Conversación
sobre CAPÍTULO 17.
GRAMSCI Y MARX
Querido Paco, me ha parecido ver en tu última carta
un amable reproche a mis críticas a Gramsci. Es algo que podemos seguir
hablando, incluso personalmente. Pero no quiero que quienes nos lean piensen
que le tengo ojeriza a nuestro amigo italiano. O que, peor aún, no le tengo la
consideración debida. A lo largo de estas conversaciones me he limitado a
ordenar, posiblemente con poco acierto, una serie de observaciones que siempre
tuve in mente sobre la concepción “dura” de Gramsci sobre el taylorismo y el
fordismo, muy especialmente lo referente a la autocoerción y a la exaltación (a veces, acrítica) que hace del
modelo taylorista y el sistema fordista, una de las parejas de hecho más
famosas del siglo XX. Cosa que, por otra parte, no se puede decir de Rosa
Luxemburgo. Hablas de que Gramsci escribió una gran parte de ello en los Cuadernos en las duras condiciones de la
prisión y de su enfermedad. Es cierto, pero también todo ello está formulado in nuce en su época ordinovista.
Cambio de tercio. Me parece muy potente la metáfora
de Trentin cuando habla del “cemento” de la participación. Y, en ese sentido,
poco tengo que añadir a lo dicho en nuestra anterior conversación, incluida la
cachonda anécdota de nuestro Fausto Bertinotti. Ahora me permito explicarte una
forma de participación que ensayamos cuando estábamos en el Centro de Estudios
del sindicato Ramón Alós y Miquel Falguera.
Aprovechamos un proyecto europeo, basado en los Círculos
de Estudios que pusieron en marcha los sindicatos suecos. Se trataba de una
serie de investigaciones en diversos centros de trabajo con la participación de
los representantes de los trabajadores (comité y sección sindical, al frente)
más un grupo externo de sociólogos y demás. Se relataba cómo estaban las cosas
en la fábrica (Solvay fue la que mejor lo hizo) y cómo reformar la organización
del trabajo. Fueron unos estudios muy puntillosos durante varias sesiones. Todo
ello ayudó mucho –según escribieron dos magníficos sindicalistas de Solvay,
Javier Morata y Paco Español— en las sucesivas negociaciones con la empresa. Como
diría Marx, todo el general intellect
de los trabajadores de Solvay se puso en movimiento.
Me pregunto, retóricamente, ¿por qué no extendimos
más aquellas experiencias? Y sobre todo, ¿cuál es la razón de que se haya
archivado todo aquello?
Una última consideración: me faltan sólo tres
capítulos para acabar la versión castellana de La città del lavoro: sesenta y tres páginas.
Desde el calor a todo meter que tenemos en
Parapanda, te saluda JL
Habla Paco
Rodríguez de Lecea
Ningún
reproche en torno a Gramsci, lo digo desde el principio, José Luis. Lo mío sólo
fue una expansión lúdica, un Viva Gramsci manque
pierda, un tanto enfático y discordante, posiblemente alterado en mis
humores habituales por el calorazo que estamos padeciendo en Parapanda.
De hecho
Trentin sigue en este capítulo 17 con la descripción de cómo precisamente a
partir de los análisis gramscianos (y otros) empezaron a desgajarse las dos
esferas del conflicto social y el conflicto político, que en Marx habían estado
razonablemente unidas, y cada una empezó a reclamar su autonomía. El político
reclamó para sí la centralidad de las decisiones, y exigió la subordinación del
sindicalista al proyecto global; el sindicalista amplió su perspectiva y empezó
a hablar de lo sociopolítico como su terreno natural de actuación. En el rifirrafe
se olvidaron las aspiraciones a intervenir en el cogollo de la organización del
trabajo, y la distribución volvió a ser el terreno predilecto de intervención
del sindicato.
Nosotros
vivimos un cierto forcejeo en torno a estas cuestiones, en particular en
relación con el gobierno del conflicto social, y también aquí se dieron
exageraciones, y confusiones diversas acerca de las prioridades. Fue una
situación embarullada y molesta que tú definiste con una frase afortunada: de
sindicato sociopolítico estábamos degenerando en político socio-sindicato.
Anécdotas
como la del convenio de Fausto Bertinotti fueron una maravilla en aquel
contexto. Por dos razones, por lo menos: una, que entraran los ‘saberes’ (el hongkong) en el articulado de un
convenio. Otra, maravilla aún mayor, que Fausto encontrara un convenio digno de
ser firmado. Era, por lo que recuerdo, intransigente hasta la tozudez, y
peleaba como un león hasta la última letra de la última cláusula de la última
disposición transitoria. Porque tenía una concepción alta de la negociación
colectiva articulada, y consideraba que un mal convenio podía afectar
negativamente y desmovilizar a toda una rama o todo un territorio. Mejor
ninguno que uno malo.
La otra
historia que cuentas está en la misma línea de intervención en positivo del
sindicato en las fábricas, y de inyección de los saberes que los trabajadores
necesitan para ganar en autonomía y en libertad. Ramon y Miquel hicieron un
trabajo extraordinario en ese terreno, y no fueron los únicos, y no sólo Solvay
se benefició. En los años de los gabinetes jurídico y técnico hubo una
larguísima lista de personas sin mando concreto pero que encarnaron al
sindicato dentro de las fábricas, como asesores y en muchos casos incluso como
dirigentes, armados con los saberes que los trabajadores necesitaban. No cito a
ninguno de ellos, por no olvidarme de nadie, pero espero que esa lista se
conserve y conste para facilitar el trabajo de los historiadores.
Completo tus
anécdotas con otra que evoca aquellos años. Está incluida en el libro sobre
Trentin que me regalaste el otro día en Pineda de Marx, y la cuenta Guglielmo
Epifani, secretario general de la
Cgil. En el 69, el año de las grandes luchas, Trentin entra
en la Fatme , la
mayor fábrica metalmecánica de Roma. Está vigente la prohibición de que
sindicalistas externos participen en las asambleas internas de fábrica. Los
trabajadores se declaran en huelga, salen por las puertas de la Fatme , van en busca de Bruno
que espera en la plaza, dos de ellos lo toman del brazo, y así arropado vuelven
a entrar todos juntos a la sala donde tiene lugar la asamblea. Las primeras
palabras de Bruno a los reunidos son características de su persona y de su
pensamiento: «Desde hoy, vosotros y nosotros, todos, somos un poco más libres.»
Tuyo en la
idea, Paco
JLLB
Querido Paco, si te fijas bien en la foto de arriba,
observarás una anomalía un tanto estridente: nuestro Carlitos Vallejo aparece
¡peinado! De lo que se deja constancia para asombro de los tiempos presentes y
los siglos venideros. Tuyo, en la
Idea , JL