sábado, 30 de junio de 2018

El socorrido magreo a la militancia




El hombre de Pontevedra ha dejado el Partido Popular hecho unos zorros. Tras su espantá se ha podido comprobar hasta qué punto hay leyendas inconsistentes. Ayer se presumía de una unidad granítica; hoy cada candidato a presidir el partido afila los cuchillos. Ayer, con Mariano, la aparente unidad se hacía en torno a un pacto de no-me-zarandees-la-poltrona y yo haré lo mismo contigo; hoy, descabezados, exhiben una discordia que no se basa en ningún planteamiento político sino en zarandear la poltrona.

Cada día que pasa sube el tenor de la trifulca. Incluso el letraherido de Margallo afina su mordacidad no exenta de ingeniosa elegancia.  El resto de las candidaturas con posibilidades atruena con su ausencia de razón en marcha: las dos vestales se arañan contundentemente, mientras el joven Pablo Casado navega con diez cañones por banda en su velero bergantín. Es la pugna por la túnica sagrada de Mariano.


Con el hombre de Pontevedra se construyó la leyenda de los más de 800.000 militantes, el partido más numeroso de Europa y sus alrededores. Ningún candidato sabe cómo se llegó a esa imponente cifra ni –menos todavía—de qué manera se ha ido reduciendo, reduciendo, reduciendo la cifra hasta quedar en el esqueleto. Enrique Jardiel Poncela, celebrado dramaturgo de los viejos tiempos,  se preguntó si alguna vez hubo once mil vírgenes. Pues, igual. Ahora, los candidatos y el propio partido están presos de tan mendaz leyenda.

El Partido Popular, ha sido siempre, un partido de cortesanos. La «militancia», al igual que en otras organizaciones, siempre ha sido considerada como una fuente de problemas. De modo que la lógica de absorción de los grupos dirigentes fue deglutiendo el hecho de participar. Sólo se recurre a ella en los proclamados momentos de plebiscito. El plebiscito de aquel «¿Queréis a Jesús o a Barrabás?», que nos relató el apóstol Mateo. Es la primera consulta popular de la que tengo noticia. 

Cierto, en la mayoría de las organizaciones sucede tres cuartos de lo mismo, a saber: la militancia como metáfora política. Pero de ello hemos hablado en muchas otras ocasiones. En resumidas cuentas, en la ópera Così fan tutte (libreto de Lorenzo da Ponte, música de Mozart) se dice que «todo el mundo habla del ave Fénix, pero nadie sabe dónde está». Es decir, igualico que la militancia.  

Sugerencia: no tengáis miedo de la militancia.


viernes, 29 de junio de 2018

Quim Torra, grotesco




Debemos a Paco Rodríguez de Lecea unos descacharrantes comentarios sobre la estancia de Quim Torra en Nueva York, EL PASO HONROSO DE QUIM TORRA (1). Genio y figura este caballero que fue definido con precisión como un hooligang, según indicó Joan Coscubiela en memorable discurso en el Parlament de Catalunya. Genio y figura a quien debemos agradecerle que no discrimine a sus públicos variopintos: lo mismo monta un pollo en Barcelona que en Nueva York. De la misma manera que organiza un follaero en el Parlament que lía una zahúrda en un festival en la antigua ciudad de los rascacielos. Torra es así: internacionalizando el ´conflicto´ y dando que hablar al mundo entero sobre la idiosincrasia de los catalanes puros, que ya estaban aquí, incluso antes que los primeros pobladores.


En todo caso, séame permitido un comentario aproximadamente político. Con el paso del tiempo se percibe que Torra se va despegando un tantico del hombre de Berlín. Normal, cada maestrillo tiene su librillo. Siguiendo antiguos ejemplos ya habíamos previsto que llegaría un momento en que se iría aflojando el cordón umbilical. En otras palabras, Torra inicia el asesinato de su padre. Puigdemunt empieza a estar inquieto. Con lo que los gestos hilarantes de aquel empezarán a generalizarse. No es cosa de tomarlo a risa. Me reafirmo: son gestos hilarantes, aunque Andreu Claret los haya calificado caritativamente de «tremendo error». Ahora bien, buscando un acuerdo con este brillante periodista podría decirse que hay tremendos errores que son grotescos.

Precisamente en puertas de su encuentro con Pedro Sánchez, este follonero la lía parda hasta el punto de acabar siendo zarandeado por los guardias de seguridad del festival siendo acusado de alborotador. Ni siquiera ningún mandatario bananero ha tenido un comportamiento tan poco convencional como el de este agitador de sala de fiestas. Primera consideración provisional: no hay posibilidad de apaño mientras este sujeto siga al frente de Cataluña. Porque el conflicto que organiza este Torra tiene una naturaleza protopolítica. En resumidas cuentas, Torra pasea su singularidad esperpéntica disfrazada de internacionalización de la causa. Pau Casals abochornado en su tumba. Y Pedro Sánchez, preguntándose qué le dirá a este caballero el día que se vean las caras. Mientras tanto, la selección alemana de fútbol encuentra consuelo: hay quien les supera en ridículo.   



jueves, 28 de junio de 2018

Sánchez, Torra y Pablo Iglesias el Joven





Dentro de unos días se verán las caras Pedro Sánchez y Quim Torra. Primera consideración: más vale hablar que tirarse los platos a la cabeza. En realidad quien sale más beneficiado de este encuentro, con o sin resultados apreciables, es el presidente del Gobierno. Sánchez representará una discontinuidad con relación a Mariano Rajoy, príncipe de la rutina política. Torra, a su vez, volverá a exhibir su más puro continuismo. En todo caso, ese dato –el encuentro--  puede bajar levemente los grados del empantanamiento de la situación. 

Lo que parece cierto es que Torra irá a Madrid en una situación diversa, menos adversa para él: las recientes enmiendas que se han aceptado para la Conferencia de Esquerra Republicana de Catalunya indican que se vuelve por los fueros de la unilateralidad. Derrota, pues, de los sectores pragmáticos de esta formación que apostaban por el eufemismo de la multilateralidad, un eufemismo que indicaba que se abandonaba la declaración unilateral de independencia. Un triunfo de las bases, mitad monjes, mitad soldados: mitad junqueristas, mitad torristas. Así pues, Torra irá a Madrid con las espaldas cubiertas de una Esquerra Republicana que sigue viviendo sin vivir en ella, según dejó sentado Teresa de Ávila.

Nunca creí que Quim Torra le dijera, crípticamente o no, a Pablo Iglesias el Joven que abandonaba el unilateralismo en la entrevista que ambos celebraron recientemente en el Palau de la Generalitat. Y si lo dijo mintió descaradamente. Sorprende, no obstante, el atolondramiento de Iglesias que, tras dicho encuentro, comunicó la noticia --«es información, no opinión»--  a los cuatro vientos cardinales. Es más, nos dijo que se lo había comunicado telefónicamente «a  Pedro». Horas más tarde, Torra y sus voceros informaron que de eso nada, o sea, se mantenía la vía unilateral. Una de dos: o Pablo se ha dejado engañar en su intento de mediación o se ha precipitado sin querer. Segunda consideración: cada vez que Pablo comunique lo que sea haremos bien en ponerlo en cuarentena.

La reunión entre Sánchez y Torra será un perifollo –en todo caso necesario--  como hipótesis de rebajar la tensión. Hipótesis, hemos dicho. Tras el encuentro seguirá la casquería de la realidad. En resumidas cuentas, el verano ha venido y todo el mundo sabe cómo ha sido. En todo caso, la descarga eléctrica de  dicha reunión se verá con menos intensidad porque las navajas de Albacete brillan en el barranco de las llamadas primarias del Partido Popular. 


miércoles, 27 de junio de 2018

Abrir el melón de la Constitución




El PNV ha puesto las luces largas. En concreto propone que se abra un proceso de reforma de la Constitución. La forma sería ésta: una Convención de estudiosos y especialistas en la materia elaboraría un texto indicativo que, posteriormente, sería la materia prima de una comisión parlamentaria creada ad hoc. Me parece una idea adecuada.

Muchas cosas han pasado desde la aprobación de la Carta Magna de 1978. Son las grandes transformaciones de la innovación y restructuración en un mundo global, los cambios en la estructura de la población, el ingreso de España en la Unión Europea y, sobre todo, la crisis territorial en España, que no es un problema técnico sino político. Político de gran envergadura. Todo ello ha llevado a nuestro país a un cambio de metabolismo que nada tiene que ver con la España de aquellos entonces.

Las derechas españolas nunca han visto con buenos ojos la reforma de la Constitución. Es el atávico miedo a lo nuevo y a sus consecuencias –en este caso--  en el reparto de poder. La izquierda mayoritaria tampoco se distinguió por sus simpatías sobre este particular. Asumió el contagio de las rutinas. Y las izquierdas que se autocalifican de alternativas siempre han creído que dicha reforma podría ser un nuevo terreno para levantar mejor sus cabezas. Pero ninguna de estas razones justifica, por si mismas, que se elabore una nueva Carta Magna. Tan sólo tiene sentido, en mi opinión, la que pueda relacionar las exigencias de las novedades y discontinuidades que se han dado en España con dicha reforma.

La Convención que propone el PNV no podrá evitar, ciertamente, determinados grados de politización partidaria. Pero, podemos suponer, que cada personalidad tendrá muy presente la salvaguarda del prestigio académico y el rigor de sus planteamientos. En eso hay una cierta diferencia entre el experto en la materia y el político (jabalí o no) que siempre estaría más dispuesto al barullo  que a un trabajo concienzudo.

El peligro de esta Convención es que acabe siendo una torre de marfil y se cueza en su propia salsa. Es un riesgo, naturalmente. Pero los riesgos, si se es consciente de ello, están para ser superados. Por ejemplo, a través de la conexión de la Convención con la sociedad.  En todo caso, el peligro no está en los riesgos sino en la cultura rutinaria de considerar que las cosas están dadas definitivamente y para siempre.

Una sugerencia en base a un ejemplo: las autoridades europeas encargaron a un grupo de expertos que redactara el texto de su Constitución. Entre los designados figuraba un sindicalista de mucho fuste, Emilio Gabaglio, que había sido presidente de la Confederación Europea de Sindicatos. Pues bien, ¿sería mucho pedir que Antonio Gutiérrez y José María Zufiaur formaran parte de esa Convención?

martes, 26 de junio de 2018

Otro comentario sobre el reciente acuerdo



Por su innegable interés reproducimos el comentario que Quim González ha hecho en Facebook a raíz de la publicación de Valoración de urgencia del acuerdo sindicatos - patronal


«Comparto la valoración de urgencia que hace J. L. López Bulla. En especial, su observación de la tímida traducción histórica de muchos de los contenidos de los pasados Acuerdos. Tímida traducción a la realidad de miles de convenios colectivos de empresa y sector sobre materias pactadas en los Acuerdos que suelen quedar fuera de tantos y tantos convenios colectivos como son: flexibilidad interna, derechos de información, criterios de salarios/productividad, formación profesional o sobre igualdad de género etc. etc. 

» Así que, aunque haya sido difícil, que lo ha sido sin duda llegar al Acuerdo, ahora viene lo más difícil todavía: su traducción a la realidad de las relaciones laborales y las condiciones de trabajo en las empresas. Ahora viene su traslación a los convenios colectivos de esas materias que van más allá del % de incremento de los salarios aunque sea lo más mediático y vistoso. Porque no parece, que vaya a ser aplicar los criterios salariales pactados lo más difícil de pactar en muchas empresas y sectores como nos demuestran los muchos convenios firmados ya en este primer semestre del año. Felicidades por el trabajo hecho y su resultado a CCOO y UGT. Fuerza e inteligencia sindical para seguir avanzando».

Dicho queda.

Valoración de urgencia del acuerdo sindicatos - patronal




«Se ha llegado a un acuerdo entre la CEOE- Cepyme y CC.OO. y UGT para la negociación colectiva y otras reformas laborales de 2018 a 2020. Me alegro». Son palabras del viejo león del sindicalismo Eduardo Saborido. Coincido con el maestro sevillano. Ahora falta el requisito fundamental: que los órganos dirigentes de las organizaciones firmantes lo suscriban. Espero que sea cosa de días para que el verbo se haga carne.

Entiendo que el acuerdo vuelve a poner al sindicalismo confederal en mejores condiciones para acumular más fuerzas, capaces de comportar más utilidades a los trabajadores y sus familias. Este acuerdo lo permite. Así pues, el pacto es, en principio, positivo para el conjunto asalariado y sus sindicatos. Y también es un elemento más de la normalización que necesita el cuadro político e institucional del país.

Ahora bien, dicho lo cual, es necesario prestar atención a un problema endémico que tiene el sindicalismo confederal español. Estamos en condiciones de afirmar lo siguiente: una auditoría de los acuerdos confederales expresa que son muy pocos los contenidos que posteriormente se trasladan a los convenios colectivos. Se diría que las políticas que se firman en las alturas no se trasladan hacia abajo. Son dos líneas paralelas que no se encuentran. Con lo que los acuerdos de este tipo sólo sirven como exhibición de sí mismos. Es necesario que, tras la firma del acuerdo, se produzca un cambio profundo. Hay condiciones para ello.

En los últimos tiempos se ha producido un importante cambio generacional y de género en las estructuras sindicales. La mayoría de esos dirigentes han nacido en democracia. Es, por tanto, la primera vez que son responsables directos de la gestación de este acuerdo, de su firma y de su gestión. Por lo que, a buen seguro, entenderán que el reciente pacto es solamente un perifollo si no se traslada a la negociación colectiva. A esa que está relacionada directamente con las cosas de comer. Ese será, pues, el terreno de juego y ahí está el meollo de la cuestión.   

Aquí tienen ustedes un anticipo:  http://www.ccoo.es//8803e462e8bc090577764adcbadf7bbd000001.pdf

lunes, 25 de junio de 2018

El barroco como técnica política del independentismo



1.--  El Papa Ratzinger tenía hilo directo con el Espíritu Santo. Por eso, cuando dijo que «no existía el Infierno» todos lo tomamos como una indicación de la Santa Paloma. Sin embargo, a nadie se le ocurrió pedir explicaciones a los padres de la Iglesia por la engañifa que, a lo largo de los siglos, habían significado los males y las torturas de tan terrible lugar. Ni hubo catarsis en el mester de clerecía, ni sacudidas por tan insólita revelación del Más Allá. Las palabras de Ratzinger se tomaron como si hubiera dicho que «a Roma llegaron dos peregrinitos pa que los case el Papa porque son primos».

Pues bien, la Papisa Clara Ponsati se refirió a que aquello fue el farol de un póker. Ningún miembro del sacro colegio cardenalicio lo impugnó. Ni siquiera el hombre de Berlín. La feligresía, un inmenso colectivo de tragaldabas, simuló no haberlo oído. Cuando se está instalado en el mito cuesta mucho trabajo reconocer que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. Se empieza reconociendo que aquello fue un farol y se acaba asumiendo que fue un gatillazo.

2.--  Dentro de unos días se celebrarán la Conferencia programática de Esquerra Republicana de Catalunya y un importante encuentro del PDeCat, socios y sin embargo adversarios. Nuevas y obscuras golondrinas volverán a poner sus nidos en el balcón de la casa de Bécquer y nuevas metáforas aparecerán en la literatura soberanista. Es posible, no obstante, que se opte por las triquiñuelas del barroco, que siempre ayudan a lavar y guardar la ropa. El barroco como técnica para evitar los socorridos sambenitos de la traición. El barroco con la idea de dar consistencia al aforismo del filósofo de Ocata: «No conviene ser demasiado exigente con uno mismo para evitar defraudarse» (1).

De ambos encuentros saldrán, tal vez, ciertos indicios que mostrarán las diferencias entre ERC y el PDeCat y de ambas con el hombre de Berlín. Así pues, la cosa va más lenta que el caballo del malo. Reconocer que no existe el infierno le ha costado a un papa veinte siglos. 

   1)    Gregorio Luri: Aforismos que nunca explicaré a mis hijos (Ed. La Isla de Siltolá, Sevilla 2015)

domingo, 24 de junio de 2018

Algo se mueve en Cataluña




Noche de Sant Joan sin sobresaltos pirotécnicos. El único ha sido la publicación de la encuesta en La Vanguardia. A parte de esto, suma tranquilidad. El precio de los petardos y cohetes está por las nubes. La tienda de esos chismes explosivos facilita los pagos incluso mediante la tarjeta visa. Ha sido tanto el descenso del petarderío que ni siquiera se huele a pólvora. La Noche de Sant Joan ha sonado por lo bajinis. El único sobresalto ha sido, como decimos, la encuesta de La Vanguardia.

En apretada síntesis: el sesenta por ciento de la población catalana no considera a Carles Puigdemunt como el  «presidente legítimo»; retortijones en Berlín. Esquerra Republicana de Catalunya supera en intención de voto a los de Quim Torra; la pachorra de Oriol Junqueras sobrepasa al paroxismo de sus socios de gobierno. El Partit dels Socialistes de Catalunya ganaría en las elecciones generales, si se produjeran ahora; toda una sorpresa para los Comunes. Estos son los únicos petardos significativos de esta Noche de Sant Joan. El curioso lector tiene a su disposición todos los datos en http://www.lavanguardia.com/politica/20180624/45367752727/elecciones-generales-autonomicas-encuesta-la-vanguardia-psc-erc.html  Quede claro: es sólo una encuesta, como dirían los coyunturalmnte perjudicados. Que reflejaría algunas de las tendencias de fondo presentes en el teatrillo catalán. En todo caso, sabemos desde tiempos antiguos que así como una golondrina no hace verano, tampoco una encuesta hace elecciones.

A buen seguro que ERC habrá tomado buena nota de los pespuntes de esa encuesta, especialmente cuando señalan que el político catalán más valorado es su líder, Oriol Junqueras, encarcelado en Estremera. Si hace verano esta golondrina (relativamente) pronto lo sabremos. Sea como fuere algo se mueve en Cataluña, aunque muy lentamente. En todo caso, ERC seguirá en su postura de Jano Bifronte: con una cara mirando a poniente para evitar ser acusada de traición; con la otra mirando a levante intentado hacer política más realista, evitando quemar las naves, porque ha aprendido que el Estado no se defiende rezando padrenuestros.

La estrategia del hombre de Berlín parece clara: evitar el enfrentamiento –al menos por ahora--  con Pedro Sánchez. Ahora Puigdemont y sus franquicias tensan el arco de la flecha y apuntan contra el sexto Felipe. De hecho, tras la comedia de los Juegos del Mediterráneo han declarado que rompen sus relaciones con la Corona. No es una extravagancia. En realidad se dirigen al electorado de Esquerra, diciéndoles: nosotros somos los auténticos republicanos, ERC practica un republicanismo cimbrio. Un torpedo en la línea de flotación en la fragata republicana. De donde se infiere que el principal destinatario de esa ruptura de relaciones con la Corona no es el Rey sino Esquerra.

Oriol Junqueras es licenciado en Historia, especializado en Edad Moderna y Contemporánea, habrá captado el bajonazo. Sabe perfectamente quiénes fueron los cimbrios españoles del siglo XIX. Ustedes también. Por lo demás, tranquilidad en la Noche de Sant Joan: los petardos están a precios prohibitivos. No seré yo quien proteste por ello.

sábado, 23 de junio de 2018

Quim Torra y el sexto Felipe



Quim Torra fue a Berlín a recibir consignas. Es la misión de este paniaguado. Trajo órdenes estrictas, o sea, comportarse como dejó sentado aquel irascible de Belardo: “pisálo, pisálo, al enemigo ni agua”. De ahí que durante toda la mañana de ayer se sacara pecho: Torra no acompañará a Felipe Sexto en la tribuna de los Juegos del Mediterráneo. Pero la palabra de Carles Puigdemont ya no es la voz de Dios como antes. Y hay quien matiza. “Eso es demasiado”, parecían decir. Golpe de teléfono a Berlín. Nuevas órdenes: te vas a la manifestación contra el Borbón y después le acompañas en el palco. Dicho y hecho. Una de cal y otra de arena.

Propongo dos cuestiones a considerar.

Pimera, ahora el adversario principal de Torra no es el presidente del Gobierno (en este caso, Pedro Sánchez), ahora es el rey. Todavía está muy cerca el voto favorable a Sánchez en la moción de censura, un desaire público al presidente abriría la puerta a una situación agria en el interior del independentismo, entre los partidarios del sí a Sánchez y sus contrarios. De manera que el gesto hay que hacerlo contra el corazón del Estado, contra su jefe: el sexto Felipe.

Segunda, han exagerado quienes han calificado a Torra como intelectual. Si es por los libros que ha escrito,   debo recordar que Marcial Lafuente Estefanía, celebrado autor de millares de novelillas del Oeste en los años cincuenta, nadie –ni siquiera él mismo--  habría aceptado la calificación de intelectual. Cualquier intelectual que se precie sabe a qué atenerse cuando se habla de “borboneo” o “borbonear”.


El bisabuelo del sexto Felipe, Alfonso XIII, exageró ad nauseam los trapicheos político—palaciegos de su abuela, Isabel II. Alfonso hacía y deshacía a su antojo, incluso en la vida interna de los partidos dinásticos. Era el borboneo. Afortunadamente la Constitución Española del 78 le rompió el espinazo. Pues bien, el presidente Torra y sus hologramas sitúan ahora le centralidad del conflicto entre “Cataluña” y el Borbón. Y le piden que intervenga. Le piden exactamente que borbonee. Error. Aunque, pensándolo bien, tal vez sea una inercia del pasado. Cuando el carlismo y sus sacristanes alborotaron el ruedo ibérico. 

viernes, 22 de junio de 2018

La Manada en los platós televisivos

La Manada ya está desgraciadamente en la calle. Me recorre una enorme indignación por todo el cuerpo. Tengo que serenarme para no decir algo irreparable, para mí, contra los dos Magistrados de tanta ignominia. El único y pobre consuelo es la nueva movilización popular. Lo que no quitará que los agresores vuelvan a la calle y que la víctima aumente  su sufrimiento.


Sin embargo, esta entradilla tiene un toque de alerta. Alerta porque La Manada tiene el campo expedito para acudir a los platós de ciertas televisiones sedientas de carne podrida. Alerta porque La Manada puede hacer de ello su nuevo modus vivendi. Alerta porque habrá quien haga de la violación un negocio. Y, ¿quién sabe?, algunas togas podrían cobrar su correspondiente comisión por acto televisivo. 

jueves, 21 de junio de 2018

La falta de inversiones pasa factura a Cataluña





La caída de la inversión extranjera en Cataluña se acentúa en el primer trimestre de 2018, dicen los datos del ministerio del ramo. Concretamente un 62,4 por ciento con respecto al mismo periodo del año pasado. Sólo 345,7 millones de euros. Son unos datos preocupantes se miren por dónde se miren. Sin embargo, las autoridades catalanas que dicen atender ese negociado responden aquello de «Sin novedad, señora Baronesa». La misma Cámara de Comercio, por su parte, despeja la pelota y, templando gaitas (tal vez importadas), no da excesiva importancia a los datos, porque –entiende académicamente--  que hay que esperar a tener una serie más larga, por lo menos de tres años. Se entiende el mensaje de la Cámara: no hay que caer en alarmismos. No se entiende, sin embargo, la excusa de las autoridades, ese aquí no pasa nada.

Las autoridades políticas catalanas intentan esconder los efectos negativos del procés.  Y más en concreto la despreocupación por la marcha de la economía catalana. «Mi reino no es de este mundo», según dijo Juan, el Evangelista, despreocupadamente.

Los datos son, posiblemente, la consecuencia, primero, del impacto de la marcha de miles de razones sociales de empresas hacia otras latitudes, y, segundo, de la intedeterminación institucional en la que se encuentra Cataluña. El actual espacio-tiempo catalán no es percibido por los inversores como el más idóneo para intervenir. Por ello, templar gaitas es el camino más corto para continuar con la curva descendente de la economía catalana. Y sus evidentes repercusiones en el empleo.

Digamos las cosas con claridad: esa situación es la consecuencia de la profunda desubicación de la política catalana en el escenario global. El hombre de Berlín y sus hologramas pensaban desestabilizar a España, pero no cayeron en la cuenta de que lo global les pasaría factura. El triángulo escaleno carlismo – neoliberalismo de espardeña -  fundamentalismo nos lleva a la decadencia.  Cada uno por separado y juntos entre sí.

miércoles, 20 de junio de 2018

El PP, Bilardo y las pensiones





El Partido Popular ha pedido un mes, hasta renovar su dirección, para abordar en el Pacto de Toledo el punto sobre la revalorización de las pensiones. No, no se trata de una fake news (noticias falsas) (1). No, no es un bulo de Radio Macuto. En resumidas cuentas, como dicho partido está como pollos sin cabeza, ahora resulta que los problemas de los jubilados y pensionistas están en función de la problemática interna de dicho partido. O, posiblemente, quiere decir que como no saben quién estará en el puente de mando no pueden comprometerse a nada. Una obscenidad. Una obscenidad porque el partido acéfalo ni siquiera ha concedido la tradicional cortesía de los 100 días al nuevo gobierno.

Estamos, pues, ante esta situación: el Ok Corral entre Cospedal (¿por qué los medios insisten en añadirle un aristocrático de a su apellido?) y Sáenz de Santamaría está determinando la posición del partido acéfalo en tono a las pensiones. Intereses de partido frente a los intereses de millones de ciudadanos españoles que fueron levantando este país hasta hacerlo irreconocible. Los intereses generales a la espera de que el arcabuz de una derribe a la otra.

Una maniobra tan torpe como burda. Nuestros jubilados saben latín, tantos años en la máquina, el andamio, la besana,  la oficina y el pupitre los ha hecho más que sabios. Ahora falta saber si los melindres de la cortesía parlamentaria concederán al partido acéfalo que se salga con la suya. Bilardo, el belicoso entrenador argentino, sabe qué respuesta hay que darle a los, con perdón, populares




martes, 19 de junio de 2018

Tres novedades simultáneas. Dos de cal y una de arena


Primera brevería

Los genoveses tienen el patio revuelto. El marianismo ha muerto. Ahora las navajas de Albacete brillan en la casa del PP. El joven Pablo Casado parece decirle a la vieja guardia que se aparten; el gentleman García-Margallo afila sus cuchillos contra la Sáenz de Santamaría; Feijóo, el deseado,  dice que la cosa no va con él, que el marisco sabe mejor en Compostela que en Madrid. Conclusión provisional: el patio del PP es particular, cuando llueve se moja como los demás.

Lo más llamativo es el rechazo de Feijóo. Tal vez en determinados recovecos de su partido han respirado más tranquilamente. Se evitan una campaña de hostigamiento al candidato gallego con la exhibición de fotos antiguas de sus amistades con gentes poco recomendables. En todo caso, la renuncia de este caballero da pie a pensar que no las tenía todas consigo, que una victoria del PP en las próximas elecciones le parecería improbable. En política las intenciones se leen por activa, pasiva y perifrástica.

Pablo Casado y García-Margallo, pues. Pero faltan las dos damas del tablero de ajedrez: Cospedal y Santamaría. Compañeras de partido y, sin embargo, enemistadas desde la punta de los zapatos a la peineta. ¿El programa? Vamos, hombre, no me sea usted pejiguera. El programa, de momento, son los gestos de la cara, el color de la corbata y el polisón de nardos.

Segunda brevería

Insólito. El grupo parlamentario que dirige telemáticamente el hombre de Berlín ha presentado una petición en el Parlament de Catalunya. A saber, que los diputados que están presos y en el extranjero puedan cobrar las dietas. Estrambótico asunto. Que se presta a engrosar la lista de chistes «de catalanes».  

Tercera brevería

Victoria sindical en el convenio de Hostelería de la provincia de Málaga (1). Ahora queda pendiente una valoración de los protagonistas de las movilizaciones malagueñas y, sobre todo, una explicación a la ofensiva de la utilidad de la acción sindical confederal. Lo digo porque la cosa lo merece y, especialmente, porque el sindicalismo tiene un defecto que viene de tiempos muy antiguos: no valora lo suficiente sus victorias; acostumbra a ser excesivamente austero.  Se lame en sus derrotas pero no ensalza lo que consigue. Málaga debería ser un punto de inflexión. 


lunes, 18 de junio de 2018

Reflexiones anejas a la negociación colectiva



Escribe Pedro López Provencio


Hará unos doscientos años que dio comienzo el sistema capitalista de producción y de comercialización que, con ciertas variaciones y adecuaciones, sigue vigente en la actualidad. Eso ha conformado, en gran medida, la sociedad que hoy tenemos.
Una de las características más importantes de este sistema es la dicotomía existente en el reparto de la riqueza que se crea. Entre los trabajadores que la producen y los capitalistas que se la apropian. Entre el salario de los que trabajan y el beneficio de los dueños del capital. Por eso el trabajador ha de trabajar más de lo que corresponde a la parte que se lleva, en forma de salario, para que el capitalista pueda llevarse la suya, en forma de beneficio. Sin perjuicio de que pueda haber capitalistas que también trabajen y se lleven una parte por eso y otra por el capital, no siempre desembolsado ni realmente existente.

No puede extrañar, por tanto, que ese reparto y la cantidad y la forma de producir los bienes y los servicios haya estado siempre en discusión. Al trabajador le puede bastar con un salario que le permita, a él y a su familia, una vida digna, acomodada a cada época, trabajando con fines económicos solo lo necesario, en condiciones satisfactorias, para conseguir sus propósitos económicos. Además del trabajo personal o familiar o con fines culturales y lúdicos. Sin embargo, el capitalista nunca le ve el fin al incremento de su beneficio. Por lo que procura que, una vez producida la riqueza equivalente al salario, se siga trabajando lo máximo, indefinidamente, al mínimo coste. Con la calidad mínima y la obsolescencia máxima aceptable por la clientela. Paliando la peligrosidad, la penosidad y la toxicidad que pueda existir en el trabajo solo cuando se ve obligado a ello, por la presión del Sindicato o el ordenamiento jurídico del Estado.

Como la ambición capitalista no tiene límite, se tiende a producir al máximo. Más de lo que se puede vender. Principalmente porque al no aumentar suficientemente los salarios éstos van perdiendo poder adquisitivo conforme aumentan los precios. La codicia es la guía. Que es contagiosa. Eso da lugar al incremento de los stocks de pisos, coches, etc., que, al acumularse sin reversión inmediata del capital invertido y sus intereses, dan lugar a la suspensión de la producción. Porque no se vende, dicen. Lo que es origen de las crisis periódicas que especialmente sufrimos y pagamos las clases trabajadoras. El desempleo masivo ayuda a que empeoren las condiciones de trabajo y mejoren los beneficios.

Para protegerse, oponerse y combatir este sistema, los trabajadores han utilizado diversos medios. Tratando de evitar la sobreexplotación. Medios que están cambiando al compás de la evolución y la presión capitalista. Me referiré solo a algunos, ahora que parece que se reanuda la negociación colectiva general en España y particular en Cataluña.

La cualificación de los trabajadores

Con la concentración de los trabajadores en fábricas y recintos propiedad del dueño del capital, se les pudo someter a la disciplina del patrón. Sin embargo conservaron una fuerza fundamental independiente: el saber hacer, la cualificación profesional. La promoción por el sistema de mérito y capacidad incentiva la adquisición de conocimientos y de experiencia en la profesión u oficio. Esto los hacía imprescindibles y aseguraba su continuidad y permanencia en la Empresa. También garantizaba su libertad, puesto que los conocimientos y la experiencia adquirida se podrían hacer valer en cualquier lugar que se precisase. Actualizaba la vertiente intelectual y cultural. Y mejoraba el estatus social y el salario. Pronto en la patronal fueron conscientes de esa fuerza y empezaron a idear los métodos para desposeerles de sus conocimientos o para hacerlos inocuos al funcionamiento de la producción. La fórmula magistral la encontró Frederick W. Taylor (1856-1915) con su principio de “el cerebro en la oficina y el brazo en el taller”. Llegando a hacerse típico aquello de “a usted no se le paga por pensar”. Todo lo que está sucediendo ya se inventó a primeros del siglo pasado. Lo demás es simple evolución y perfeccionamiento.

Empieza a ser una realidad palpable la culminación del sistema productivo para conseguir que cualquier persona, con una mínima formación unívoca, pueda ocupar cualquier puesto de trabajo. Conocimientos o formación superiores resultan superfluos e incluso contraproducentes. Con este sistema todos los trabajadores pasan a ser prescindibles en cualquier momento. La adaptación de cualquier persona a cualquier puesto de trabajo empieza a ser una tarea sencilla. La ergonomía la han pasado al baúl de los recuerdos. De lo que pudo haber sido y ya será difícil: el diseño de los métodos de trabajo de acuerdo con las aptitudes y características de los trabajadores. O mucho pugnan y perseveran las fuerzas sociales, empezando por los sindicatos, o pronto “el cerebro en la oficina” será el que diseñe los algoritmos en algún lugar privilegiado del planeta. Y todos los demás seremos “carne de cañón”. Auxiliares de los robots y otros artilugios automáticos teledirigidos a distancia. A lo que gusten mandar esos algoritmos, en un trabajo de mierda, precario y mal pagado. Algoritmos diseñados solo para alcanzar el máximo beneficio financiero.

Para fijar la desposesión de los atributos profesionales del trabajador se aplica la Valoración de los Puestos de Trabajo, que sustituye a la cualificación de los trabajadores en la asignación de los salarios. Por ahora con cierto disimulo para no crear alarma e introducirlo con calzador y vaselina. Pero en el XIX convenio Colectivo de la SEAT han desaparecido ya las categorías profesionales y a eso apunta el Convenio del Metal de Barcelona. Y desde hace años el de la Química. Así, por ejemplo, en los puestos de trabajo de Tenor y de Acomodador, en el teatro de la ópera, las personas que los ocupan podrán intercambiarse, siempre y cuando los medios electrónicos de la acústica lo disimulen y el público no sea capaz de apreciar la diferencia. A eso vamos. Si aplicamos la técnica VPT sin burdas manipulaciones, el puesto de trabajo de Acomodador puede que resulte de más valor que el de Tenor.

Ahora se va avanzando a pasos agigantados en otro invento. Explotar al trabajador sin necesidad de agruparlo. Se trata de que se autoexplote, sin los elementos solidarios que propicia la permanencia en edificios comunes y/o con vínculos colectivos. Desaparece el trabajador asalariado por cuenta ajena. Gracias a los sistemas “just in time” ya no se precisa la subordinación disciplinaria. Son los mismos equipos de trabajo los que pueden controlar la cantidad y la calidad. Así es factible la subcontratación y la externalización del trabajo en unidades, que han sustituido el vínculo laboral por la contratación mercantil. Los trabajadores ya pueden estar sometidos a sí mismos, para beneficio de quienes deciden los precios y controlan hasta la ganancia que pueden atribuirse. Estos otros se adornan con señuelos como la responsabilidad corporativa, la economía colaborativa, inclusiva, etc. Y establecen oxímorones ya comúnmente aceptados: empresarios subordinados y autónomos dependientes. Para facilitarles la adaptación se les proporcionan herramientas novedosas como el coaching, la inteligencia emocional, el liderazgo. No es necesaria la cualificación profesional, puesto que el diseño y la técnica se deciden en otro lugar, y el trabajo que se precisa es elementalmente repetitivo, automático y de simple vigilancia. Así la igualdad se alcanza a través de la entronización de la ignorancia profesional requerida, aunque se tuviere una superior.  La culpa del fracaso en la acción emprendedora recae en uno mismo. Si no tienes éxito es porque eres vago o torpe. No importa la valía personal, ni que un pez no pueda trepar a un árbol. Es el triunfo de los flautistas vendedores de humo. Lo que consigue que el autoexplotado en vez de revolucionario se convierta en depresivo. Y así se puede diluir la responsabilidad empresarial, que ya no se sabe dónde radica. Y se incremente el miedo y la incertidumbre entre la ciudadanía.

Todo ello, unido a la disminución de las horas de trabajo económico que posibilita la disrupción tecnológica, tendría que hacernos recapacitar. Por lo menos sobre el sentido del trabajo desde una vertiente filosófica. Sobre las modificaciones conductuales y psicológicas que podemos sufrir las personas. Así como los cambios sociales que propiciarán la ausencia de status profesional y la cantidad de tiempo dedicado al ocio. Para procurar que la sociedad que viene conserve sus características humanas y no sea diseñada por artilugios electrónicos contagiados de la estupidez egoísta de sus amos.

La asociación de trabajadores y ciudadanos

La asociación y la organización de los trabajadores han sido fundamentales para mejorar el reparto de la riqueza producida y las condiciones de trabajo. Sustituir al trabajador individual por el Sindicato en las relaciones laborales ha sido esencial para la prosperidad de la civilización europea y la creación del estado de bienestar. Insuficiente y en constante peligro de retroceso, pero aún cierto y real si se compara con otros lugares del mundo. La necesidad de que la organización de los trabajadores traspase las fronteras no es nueva. Pero es más necesaria por las renovadas condiciones en que se desenvuelve el capital ahora, ya casi exclusivamente financiero y sin limitaciones geográficas. En Londres, en 1864, se funda la Asociación Internacional de Trabajadores, AIT o primera internacional, que agrupó inicialmente a sindicalistas ingleses, anarquistas y socialistas franceses e italianos republicanos. Sus fines eran la organización política de los trabajadores en Europa y el resto del mundo, para examinar problemas en común y proponer líneas de acción. El asociacionismo obrero siempre ha sido atacado y entorpecido cuando no ilegalizado.

Hoy no es fácil encontrar la fórmula para conseguir una movilización potente de los trabajadores. Para que vuelvan a tener éxito en la acción reivindicativa y transformadora. Tampoco el sustrato ideológico suficiente ni la perspectiva política adecuada. Por eso hay quien tiende a enclaustrarse en sus respectivas naciones imaginadas por otros. Los convenios colectivos se negocian con enormes restricciones. Se cede en que la organización del trabajo siga siendo atribución exclusiva de la dirección de la empresa, sin convenir límite alguno. Y a veces parece que los incrementos salariales que se reclaman se justifiquen por la necesidad de incrementar el consumo. Que el Sindicato dedique importantes esfuerzos a proveer de algunos servicios accesorios a sus afiliados, a veces asustados y retraídos, es una labor meritoria aunque no suficiente. Y algunos asistimos impotentes y desconcertados a los cambios laborales, industriales y sociales que se están produciendo.

Porque no se percibe ningún debate trascendente sobre los efectos que pueda producir la revolución industrial 4.0, en la que ya empiezan a estar inmersos buena parte de la ciudadanía. Ni sobre la necesidad de regular y prevenir los posibles efectos adversos que puedan incidir sobre los derechos de los trabajadores, las relaciones laborales y la conformación de la sociedad. El empleo, la jornada laboral, la formación, la promoción, las condiciones laborales dignas, la seguridad en el trabajo, la protección social y el fortalecimiento del dialogo social. Ni tampoco parece que se reflexione sobre las posibilidades de éxito del concepto jurídico-político de “TRABAJO DECENTE” lanzado universalmente por la OIT a finales del siglo pasado y que hoy también parece olvidado. Es decir, la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres.

Pero, si esta visión pueda resultar pesimista, lo cierto es que la sociedad no se está quieta. Con una evidente falta de coordinación y de contraproducentes desencuentros. Efectivamente se observa que, además de los Sindicatos, están en marcha lo que se ha dado en llamar movimientos sociales, mareas, plataformas, ONG. Que luchan por reivindicaciones sectoriales, como el abuso de los bancos, el urbanismo, los ancianos, la sanidad, la enseñanza, los desahucios, los alquileres, el feminismo, las pensiones, los refugiados e inmigrantes. Consiguiendo importantes movilizaciones parciales y, por lo tanto, interesantes logros en sus pretensiones. Y si no parece posible, ni tal vez deseable, que toda esta variedad asociativa se una en una sola con los Sindicatos, sí que es necesario que dejen de ir cada una por su cuenta y se minimicen los enfrentamientos. Es preciso que se reúnan y puedan establecer unas tácticas y una estrategia común frente a un sistema que empieza a caminar automáticamente con el principal objetivo de beneficiar a unos pocos. Hay que prescindir del sexo de los ángeles, los tres pies del gato y, en la medida de lo posible, de los personalismos individuales y colectivos. Y el Sindicato debe evitar el peligro de convertirse en un gremio corporativo de trabajadores fijos en grandes empresas. Que está caducando. Por lo que habría que ver como se contempla todo esto en el marco de la negociación de los grandes convenios colectivos estatales y de comunidad autónoma.

El ahorro necesario y su uso

Sobrevivir adecuadamente en los tiempos de penuria o de infortunio, prevenir los riegos y cubrir los siniestros, precisa ahorrar una parte del salario. Con lo que paliar las consecuencias adversas. También las del desempleo, la enfermedad, la invalidez, la jubilación, la maternidad, la viudez, la orfandad. Una parte de ese ahorro se guarda individualmente y con la otra se contribuye al ahorro colectivo. Con las cotizaciones sociales es con lo que se abonan las pensiones. Y el pago de los servicios comunes se hace a través de los impuestos. Por eso el sostenimiento de la Seguridad Social y demás instituciones de previsión que tiene el Estado resulta imprescindible. Especialmente desde que se reconoce que la soberanía reside en el Pueblo del que emanan los poderes del Estado y éste pretende ser social y democrático de Derecho. También se ha conseguido que los ricos y los capitalistas aporten algunas migajas de sus beneficios. Cuando no evaden o defraudan a la Hacienda Pública.

Con insuficiencias y recursos económicos escasos, el sistema viene cubriendo en la actualidad buena parte de estas necesidades. Dependiendo de quien ocupe el Gobierno y tenga mayoría en el Parlamento. Sin embargo, estudiar las nuevas necesidades de financiación para estos menesteres empieza a ser urgente, así como el reparto de la riqueza producida entre los diversos actores y necesidades.

Porque, tal como van las cosas es de esperar que, conforme avance el proceso disruptivo que anuncian la automatización y la robotización, pueda producirse un aumento temporal del desempleo y de las complicaciones psicológicas. Especialmente si no se mantiene el poder adquisitivo de los salarios con la imprescindible disminución progresiva de la jornada laboral. La jornada convenida claro, pero especialmente la real. Evitando que pueda producirse una importante pérdida de los ingresos para la financiación de las pensiones y los servicios públicos. Es evidente que, en la medida en que el Estado es el responsable de asegurar el bienestar general, se verá obligado a incrementar la parte que se aporta correspondiente a los beneficios financieros. Ya que el sistema productivo en proceso de transformación o intensamente transformado favorecerá el aumento de la productividad y de los beneficios del capital.

Y porque buena parte de ese capital ha cambiado de propietario. Junto a los capitalistas tradicionales, que aumentan su riqueza y se concentran, han aparecido otros actores financieros. Los fondos de pensiones privados y los fondos de inversión. Que empiezan a tomar una posición dominante de ámbito mundial. Se forman con los ahorros individuales de cientos de millones de personas anónimas. Con nulo poder individual y totalmente ajenas a las decisiones que se toman en su nombre y con su dinero. Que, por ahora, suelen interesarse exclusivamente por la rentabilidad que puedan obtener y la seguridad de su inversión. Rentabilidad que para cada uno de ellos no llega ni al “chocolate del loro”. Estos enormes capitales comunes, los manejan unos gestores de fondos cuya preocupación principal es mantener la ilusión financiera de los pequeños ahorradores y las disparatadas remuneraciones que perciben por sus servicios.

Hoy día los grandes inversores mundiales representan el 1% de la población y utilizan en su beneficio su propio dinero. Más las ingentes cantidades de capital que representan nuestras pequeñas aportaciones a fondos y planes. Más un dinero inexistente: el fiduciario. Se presta, se invierte o se utiliza más dinero del que se tiene con respaldo efectivo. En la confianza de que se podrá cubrir, en su caso, porque no se espera que haya que desembolsar de golpe más de lo que realmente se tiene. Este atributo del Estado, es utilizado sin ningún pudor por bancos y otros actores financieros poderosos. Cuando el truco falla lo pagamos con el dinero de todos. A costa de la sanidad, la enseñanza, los servicios sociales. Con el chantaje, además, de que se podrían perder las inversiones de los pequeños ahorradores en fondos y planes. Cuando sabemos que eso no se evita, recordemos las “preferentes”. O como algunos ancianos de Estados Unidos que, al quebrar su fondo de pensiones privado, se quedan sin pensión y se les puede encontrar trabajando de reponedores en los supermercados.

Por eso, mientras no se pueda cambiar el sistema capitalista, plantear en la negociación colectiva que son las clases populares, que en gran parte representa el Sindicato, las que aportan la mayor parte de los recursos financieros, podría mejorar la posición de nuestros representantes en la mesa de negociación. Me parece. ¿Y si alguien acometiese la labor de hacer conscientes a los pequeños ahorradores de cuál es su poder si se organizan y actúan en consecuencia?

17 de junio de 2018



domingo, 17 de junio de 2018

Inicio de nuevas señales para Cataluña





Ayer pirómano, hoy bombero. Este es Artur Mas, el hombre de los recortes en serie. Que como tiene ojos para ver y oídos para escuchar ha caído en la cuenta de que algo va cambiando en España en la última semana. Ayer organizó el incendio catalán, hoy toma la manguera con la idea de apaciguar los ánimos: el independentismo debe alterar su estrategia tras el giro de Sánchez en torno a Cataluña.

No es una cuestión de astucia, sino de haber calibrado, al menos aproximadamente, la correlación de fuerzas. Y algo más: Artur Mas ha sufrido una doble derrota. Sus objetivos no se han cumplido y ha sido desplazado al gallinero del teatro por el hombre de Berlín y sus franquicias. Artur Mas ha sido derrotado por ese grupo de becarios que él mismo acunó en sus faldones: el alguacil alguacilado. Con todo, el aviso de Mas a los suyos tiene su importancia. En realidad es una advertencia al sector empecinado, que hoy por hoy tiene el bastón de mando.

¿Cuáles son las señales que detecta el sedicente astuto? El giro de 180 grados del gobierno de Pedro Sánchez con el objetivo de rebajar la tensión en Cataluña, que está en las antípodas del marianismo. Es la desautorización de la doctrina Bilardo, el pendenciero entrenador argentino: «Al enemigo ni agua». Son también las señales que emite El País, ahora en las manos prestigiosas de Soledad Gallego-Díaz, por ejemplo en la editorial de hoy, que va escardando los jaramagos de la época anterior, y que dure.

Artur Mas –ayer pirómano, hoy bombero--  ha tomado nota de las señales que está emitiendo el nuevo gobierno español: la recuperación de la sanidad universal, la apertura de expedientes sobre el caso de Billy El Niño y el traslado de los restos de Franco fuera del Valle de los Caídos, la acogida de los migrantes del Aquaryus.  Decididamente, esta no es la España con olor a pies del marianismo. Artur Mas lo sabe; sus ahijados están incómodos con tales señales. Y muy cómodos con Ciudadanos.

Albert Rivera --«pisálo, pisálo, al enemigo ni agua»--  ha tirado de las peores recetas del vademécum de la derecha carpetovetónica: debe cambiar el porcentaje de voto de la ley electoral para obtener escaños en las Cortes. Justamente lo que están buscando los acaparadores de agravios. Por lo que me malicio que el tal Rivera quiere que no escampe el temporal.

Mientras tanto, alzo mi copia y me quito el sombrero: Neus Català –noble dama de la izquierda— cumple ciento tres años. Clique ahí y sabrá su historia.