Nota
editorial. Esta es una exclusiva para
este blog, que puede y debe ser reproducida, si gustan, por quien lo estime
conveniente. La foto se corresponde con Agustín Gómez Acosta, recientemente fallecido; Agustín era hermano del autor de este trabajo.
Manuel
Gómez Acosta.
Ingeniero
Industrial
Introducción
Este artículo
hace referencia a la necesidad de la construcción de una estrategia industrial
común a nivel europeo, que actúe como instrumento de planificación
democrática, factor de innovación competitiva, motor de generación de
empleo y de creación de capital humano. Es decir internacionalizar la
economía europea para aumentar su presencia en la economía global. Por otra
parte considera que el futuro de Europa es irrelevante desde la vertiente
económica, sin una estrategia energética basada en la seguridad energética, el
combate contra el cambio climático y la competitividad económica. Por ultimo,
pero no lo menos importante, la construcción de Europa social debe
hacerse desde el desarrollo económico y medioambiental sostenible, la
oposición frontal al crecimiento desordenado y especulativo, que genera cada
vez más costes sociales insoportables, en el combate contra la desigualdad y
con el soporte de todos los ciudadanos europeos a partir de su
participación a través de los diferentes grupos y organizaciones sociales y
políticas involucrados.
¿Existe Europa? ¿Es
posible una estrategia industrial y energética común?
Mientras
tanto, Europa se debate en un confuso movimiento de reconstrucción política,
digestión del resultado de las últimas elecciones, nuevo Parlamento, incremento
de las corrientes euroescépticas, tensiones nacionales, crecimiento de
grupos anti sistemas, reivindicaciones de cambio y transparencia. Se han
producido fuertes movimientos telúricos en el ámbito industrial y energético,
dos vectores determinantes del escenario económico, que en muchos casos no han
merecido la atención que requerían.
Durante
el presente año, Europa ha sido “invadida” a través de fuertes flujos de
capital de “megaempresas” transnacionales que se han situado en posición de
dominio en diferentes sectores estratégicos del continente, vinculados a
las infraestructuras del transporte y de la energía, sectores farmacéuticos,
telecomunicaciones…. Pero Europa no solo tiene la urgente necesidad de elaborar
una estrategia industrial común para poder competir con los centros de poder
económico exógenos a nuestro continente, sino un grave problema de seguridad
energética que está condicionando su desarrollo futuro. A ello habría que
añadir las repercusiones del conflicto ruso-ucraniano, que presenta dos
elementos diferenciados y complementarios. Por una parte la necesidad de EE.UU.
de seguir controlando Europa dificultando que la Federación Rusia
pueda asumir un rol europeo; y por otra su repercusión en una área
de gran trascendencia estratégica como es la geopolítica energética.
Las corporaciones transnacionales: una
estrategia de penetración
Las
grandes “mega empresas” multinacionales con fuertes excedentes de liquidez
deciden trasladar sus inversiones desde sectores financieros de gran
rentabilidad pero con altos riesgos hacia a sectores industriales donde
la rentabilidad es menor, pero los riesgos están. Al mismo tiempo estos
sectores industriales tienen un carácter estratégico que les permite intervenir
en el diseño de la economía europea cada vez más global, cada vez más
dependiente. La globalización es una realidad del presente económico, a la que
es inútil oponerse, lo que significa la urgente necesidad de ejercer un
control democrático sobre ella y regularla para que pueda desarrollarse a
en beneficio de todos y no de unos pocos.
Según
un estudio publicado por Credit Suisse en mayo del presente año existen 2,3
billones de € (2.300.000 M€) disponibles en la economía global para efectuar
compras en sectores estratégicos: energía (Alstom Power vendida GE),
telecomunicaciones (Vivendi/SFR a Numericable), farmacéuticos (la
estadounidense Pfizer vs británica AstraZeneca …), fusión de cementeras Lafarge
con Holcim… todo ello genera pingües plusvalías como consecuencia de las
batallas empresariales por el control de sectores estratégicos. En ocasiones
aparecen los llamados caballos blancos, empresas que salen al rescate de otra que ha
sido objeto de una OPA, que suelen estar impulsadas por poderes políticos de
los Estados cuyas empresas están afectadas.
En
mi modesta opinión, la oposición frontal a la globalización es una batalla
perdida; se trataría de intentar intervenir en su regulación para que los
beneficios que se produzcan puedan repartirse de forma que motoricen el
desarrollo sostenible y no el crecimiento desordenado a costa de producir aún
más costes sociales e incrementar la brecha de la desigualdad Seria pues
necesaria una estrategia industrial europea compartida, vinculada a la
competitividad, la innovación, la eficiencia energética pero al mismo tiempo no
intervencionista. Europa debe buscar sus “armas” en la batalla global de la
industria.
Europa
debe desarrollar una estrategia común y compartida, como apuntaba el documento “Estrategia Europa 2020” elaborado por la de la Comisión en marzo del
2010 y titulado “Una
estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador” que tenía entre uno de sus
principales objetivos la creación de ocupación, la eficiencia energética,
el desarrollo de la industria incrementando su participación en el PIB europeo
desde el actual 15% al 20% en el 2020.
En
esa misma línea apunta el documento remitido por la Comisión al Parlamento
Europeo y al Consejo el 28.10.2010: ”Una política industrial integrada para
la era de la globalización: competitividad y sostenibilidad”.
Desde
el entorno sindical es digna de resaltar la propuesta de la Confederación de Sindicatos
alemanes (DGB) para un programa de coyuntura , inversión y desarrollo para
Europa, titulado “Un Plan
Marshall para Europa” de diciembre del 2012, que sitúa las inversiones en
la generación sostenible de energía, en la eficiencia energética, en la
formación de capital humano, en el I+D, en el desarrollo de infraestructuras
“inteligentes” y “sostenibles”, en la mejora de la eficiencia de las
administraciones publicas, todo ello con el soporte de la participación de
todos los grupos sociales involucrados.
Resumiendo:
apuntamos la necesidad de la motorización de unas líneas maestras de una
estrategia industrial europea común y compartida, basada en la capacidad de
innovación , la obtención de recursos de I+D, inversión en capital
humano, desarrollo de las nuevas tecnologías vinculadas a las TIC, los nuevos
materiales… Una apuesta inequívoca por la industria como factor de crecimiento,
factor de innovación (el 80% de toda la actividad de I+D se produce en la
industria) y progreso, de generación de empleo, de creación de capital
humano, de estabilidad económica
“Europa
no puede ni debe quedarse dormida, en la actualidad un 90% del crecimiento
económico se produce fuera de Europa…”. Estamos obligados a reflexionar sobre el
mantenimiento de los centros de decisión estratégica dentro de la UE, la necesidad de elegir
mercados, productos y servicios donde crecer y que incorporen valor añadido, la
potenciación de las sinergias y complementariedades de las industrias
“nacionales”, evitar solapamientos perversos, potenciar modelos de
“partenariado” tecnológico (modelo Airbus); en resumen no se trata de impedir la entrada de las transnacionales
extra-europeas en nuestro continente, sino de aprovechar esa oportunidad para
internacionalizar la economía europea , es decir para aumentar nuestra
presencia en la “economía global”.
“Globalización” vs “Patriotismo económico”
Oponerse
a la globalización es tarea inútil, las organizaciones políticas y
sindicales progresistas y de izquierda deben intervenir en el proceso y
participar en su control.
Permitidme
que me detenga en un proceso “transaccional” que me ha tocado vivir de
cerca por motivos profesionales. La compra de las actividades energéticas del
grupo Alstom (generación convencional, renovables y redes eléctricas de
transporte y distribución) por la multinacional americana GE, nos exige
reflexionar y analizar dónde se ubican los centros de decisión estratégica,
condicionarlo a la creación de empleo de calidad, a la creación de centros de
innovación, a la apuesta por el capital humano, la inversión productiva,
la localización competitiva, evitar las plataformas subordinadas de exportación
basadas en la devaluación de las condiciones de trabajo, estrategias sindicales
compartidas, solidaridad desde las sinergias generadores de empleo.
La
“globalización controlada” que propongo, exige la necesidad de una Gobernanza
del capital financiero internacional, que evite la máxima “mandan las
corporaciones, obedecen los Gobiernos”. Sería bueno desarrollar mecanismos como
los existentes en EE.UU. que incrementa la imposición fiscal a las inversiones
que se realizan fuera del país. Invertir el perverso mecanismo que supedita la
demanda (binomio: consumidor-comprador) a la imposición de la oferta
(productos).
La
globalización controlada puede ser un elemento de motorización de la economía,
un vector de crecimiento económico supeditado a mecanismos de control
introducidos por los Estados, frente a la “desregulación” globalizadora.
Citemos algunos ejemplos: la
CFIUS ( Committee on Foreign Investment in United States ),
comisión federal norteamericana, que asegura que todos los proyectos de
inversión extranjera en EE.UU. están condicionados por su posible impacto sobre
la seguridad nacional; el Building USA Act que exige que los fondos
federales se apliquen a fabricaciones con contenido local (norte- americano);
la última ley Montebourg (Francia) que amplía los sectores estratégicos que no pueden ser
controlados por capital foráneo.
El llamado “patriotismo económico” es, en mi opinión una desafortunada
expresión, como todo aquello que hace referencia al patriotismo. Pero
podría ser, sin duda, un factor dinamizador en la medida que
situaría en línea de salida la necesidad de potenciar una política industrial a
nivel europeo que actúe como instrumento de planificación democrática, por una
estrategia de innovación competitiva, de generación de empleo, de creación de
capital humano. Lo que en estos últimos tiempos se ha dado en llamar una “nueva
política industrial activa” (PIA) como la denomina el economista y profesor de la Universidad de Harvard
Dani Rodrik.
El desarrollo de la innovación como estrategia para la generación de
nuevas oportunidades de empleo, el incremento de la competitividad y productividad que, sin duda, deben
repercutirse en valores sociales y en el beneficio del conjunto de la sociedad.
Factores de competitividad vinculado al tamaño de las empresas. Las medianas y, sobre todo, las
grandes empresas son capaces de generar economías de escala, tienen más fácil
acceso a la financiación, mayor capacidad para realizar inversiones en I+D+i.
Incremento de la inversión en programas de I+D+i, como vector de
arrastre de una nueva economía. La mejora de la productividad de nuestra economía
pasa por la apuesta por la innovación y la creación de procesos con alto valor
añadido y no por el empeoramiento de las condiciones de trabajo e incremento de
la flexibilidad e inseguridad laboral.
Estrategia de producto “cuando no puedas fabricar más barato, fabrica
productos con más calidad y, si no, innova y fabrica productos nuevos”.. Inventar
nuevas actividades en nuevos sectores de la producción y los servicios. El
desarrollo de los nuevos materiales será determinante a la hora de definir
nuevos escenarios industriales, a través de los nuevos materiales se puede
describir la nueva industria.
La localización competitiva. Favorecida por las ventajas logísticas de un
territorio y sus sinergias (cadenas y redes productivas, redes de
proveedores), el atractivo del entorno investigador sobre los
profesionales del I+D, la convergencia entre las estrategias de las empresas
transnacionales y los territorios nacionales donde operan.
Competitividad vinculada a la corresponsabilización, a través de la participación e involucración
de los trabajadores y sus organizaciones representativas en la gestión y
la organización productiva, la potenciación de las ideas como mecanismos de
creación de valor empresarial.
Europa mercado
energético común.
Finalizábamos
nuestra disquisición sobre la
Europa industrial apelando a la competitividad como factor crecimiento
económico y ello nos obliga a analizar con más detalle uno de sus principales
componentes la eficiencia energética y la lucha contra el cambio climático.
Europa
no tiene un mercado común de la energía, los intereses nacionales lo
condicionan y reducen su eficiencia y eficacia. Al mismo tiempo compartimos
gravísimos problemas de dependencia energética, según el informe de la Comisión titulado: “European Energy Security Strategy” del 28.05.2014, hoy día la UE importa el 53% de la energía
que consume. Su dependencia exterior es casi del 90% en hidrocarburos y del 66%
en el gas natural.
La
dependencia energética de Europa nos debilita como potencia económica y
política, nos aleja de los centros de decisión estratégicos y nos hace
cada día más vulnerables. La factura energética a pagar por la EU representa más de 1.000
M€ por día (400.000M€) al año. En el 2013 ascendió a 300.000M€ el importe
de la factura en hidrocarburos, de los cuales un tercio procedían de Rusia.
Según
datos de la Comisión
Europea, de no ponerse en marcha medidas urgentes para
reducir esta dependencia, ésta aún seria mayor en 2030, cuando el
suministro del gas foráneo podría alcanzar el 84% y en el caso del petróleo
llegar hasta el 93%, lo que supondría un grave problema de seguridad
energética.
¿Qué
supondría un 70% de dependencia energética global en 2030, en caso de no
producirse un giro copernicano en política y estrategia energética por parte de
la Unión?
Podría suponer la irrelevancia de Europa en el mundo global
Consideraciones
de carácter geopolítico y global
A
la hora de definir con rigor el escenario energético europeo, cabe situar no
solamente el factor de la dependencia energética del exterior, sino otras
consideraciones de carácter más geopolítico y global. Permítaseme una
referencia a la teoría desarrollada por algunos analistas y expertos europeos,
que trabajan en el prestigioso Instituto Neerlandés de Relaciones
Internacionales Clingendael, que en su informe: “Europa, la UE y sus tesis sobre energía en
2050”,
publicado en el 2008 pero que conserva rabiosa actualidad , desarrollan una
lúcida reflexión sobre el nuevo escenario energético europeo. El
informe desarrolla la tesis sobre la teoría de las cuatro
Europas:
- La Europa de las patrias, dónde el protagonismo nacional es un factor
determinante.
- La Europa fortaleza, que pone el énfasis en la cooperación y las relaciones
intra europeas.
- La Europa confiada, participante activa en el sistema internacional global.
- La Europa competitiva, que acepta las fuerzas del mercado a escala global.
Dentro
de estas cuatro Europas subyacen dos dimensiones diferenciadas. Una dimensión
caracterizada por dos ejes. Uno horizontal: nacionalismo versus globalismo y
bilateralismo versus multilateralismo, y otro eje vertical: gobierno
intervencionista frente a no intervencionista. En nuestra exposición nos
interesa destacar la dimensión horizontal de este escenario, en la que
predomina el enfoque multilateral a la hora de encontrar soluciones y lograr
acuerdos, como sería, por ejemplo, el cambio climático, frente a una actuación
que podríamos calificar como bilateral a la hora de garantizar el suministro de
energías.
Es
en este escenario en el que la teoría de las cuatro tesis anteriormente
enunciadas nos ayuda a situar elementos de reflexión y análisis. En mi opinión
sólo son posibles dos alternativas: o elaborar una estrategia común de todos
los países comunitarios (Europa fortaleza) o el egoísmo-suicida de búsqueda de
estrategias bilaterales al margen del proyecto común europeo (Europa de las
patrias/Nacionalismo)
Necesidad de una estrategia común
Ante
la gravedad del escenario descrito, la Comisión Europea
elaboró en enero de 2007 un informe-comunicación al Consejo Europeo y al
Parlamento Europeo, titulado Una
política energética para Europa.
El
informe sitúa los retos de futuro y plantea que Europa debe actuar
conjuntamente, para generar una energía sostenible, segura -garantía de
suministro- y competitiva. Al mismo tiempo plantea un plan de acción: mercado
interior de la energía, reducción de gases efecto invernadero, medidas para
incrementar la eficiencia energética, potenciación de renovables, utilización
de combustible fósiles de baja emisión de CO2, plan estratégico europeo para el
desarrollo de tecnología energética avanzada, debate sobre el futuro de la
energía nuclear.
Posteriormente
en el Consejo Europeo del 8 y 9 de marzo de 2007, se decidió la creación de un
observatorio europeo y un plan de medidas que fija cuales son los compromisos
que obligan a todos los Estados miembros, para abordar una estrategia
energética solidaria y posible. Es el acuerdo conocido como 3/20, que fija como
objetivos obligatorios para el año 2020 cubrir el 20% del consumo energético
con energías renovables, la reducción de un 20% de emisiones de CO2 y lograrlo
mediante un incremento del 20% de la eficiencia energética.
Esta
estrategia energética tiene como objetivo garantizar el suministro, combatir el
cambio climático y asegurar la competitividad económica. La Unión Europea cuenta
con un gran activo, el potencial económico de un mercado de 500 millones de
consumidores, lo que representa sin duda un poder de negociación impresionante,
si se supera la debilidad de los 28 mercados actuales fragmentados
y divididos
Los pasados 23 y 24 de octubre del 2014, el Consejo
de Europa plantea una serie de conclusiones en el campo energético que se
plasman en tres objetivos : los que atañen a la reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos en un 40% para 2030 con
relación a los valores de 1990, fijar la cuota de energía renovables dentro del
total del consumo de energía en un mínimo del 27% para el 2030 y una eficiencia
energética que alcance el 30% en ese mismo año.
Al
mismo tiempo este Consejo de Europa señala la capital importancia de potenciar
un mercado interior de la energía que esté plenamente conectado, fijando como
objetivo a cumplimentar un mínimo del 10% de las interconexiones para el
2020 y el 15% en 2030
El
conflicto Rusia-Ucrania. Un nuevo escenario energético, la geo estrategia de la
energía
No
voy a analizar el conflicto Rusia-Ucrania desde una perspectiva política
no es el objeto de este artículo, solo intentaré una aproximación desde
el punto de vista geoestratégico de la energía. Recordemos los
acontecimientos derivados de la grave crisis de abastecimiento de gas,
conflicto Rusia con Ucrania, repetidos en diferentes años: 2005, 2006, 2009 y
2014.
Tengamos
en cuenta que en el 2013 el
suministro de gas natural de Rusia supuso el 39% del total
importado y el 27% del gas consumido en la UE.
En
mi modesta opinión, al margen de la fuerte carga histórica del conflicto,
es claro que la estrategia exterior de los EE.UU., siguiendo viejas inercias
imperiales y de la “guerra fría”, hará todo lo posible para evitar una
alianza Europa-Rusia que conceda a la Federación Rusa
protagonismo europeo. Las relaciones ruso-europeas son vitales para la
construcción de una Europa fuerte y económicamente potente. Europa necesita de
las materias primas energéticas rusas y Rusia de la tecnología europea para
desarrollar su economía y modernizar sus infraestructuras.
No
es posible construir una Europa fuerte enfrentada con Rusia, la cooperación es
absolutamente necesaria para el futuro y la autonomía europea. “Europa es menos Europa sin Rusia“ . Es absolutamente necesario integrar a Rusia en un
proyecto común europeo, al margen de los intereses estratégicos, comerciales y
financieros nacionales.
No
es mi intención juzgar el “pedigree” democrático de la Federación Rusa.
Europa debe facilitar todas las acciones que mejoren el nivel de calidad
democrática de este país, y la mejor manera de facilitarlo es desde la
cooperación, no desde las sanciones y de una cierta agresividad mas vinculada a
los interese extra europeos de la “Foreign Affairs” americana. A veces da la
sensación de que Europa quiere expulsar a Rusia de un continente en el que
habitan millones de rusos y que tanto contribuyó a la Historia común europea y
a su acervo cultural.
Si
no generamos políticas de acercamiento, estamos obligando a Rusia a darnos la
espalda y a generar tipos de alianzas que no ayudan a las empresas europeas ni
facilitan el dialogo.
Apuntemos
algunos datos de cómo pueden evolucionar los acontecimientos. El pasado mes de
mayo se anunciaban acuerdos entre el gigante Gazprom (ruso) y la china CNPC
para el suministro de gas natural e hidrocarburos, a través del “gasoducto de
oriente”, por valor de 400.00M€ durante un periodo de 30 años.
En
el marco del Foro de Cooperación Asia-Pacifico(APEC) el pasado 9/11/2014 se
celebró la cumbre ruso-china que confirmaba este acuerdo energético , apuntaba
un nuevo gasoducto occidental y analizaba la posibilidad de
utilizar el yuan (moneda china) en las transacciones entre ambos países.
Por
otra parte desde el punto de vista industrial, China estaría dispuesta a
reemplazar a los inversores de la
UE en Rusia, como la prensa económica europea recoge “entre
30 y 60 compañías chinas de alta tecnología, que estarían preparadas para
reemplazar a empresas europeas como BASF, Bayer, Alstom, Siemens… en el mercado
ruso”
Todo
lo descrito es bueno para Europa? A quién beneficia el enfrentamiento
Europa-Rusia?, a los europeos seguro que no.
Una Europa unida y solidaria
Es
imprescindible que la UE
se exprese con una sola voz en las relaciones exteriores en materia de energía,
aunque la realidad es que hasta el momento presente sólo ha funcionado el
nacionalismo energético.
El
objetivo final de cualquier política energética europea de futuro pasa por
buscar un equilibrio dinámico entre los tres grandes desafíos, a los que se
encuentra sometida Europa desde el punto de vista energético:
- Kyoto, el “desarrollo sostenible”, supone la búsqueda de la
eficiencia energética, el comercio de emisiones y la potenciación y el
desarrollo de las tecnologías en el ámbito de las energías renovables y
bajos contenidos de CO2.
- Lisboa, la “competitividad”, supone el desarrollo del mercado
interior, la potenciación de las interconexiones, la construcción de la
red europea de electricidad y gas, la apuesta inequívoca y decidida por la
investigación y la innovación en el campo de las tecnologías energéticas.
- Moscú, la garantía del suministro energético. Rusia debe ser un
aliado estratégico de la
Unión Europa, tanto desde el punto de vista político, lo
que sin duda podría ayudar a la democratización y modernización de ese
gran país, como desde la vertiente energética, al ser nuestro principal
suministrador de productos energéticos. El gas y el crudo ruso seguirán
siendo un elemento básico del "mix" energético europeo. Por todo
ello, el diálogo y la cooperación entre ambas partes es absolutamente
necesaria e imprescindible. Europa no debe renunciar a la diversificación
y a una gestión optimizada y solidaria de sus reservas energéticas.
Reflexión final
“El reto de la energía nos va acompañar durante los próximos
30 años, como uno de los mayores desafíos que enfrentamos, sea por razones de
insuficiencia de oferta, y por tanto de tensiones internacionales añadidas, sea
por razones de impacto ambiental. Todo ello exige centrar en estas cuestiones
parte del liderazgo político y de la reflexión global”