Nota.-- Este fin de semana se ha celebrado en Sevilla
el primer encuentro de Diálogos entre Andalucía y Cataluña. Las certeras palabras
de Javier Aristu y Paco
Rodríguez de Lecea de valoración del encuentro me ahorran hablar
de ello. La asistencia a este encuentro explica el silencio de este blog durante cinco días, cosa que ustedes habrán agradecido. Cuando uno va a Sevilla lo importante es estar en Sevilla y no perder el tiempo escribiendo en este blog.
Javier
Aristu
Se
acaban de clausurar las dos jornadas de los denominados Diálogos Cataluña
Andalucía que se han celebrado en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
(antiguo monasterio de la Cartuja en Sevilla) durante los días 26 y 27 de este
mes de octubre. Han sido horas de intenso trabajo de unos setenta intelectuales
y profesionales catalanes y andaluces dedicados a intercambiar puntos de vista
y juicios sobre la actual situación de nuestras comunidades, Cataluña y
Andalucía.
Concebidos
estos encuentros como una mesa para el diálogo y el mutuo reconocimiento hemos
tratado de conocernos más y profundizar en las razones del actual desapego de
una parte de Cataluña respecto del resto de España. Los tres ámbitos de trabajo
(Nuevos y viejos problemas: Europa, España, Cataluña, Andalucía; Economía,
trabajo y sociedad. Las actuales sociedades en transformación; y Nación,
nacionalidad, región: cultura, marco institucional) eran la manera de afrontar
las diversas perspectivas con que se pueden localizar una parte de los
problemas de ambas sociedades. Pero más que analizar y diseccionar lo que se
pretendía era acercarnos a posibles salidas, abrir puentes de entendimiento,
lanzar vías de encuentro. Y eso se ha conseguido.
El
clima del encuentro ha sido extraordinariamente cálido y positivo; el nivel de
debate me atrevería a decir que de gran altura y las perspectivas que se abren
tras este encuentro cartujano son positivas e ilusionantes.
La
sesión de clausura contó con una buena representación de fuerzas sociales y de
personas representativas de ámbitos de acción ciudadana. Tuvimos la oportunidad
de que en ese acto nos acompañaran los secretarios generales de CCOO de
Cataluña (Javier Pacheco) y Andalucía (Nuria López) que expresaron su acuerdo
con el encuentro y sus ganas de ahondar en la convergencia de andaluces y
catalanes porque a ambas comunidades les interesa unir y no separar.
Un
mensaje se transpiraba entre los participantes e invitados: frente a la
política de la agresión, la política del diálogo; frente a la actitud del
rechazo, la actitud del encuentro con el discrepante. En una sociedad
democrática no se puede plantear el contraste de ideas como una batalla campal
donde se trata de aniquilar al contrario.
El
próximo año se celebrará la segunda ronda en Barcelona y seguiremos
profundizando en el diálogo y en el reconocimiento del otro, esa
asignatura pendiente entre una buena parte de los españoles, andaluces y
catalanes.
Paco Rodríguez de
Lecea
Una
convocatoria surgida muy cerca de mi persona y del espacio ciudadano que ocupo,
coordinada por mis grandes amigos Javier Aristu, andaluz, y Javier Tébar,
catalán, me ha permitido estar durante día y medio “en el ajo”, si el ajo es el
lugar donde se preparan y se ensayan los cambios por venir (cambios de tiempo,
cambios de marcha, cambios de actitud y de mentalidad, cambios en fin ¡ojalá!
de leyes, de reglamentos y de estructuras).
Estoy hablando
de los Diálogos Cataluña-Andalucía, que nos han reunido en dependencias del
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, en el entorno de la Cartuja de Santa
María de las Cuevas, en Sevilla, a setenta y tantas personas de cierta
significación económica y social de las dos comunidades, en un intento, no de
arreglar cuentas pendientes en el Estado y con el Estado, sino de tomar nota
con buena letra y la mayor pulcritud posible del estado de la situación general
y las expectativas de los unos, de los otros, y las conjuntas de ambos
territorios, en un entorno de dimensiones y trascendencias mucho mayores:
España, Europa, el mundo.
Nada
definitivo, ninguna grandilocuencia. Un intermezzo corto en mitad de la
representación de dos obras de enjundia: acto primero, la España que ha sido;
acto segundo, la España que va a ser. Un apunte para que los espectadores que
vuelven distraídos de una visita al ambigú no pierdan la memoria del hilo
argumental del drama que está en cartel.
Se abordaron
en tres mesas de diálogo, primero la situación (cómoda o incómoda) de las dos
realidades autoconvocadas en los puntos cardinales obvios a los que están
referidas: el Estado español, el superestado europeo. Segundo, el mundo del
trabajo (en su más amplia acepción) como cemento societario que puede conformar
una unión incisiva entre los diferentes, y unas reivindicaciones concretas y
perentorias que confluyan hacia una ciudadanía común más inclusiva, más
conectada y mejor situada para superar los déficits actuales de todo tipo.
Tercero, la función de las instituciones y del juego institucional para
dinamizar algunas fuerzas positivas que llevan ya cierto tiempo paralizadas.
No ha habido
grandes conclusiones, tampoco se esperaban. Tan solo la confirmación de una
sensación que nos asaltaba desde hacía tiempo tanto a andaluces como a
catalanes: que el funcionamiento del Estado de las autonomías estrenado en el
78 ha derivado hacia una situación perversa tendente a propiciar encontronazos
entre unas y otras autonomías por beneficios, prioridades y privilegios
deparados desde el Estado central; y que desde posiciones recentralizadoras se
ha animado de algún modo esa competencia entre todos por ser los primus
inter pares. Lo cual ha desembocado finalmente en una centrifugación
peligrosa de esfuerzos y en la multiplicación de frustraciones, de enconos
recíprocos y de memoriales de agravios. Incluida una declaración esbozada de
independencia.
Volveré en
esta bitácora sobre las reflexiones desarrolladas en los Diálogos. Baste por el
momento este apunte a vuela pluma, escrito cuando aún sigo en una Sevilla
anfitriona amable y bellísima. Quede claro también que esta primera ronda de
diálogo habrá de ser seguida por otras con más protagonistas individuales y más
fuerzas sociales y políticas empeñadas de forma coordinada en confluir, no en
divergir.