre de las derechas económicas y políticas les caen los chuzos de punta. Más todavía, a entrambos parece acusarles algo que ya formuló Norberto Bobbio en Presente y porvenir de los derechos humanos: «El problema grave de nuestro tiempo respecto a los derechos humanos no es el de fundamentarlos sino el de protegerlos», al tiempo que proclama el viejo filósofo turinés acerca del carácter «subversivo de la democracia» porque ésta se construye desde abajo.

Sea como fuere, me resulta incomprensible que las derechas de toda laya se empeñen denodadamente en repetir hasta la náusea el viejo argumentario que siempre fracasó. Si fuese el «calumnia que algo queda» estaríamos ante una irrelevancia argumental que ni siquiera consolaría a la zoología derechista. Así es que tiene que haber algo más. Comoquiera que no se me alcanza a más, pido amparo a Javier Aristu y Paco Rodríguez por si pueden ayudarme en tan chocante cuestión.

De manera que, trayendo a colación el dicho aquel «del viejo, el consejo», recomiendo temple, mucho temple, los nervios están enfrente. 




Radio Parapanda.





LA CENTRALIDAD DEL TRABAJO

 

LA MUJER DE CÉSAR Y EL TRIBUNAL DE CUENTAS



lunes, 7 de julio de 2014

MITIIFICACIÓN DE LAS LUCHAS, INFRAVALORACIÓN DE LAS CONQUISTAS




Nota editorial.  Estoy preparando un trabajo largo y tendido sobre la cuestión sindical. Aparecerá en este mismo blog dentro de unos meses. De momento ahí va un anticipo, precisamente un fragmento del primer capítulo.



1. De entrada, el elogio obligado (y justo) al sindicalismo


1.-- Desde la legalización de los sindicatos (1977) hasta el estallido de esta crisis se ha producido el ciclo de conquistas sociales más importante en la historia de nuestro país. Tanto por su amplitud como por su importancia en la condición de vida del conjunto asalariado. Lo digo, sobre todo, porque nobleza obliga. Este «ciclo largo» ha trenzado un notable elenco de bienes democráticos; de un lado, en el terreno más directo e histórico del sindicalismo como es la negociación colectiva; de otro lado, en el novísimo  de los terrenos del Estado del bienestar: sanidad y educación, protección social y derechos sociales dentro y fuera  del ecocentro de trabajo. Además, la novedad ha estado en que estas materias eran patrimonio exclusivo de la acción política de los partidos: los sindicatos deben preocuparse sólo (decían enfáticamente los partidos, incluidos los de izquierdas) de los salarios y la reducción de la jornada laboral. Es más, tales conquistas se han dado casi en la mitad de tiempo de lo conseguido en Europa tras la Segunda guerra mundial. Sin embargo, tengo para mí que desde el propio sindicalismo confederal no se ha valorado, durante el recorrido de dichas realizaciones, la acumulación de tantos bienes democráticos.

Creo que hay dos explicaciones de la ausencia de dicha valoración. Una, se ha dado más importancia –rayana en la mitografía de los conflictos— a las luchas que a las consecuencias positivas de esas luchas; es decir, no se ha visto la relación entre movilización y conquistas sociales; de ahí que el sindicalismo, en tanto que «sujeto reformador», como hemos dicho en otras ocasiones, haya quedado diluido. La segunda explicación está en la existencia de un alma (casi prevalente) en el sindicato que parece entender lo conseguido para los trabajadores en clave de «caridad» y no de «transformaciones sociales».

Las consecuencias, o al menos algunas de ellas son: los trabajadores no han sido educados, desde las filas del sindicalismo, como los sujetos principales de tales conquistas, y el propio sindicato todavía no ha sido lo suficientemente consciente de su capacidad de dirección y coordinación. Como muestra este botón: ¿en qué convenio colectivo que hemos publicado se ha hecho la historia de esa negociación, de su conflicto y la valoración de los resultados? Desde luego, lo que ha prevalecido oralmente es la épica de las luchas, pero no la conclusión de ese trayecto. En definitiva, los trabajadores, en el mejor de los casos, han tenido de nosotros una visión, metafóricamente hablando, caritativa.

Todo ello podría guardar alguna relación con algunas bolsas de hostilidad de capas de trabajadores con relación al sindicalismo.

1.2.--  En este «ciclo largo» (1977 – 2008) se ha producido un giro copernicano en las relaciones intersindicales: pasada una primera etapa de gresca y mutuos sectarismos se va concretando una rica experiencia de unidad de acción. Soy del parecer que aquí está la madre del cordero de lo alcanzado en el «ciclo largo». Vale la pena señalar que tan prologada fase de unidad de acción ha sido construida no en base a criterios ideológicos sino en la práctica diaria, poniendo siempre en primer plano coincidencias y objetivos. Ni qué decir tiene que la fuente de esta unidad ha sido el itinerario de los sindicatos en busca de su personalidad independiente. En todo caso, entiendo que se han llegado a unos niveles que se acercan a la construcción de un sindicato unitario.  Alguien dijo que  «la unidad sindical no es solamente un instrumento sino un valor tan relevante como los objetivos que queremos alcanzar», y desde luego dio en el clavo.

1.3.--  Manel García Biel aborda en las  Reflexions d’un sindicalista inquiet hasta qué punto las derechas políticas y económicas –con sus franquicias de toda laya--  arremeten contra los sindicatos haciendo del conflicto social una cuestión de orden público y de la huelga un problema de código pena (1). Primera consideración: en todo nuestro largo recorrido nunca nos fueron fáciles las cosas; segunda, si fuéramos un sujeto cooptado, compadre acrítico de los cambios y transformaciones nos jalearían con las palmas echando humo, pero perderíamos el consenso del conjunto asalariado desde el ecocentro de trabajo.   


(1) http://manelgarciabiel.blogspot.com.es/es



Radio Parapanda.-- LA SOCIALDEMOCRACIA EN TANGA y Mi nueva visita a China, con visita de fábricas en Hangzhou y reunión con la dirección de la ACFTU en Beijing. El primero de Paco Rodríguez de Lecea; el segundo de Isidor Boix. 

sábado, 5 de julio de 2014

(1) NOTAS SOBRE LA SITUACIÓN POLÍTICA




Nota editorial. Nuestro amigo Giuliano el Apóstata ma non troppo es el autor de estas Notas que publicaremos en dos partes. 



1.- Las elecciones europeas han trastocado en profundidad el marco de correlaciones del espacio político de la izquierda y el centro izquierda que conocíamos desde 1977. A un despliegue inesperado del populismo se une la caída espectacular del partido que hegemonizaba los valores con los que la mayoría de la ciudadanía progresista se venía implicando en los procesos políticos.

El precipitado que surge con el resultado electoral es de difícil comprensión y asimilación no solo por los actores principales del escenario político-institucional, sino también por los nuevos protagonistas que aparecen como sus directos beneficiarios e incluso por los que se atribuyen la cualidad taumatúrgica de “saber lo que iba a pasar”.

Todavía queda bastante camino por recorrer para caracterizar plena y certeramente el fenómeno, pero nos atrevemos a señalar en primera aproximación algunos de los caminos que, a nuestro modo de ver, podrían contribuir a explicarlo e interpretarlo, para de este modo plantear parte de las tareas necesarias a fin de resituar objetivos y planes de acción desde la izquierda transformadora.

Se advierte, en todo caso, que siendo claramente conscientes de las muchas cuestiones que se van a dejar de abordar, nos inclinamos por manifestar las reflexiones que, por el momento, entendemos más necesarias, dentro de un cierto hilo conductor.

Comencemos recordando que para un sector de las opiniones vertidas en el último mes la evolución generacional del país, junto con la fosilización de sus estructuras formales e institucionales, serían las causas directas tanto de la caída electoral de los dos grandes partidos como de la eclosión de otras fuerzas políticas, sobre todo en el espacio de la izquierda, y del reforzamiento de las particularidades de los subsistemas políticos vasco, catalán y, en menor medida, gallego. Las grietas abiertas en los últimos años en nuestro sistema constitucional y en el modelo diseñado en los años de transición de la dictadura a la democracia habrían pasado así al primer plano de las preocupaciones de un amplio segmento del electorado.

Sin embargo, creemos que el recorrido a transitar para encontrar una explicación plausible a lo sucedido, y especialmente para desarrollar acciones consistentes con vistas a un futuro posible de mayor consolidación y avance de la izquierda transformadora, tiene más estaciones de paso.

En este sentido, si ciertamente el poder económico no fue profundamente modificado en los años de la transición, también lo es que se crearon condiciones político-institucionales para una reconducción en el plano económico-social de la relación de fuerzas operante en la dictadura. Así ocurrió en un primer momento, en el que los poderes económicos cedieron terreno fundamentalmente como consecuencia de la intensa presión ejercida por el mundo del trabajo, en el marco del movimiento sociopolítico que en su configuración inicial pilotaron las Comisiones Obreras. Con logros de primer orden para beneficio de las clases subalternas, como la creación de un incipiente Estado de Bienestar y la elevación del peso específico de la tributación progresiva en la financiación de ese Estado.

No es sólida, en nuestra opinión, la tesis según la cual hay un pecado original de la transición, que hoy de nuevo pondrían de manifiesto las jóvenes generaciones, por haber dejado intactos a los grupos dominantes de la Dictadura, y del cual hoy el agotamiento constitucional y la crisis política serían meras derivaciones.

Será un poco más tarde, con y durante los gobiernos del PSOE, cuando las fracciones financieras del capitalismo español recuperen sustancialmente posiciones en una doble dirección: por un lado, en la reconversión del capitalismo industrial español en un modelo económico basado preferentemente en el sector servicios de baja productividad, con una importante pérdida de posiciones de los salarios en la renta nacional, y, por otro, en el despliegue de una política favorecedora de la captación de inversiones basada en altos tipos de interés, con clara preponderancia de los grandes bancos en la definición de las estrategias de política económica.

Se crean así, en los años ochenta, las bases estructurales para la creación de la burbuja inmobiliario-financiera que, apareciendo ya en una primera fase en aquellos años, se multiplica a partir de la llegada al Gobierno del PP de Aznar. Las condiciones de entrada de España en la entonces llamada Comunidad Europea, y el posterior ingreso en la moneda única, creemos que se explican también bajo estas claves.

Paralela y paradójicamente, se desarrollan en ese periodo de gobiernos del PSOE avances notables en las políticas del bienestar, de las cuales, a los efectos que aquí interesa destacar, cobran un especial significado la consolidación de la enseñanza primaria y secundaria gratuita y el acceso masivo de los y las jóvenes a los estudios universitarios. Si bien, igualmente conviene subrayarlo, este paso adelante se complementa, en sentido contrario, con el gran respaldo concedido a la enseñanza concertada.

Las consecuencias sociales que se derivaron del cruce de estas diferentes orientaciones fueron muchas y profundas.  Pero entendemos que una de ellas es en la que hunde sus raíces, esencialmente, el proceso político que se pone de manifiesto con el resultado de las europeas, pero que habría dado comienzo con bastante anterioridad.

Las transformaciones de clase van configurando, en ese ciclo de gobiernos socialistas, un cuadro bastante más complejo en los valores y actitudes de los españoles que el que le era propio a  la estructuración social anterior a los ochenta.

Todo ello gracias a una economía gradual y tendencialmente más basada en el sector servicios que en el industrial, como se ha dicho, y una sociedad de capas medias con jóvenes universitarios muy cualificados que, también gradual y tendencialmente, van poco a poco siendo absorbidos por un marco laboral que no se compadece con el valor que las titulaciones obtenían en las etapas anteriores. Siempre con importantes bolsas de paro, y también de paro juvenil. La temporalidad y precarización del trabajo asalariado va alcanzando ya entonces con singular intensidad a la juventud que encuentra trabajo.

En este contexto de cambio en las relaciones de producción y en el desarrollo de las fuerzas productivas, como diría el clásico, se lleva a cabo una evolución de la base material sobre la que se asientan estilos de vida y formas de socialización que progresivamente van modificando las pautas de comportamiento político, aun cuando el sistema de partidos permanezca formal y superestructuralmente inalterado.

Las generaciones activas políticamente en el franquismo y en la transición apoyan el tipo de evolución descrito, si bien ahora de forma pasiva, votando en general al PSOE, sin participar masivamente en la militancia política. Por su parte, las nuevas generaciones, los hijos y las hijas de aquéllos, muchos con estudios universitarios, se van incorporando a ese voto de forma más discontinua y su interés empieza a radicar más en los movimientos sociales y en la acción colectiva por la paz, el medio ambiente, la solidaridad y la cooperación, o en el movimiento antiglobalización y los foros sociales, que en la actividad de partido.

La izquierda transformadora, extraordinariamente debilitada en el ciclo post-soviético, que reacciona a su vez tarde y mal a la reestructuración post-fordista de la sociedad industrial, y, por lo tanto, a la desaparición del voto de clase, sufre en toda Europa un fuerte impacto. En España mantiene un sujeto político, Izquierda Unida, que, dejando aparte otros elementos, avanza electoralmente en función del peso específico que en esa etapa aportan una triple rama de factores, la política exterior en materia de paz y seguridad, el conflicto social, y la corrupción en el aparato del Estado. 

2.- La era de Aznar supone una intensificación del modelo productivo terciarizado y de la sociedad de consumo de masas basada en el endeudamiento. La financiarización y la facilidad del acceso al crédito con las que las familias compensan la caída del valor de sus salarios, la burbuja inmobiliaria que genera una renta patrimonial ficticia pero funcional para el objetivo de la activación de la demanda de bienes de consumo, y la absorción de mano de obra en el sector de la construcción, con la consiguiente caída de la tasa de paro, generan una sensación de estabilidad en las capas medias y en las clases trabajadoras, y unos hábitos de consumo que, junto con la tendencia cada vez más aguda de temporalidad y rotación en los empleos, desdibuja al trabajo como vínculo de identidad social y fuente de compromiso sociopolítico.

La juventud continuó perdiendo posiciones respecto a las generaciones anteriores, pero tanto el crecimiento económico como el retraso en la edad de emancipación actúan en esa época como elementos compensatorios y sujetan el activismo juvenil en el campo ya citado de los movimientos sociales. La socialización política de la juventud, cuando existe, se inscribe en este ámbito, siendo la sindicalización juvenil muy baja por las transformaciones en la sociedad del trabajo y en la producción que se apuntan más arriba, las cuales inciden a su vez en la evolución del sindicalismo de clase.

La llegada al gobierno de Rodríguez Zapatero viene determinada por una movilización de valores que opera no tanto en la reivindicación fuerte de la política social o la regulación del trabajo y la defensa y promoción de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, o en el cambio de la política económica, cuanto en la apropiación de un vector siempre altamente sensible en la sociedad española: la intervención militar.

A ello se une un imaginario centrado en los derechos civiles y en la visibilización de minorías sociales desfavorecidas que proporciona un eje muy atractivo sobre el que pivotan intergeneracionalmente nuevos sectores de votantes jóvenes y otros grupos de edad que aun disfrutando de unas relativas buenas condiciones en sus niveles de vida, gracias a la fase del crecimiento económico, no se identifican sin embargo con el Partido Popular de Aznar y especialmente rechazan su giro hacia el belicismo y la orientación pro-estadounidense de la política exterior.

El sustrato social sobre el que se produce el despegue que hace posible la primera victoria electoral del PSOE de Zapatero es, por lo tanto, la reactivación del voto progresista y la participación juvenil en las elecciones generales en torno a los valores de la paz, la cooperación, y los derechos civiles. La huelga general, la cuestión del Prestige, etc son coadyuvantes, pero no los elementos esenciales que explican que Zapatero gane las elecciones en 2004. Siendo evidente que los atentados del 15M y la gestión de la tragedia por el Gobierno juegan un papel clave en la derrota del PP, no lo es menos que son factores que concuerdan con ese imaginario axiológico fijado en la ciudadanía progresista por el PSOE de Zapatero y que, como se ha dicho, actuaba en el campo del progresismo en torno a unos procesos de socialización política cuyo núcleo esencial había dejado de ser en buena medida el conflicto socioeconómico.

Las elecciones del 2008 mantienen básicamente el perfil del PSOE de Zapatero ahora centrado en la utilidad del voto para frenar al PP. La negación de la crisis económica ya iniciada y las medidas de corte populista como la devolución de 400 euros en la declaración de la renta, siendo importantes para movilizar el electorado que le diera su apoyo en los anteriores comicios, lo es menos que los sufragios obtenidos en Cataluña y Comunidad Autónoma Vasca, donde la deriva recentralizadora y neoespañolista del PP era especialmente rechazada por la ciudadanía de esos territorios.

En cualquier caso, la base social de apoyo seguía siendo la misma y los valores e incentivos de los votantes progresistas del PSOE que le dieron la victoria en 2008 no descansaban en la consideración de los efectos sociales devastadores que la crisis capitalista más intensa desde el año 1929 vendría a producir en el Estado español. Todavía en ese momento no se perciben los efectos electorales de la crisis.

3.- Todo cambia a partir de mayo de 2010. En esa fecha se materializa la subordinación del gobierno del PSOE de Zapatero a las exigencias del Directorio europeo y de los poderes globales. Es el reconocimiento de la realidad de una crisis de efectos devastadores. La burbuja revienta y con ella el Gobierno. Las primeras medidas de las posteriormente mal llamadas políticas de austeridad se llevan por delante el tímido impulso de las políticas sociales que se pusieron en marcha en ese periodo. El progresismo de los derechos civiles y el republicanismo cívico se quedan por el camino. De nuevo en esta etapa los poderes económicos habían sido amparados en un modelo productivo que no era sino continuidad del largo proceso iniciado con los primeros gobiernos socialistas de los ochenta. Es un hecho que el gobierno socialista ni siquiera intentó reconducir el modelo de capitalismo inmobiliario español que había consolidado el PP en su periodo de gobierno.

Así las cosas, las generaciones jóvenes y universitarias se lanzan a la calle, desde la misma cultura política que capitalizó sus valores, para pedir más y mejor democracia. La política convencional se percibe definitivamente como un instrumento poco útil para cambiar la realidad material en una sociedad en el que la participación limitada a las reivindicaciones post-materialistas se contradice con la ausencia de expectativas profesionales. La mitad de los jóvenes en el paro. Las clases medias en proceso de empobrecimiento.


Todo ello en un contexto en el que los medios de comunicación privados y el nuevo uso de las tecnologías de la información, las llamadas redes sociales, reproducen y amplían la transformación en la comunicación que ya se había producido en la televisión y componen e imponen una constelación de cauces de formación de opinión mucho más diversificado, pero al mismo tiempo también mucho más simplificador en cuanto a sus contenidos.

Las elecciones del 2011 dan la victoria al PP de Rajoy. La movilización juvenil que impugnaba la crisis a partir de unos presupuestos de insuficiencia democrática y de agotamiento del sistema establecido de los partidos como cauce de formación de la auténtica voluntad popular, que perciben secuestrada por las instituciones internacionales al servicio del capitalismo financiero global, no se va a canalizar electoralmente.

Una parte de esa ciudadanía desencantada pasa a IU y a partidos nacionalistas de izquierda. El crecimiento de UPyD cabalga sobre el descrédito de la política. Sin embargo, el PP consigue generar una gran participación electoral para desalojar del Gobierno a un PSOE tremendamente desgastado por la gestión de la crisis. El miedo a la llamada intervención por parte de la Unión Europea, como en Grecia e Italia, planea sobre el Estado Español.

La desafección al PSOE se sitúa en cierta medida en la interpretación de la falta de arrojo de este partido ante la crisis, pero para un sector social en la perspectiva de la falta de calidad de la democracia, desde la frustración de quienes en mayor o menor medida habían creído en el republicanismo cívico del PSOE de Zapatero como marco determinante de una etapa de progreso, o de la reorientación de su voto por parte de quienes en las dos elecciones anteriores preferían aglutinar en torno a ese concepto el deseo de freno al PP. 

Así las cosas, la crisis avanza en España, el PP de Rajoy impone las políticas de retroceso social que la Troika decide, y ello coloca en el centro de la conflictividad social a miles de jóvenes precarios, trabajadoras y trabajadores despedidos, maestros, pensionistas, personas hipotecadas e inquilinos expuestos al desahucio, artistas, migrantes, periodistas e internautas, vecinos afectados por la privatización o el deterioro de la sanidad, la educación, el agua o el transporte. 

Pero en todo ello se impone un tipo de discurso que arranca del republicanismo cívico del PSOE de Zapatero, pero que ahora se torna fracasado, y coloca en el centro del debate la polarización entre un enunciado regeneracionista y el llamado inmovilismo de la política “clásica”. Se denuncia la degradación de la vida política. Paralelamente, surgen argumentaciones que se convierten en consignas del tipo “que se vayan todos”, los políticos reciben críticas de muy diversa naturaleza: élites extractivas, enfermiza ambición de poder y de medrar en el escalafón social, deshonestidad, etc...

La base social que pasiva o activamente sostuvo al PSOE de Zapatero en función de su antibelicismo, del republicanismo cívico, de la promoción de los derechos de las minorías marginadas, de la utilidad del voto para frenar al PP, de la apertura a un modelo más federal de Estado, pero que no había situado en el centro de su apoyo ni la recuperación de los derechos sociales y laborales, ni la reorientación de la política económica, ni mucho menos un horizonte de cambio radical en un sentido igualitario, se va insertando en la lógica de este discurso nuevo.

El politicismo de Zapatero va pasando a ser sustituido por la antipolítica “sui géneris”, de cuño propio, alentada por ciertos medios de comunicación y por un grupo de jóvenes pero suficientemente preparados profesores universitarios.

Ya se ha señalado más arriba. La sociedad española ha devenido en un mosaico muy diverso de intereses, valores, ideas, instrucción educativa e identidades nacionalitarias. El mundo es global y las certidumbres de la etapa del capitalismo occidental de los Estados-Nación se volatilizan. Los medios de comunicación reparten su función de correas de transmisión entre los distintos intereses. Se complica extraordinariamente el conocimiento preciso y la interpretación de la realidad. De la realidad política, social e institucional.

En ese marco, las generaciones que se iniciaron en la experiencia política en la época del zapaterismo y las nuevas promociones que se asoman a la vida laboral sin encontrar mínimos cauces de inserción, exigen el reconocimiento de su condición de sujeto social llamado a ejercer el protagonismo histórico en la dirección política del país. Sobre bases politicistas que llaman la atención acerca del desprestigio de las instituciones sustituyen la reivindicación de los derechos civiles por la laminación de la “casta política”, expresión que, como en Italia, germina en el campo abonado del deseo de encontrar explicaciones sencillas a los problemas complejos de la fase actual de la lucha de clases.

( continuará)  

Radio Parapanda.  LA MUÑECA Y EL BRUTO


jueves, 3 de julio de 2014

DEGENERACIÓN Y REGENERACIÓN




Me propongo que el Diccionario de la Real Academia apruebe la creación de una nueva palabra: dregeneración (sic). Repito para los que sufren de paralexia o leen en diagonal : dregeneración. Veremos si hay suerte. Es la actitud que toman algunos degenerados cuando hablan en vano de la regeneración. Comoquiera que nadie se dará por aludido –aunque algunos se sentirán adulados--  no temo que me lleven a la fiscalía. En todo caso viene a cuento por la propuesta que don Mariano Termidor ha puesto encima de la mesa: un catálogo de medidas de regeneración de la vida política e institucional española para septiembre, ya que sus propuestas en la misma dirección de hace tiempo quedaron olvidadas en la misma mesa camilla de donde han salido las que ahora envía para el próximo otoño. La pregunta, no retórica, podría ser ésta: si ex nihilo no es posible que salga nada a menos que Rouco lo demuestre, ¿de lo degenerado puede surgir regeneración alguna? No digo que metafísicamente sea imposible, pero albergo dudas, que no certezas, al respecto.

Pongamos un ejemplo, no el único pero sí relevante: el atinente a la forma de ser de los partidos políticos y al conjunto de las organizaciones sociales, no sólo el Partido Popular. ¿Están dispuestos a un profundo baldeo de cubierta, a una limpieza a fondo de sus camarotes, a echar toneladas de viejo, aunque eficaz, zotal en sus sentinas? ¿Es imprescindible que existan unas normas, limitadas o no, para que cada cual en su casa se arremangue y limpie su propia mugre? Por supuesto que no. Nada impide, pues, que todos y cada uno “hagan sábado”.

Más todavía, quienes –en función del cargo--  tienen toda una serie de prerrogativas, ¿deben esperar a la elaboración de unas reglas para renunciar personalmente a las mismas?  No, padre. Pues bien, una modesta, pero llamativa respuesta la ha dado Rafael Ribó, Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo) de Cataluña. Este caballero lo ha demostrado. Acaba de renunciar a su prerrogativa de aforado. Sin embargo, la reacción no se ha hecho esperar. Hasta el mismo portavoz del Gobierno catalán se ha indignado con el gesto de Ribó, también algunos partidos del arco parlamentario catalán le han dicho de todo. Son los mismos que confunden el «aforamiento» con el «aforramiento» o «aferramiento», el oro de la púrpura.  

Dos son las explicaciones que se me ocurren de la airada respuesta a Rafael Ribó: por lo general, los partidos políticos piensan y actúan como si sólo (y solamente) las iniciativas deban salir de lo que Pier Paolo Passolini entendía como «el Palacio»; y, la segunda, que Rafael Ribó les ha dejado con las partes pudendas al descubierto. En realidad, hay quien presume de cojones porque, al estar tapados, es indemostrable si los tiene bien o mal puestos; igual vale, naturalmente, para los ovarios. 

La pregunta, en todo caso, sería: ¿por qué tantos aforados siguen empecinados en mantener tan antañona prerrogativa?  No se corten, señorías. Devuelvan esa orquídea do corresponda, aunque sea por hacerse notar.     

Radio Parapanda.--    UN REFORMISTA REVOLUCIONARIO



miércoles, 2 de julio de 2014

EL ATAQUE CONTRA LAS LIBERTADES Y DERECHOS




José Luis López Bulla y Paco Rodríguez de Lecea


Hace tiempo definíamos la política del gobierno del Partido popular en la onda del más puro bonapartismo. La cosa se ha degradado todavía más. Está en marcha un ataque en toda regla contra las libertades y los derechos sociales, con una saña particular en la agresión al ejercicio del derecho de huelga, agresión que ha culminado con el encarcelamiento de algunos sindicalistas, estando encausados más de cien.   

No estamos hablando ya de una democracia demediada, sino de un sistema que, gradualmente, está estableciendo para los derechos de la ciudadanía (que antes toleraba en clave de fastidio) un trato legal igual al que se reserva a los institutos subversivos. Para ello, la vara de juzgar –desde el gobierno y sus islas adyacentes— es la aplicación de una lectura, inédita hasta ahora, del Código Penal, que roza la felonía en el más puro estilo de la ley del encaje. El gobierno declara actuar según una “legalidad” que él mismo está cambiando cada día para no ser acusado de conculcarla. Se criminalizan conductas antes inocentes; se provoca el choque callejero entre manifestantes y fuerzas del orden según técnicas que no se veían desde tiempos añejos y perfectamente olvidables; se extienden de forma arbitraria las responsabilidades de las organizaciones convocantes de actos de protesta hasta hacerles pagar incluso los destrozos causados por una brutalidad policial que está ordenada desde arriba.

Esta es una situación áspera que viene de muy atrás, pero que –tras las recientes elecciones europeas--  ha adquirido mayor espesor. Las novedades aparecidas en estos comicios han creado una serie de perplejidades en el Partido popular, en la derecha económica y en sus diversas franquicias. La reacción de ese conglomerado conservador no ha ido por el camino de la búsqueda de las causas de las pérdidas significativas del orden bipartidista, sino por el de la tosca apelación al recurso del bastón y tente tieso. Más todavía, la pretensión de fondo es instalar el miedo en la conciencia de la ciudadanía: de ahí la “leyenda urbana”, que hacen correr con desparpajo, de que todo lo que se mueve en la protesta tiene (o tuvo) conexiones con el terrorismo etarra. Esta operación, no obstante, es inútil: de un lado arraiga la certidumbre de que la derecha política y sus franquicias mienten espasmódicamente; de otro lado, con las redes sociales y los instrumentos de socialización en vivo, el gobierno y sus franquicias nuevas y viejas, ya no cuentan con el monopolio de la información.

Para utilizar una imaginería gramsciana, convendría en la actual situación pasar de una fase ya demasiado larga y desgastadora de «guerra de posiciones», a otra fase de «guerra de movimiento». Una «guerra» que no puede trabarse a cachos, esto es, hoy en defensa de los derechos sociales y sus instrumentos (la huelga, la manifestación); mañana, contra la Ley Mordaza; pasado, contra la Ley de seguridad ciudadana … Porque las libertades y los derechos de los ciudadanos son inescindibles.

Posiblemente ha llegado la hora de los grandes movimientos unitarios; y no queremos acabar esta llamada de atención sin señalar que el mayor énfasis para la convergencia de esfuerzos debe ponerse en que el “no” actual sea la antesala de un proyecto positivo que afirme y consolide una libertad sin restricciones y una democracia sin adjetivos.  Porque, en definitiva, “esa gente” no son ineptos, saben perfectamente lo que quieren y buscan. Es de suponer que nosotros también. Ya lo dijo el inglés famoso: «Fuertes razones hacen fuertes acciones.»