Escribe: Mano de Mortero
El Rasputín madrileño al que se conoce con
el apodo de MAR ha
vuelto. Desde hace semanas degusta el puro, si todavía fuma, y apura el
brindis, si todavía bebe, por haber logrado construir un nuevo
personaje en la escena política. Lo ha hecho de nuevo. Si ayer fue el icono de
un bigote, a veces mostacho y a veces sombra, identificado con un Cid
proyectado para campear durante unos años y unificar a la derecha, hoy ha
lanzado una Agustina de Aragón con ribetes de Marianne guiando al
pueblo, pero con recatado pecho cubierto.
El fondo de armario de la historia da para
mucho. Se llama Isabel, la presidenta rectilínea de la Comunidad de
Madrid, la cantinera de Occidente: «me tomo una caña porque me da la gana y
porque soy libre», afirma (quién le va a decir lo que tiene o no tiene que
beber…). Nacida para acabar con el gobierno de coalición de Pedro
Sánchez, la recién elegida presidenta madrileña ha encontrado el tono, la
voz y la perspectiva. Además de la innovadora merienda de la pizza
merendola en los barrios más pobres de la capital, del “cribado” del
Doctor Muerte en las residencias, de la tentación de la diplomacia
exterior con el zorro ruso, etc., este personaje rectilíneo, guiado por el
místico castellano-leonés, ha hecho dos aportaciones a la política
patria que requieren una particular atención. La primera es habernos
descubierto que Madrid tiene la virtud de ser Madrid y además toda España,
rompiendo espacio y tiempo. Si España se va, que se venga a Madrid. Si Madrid
se queda, España se libera de la hidra del “sanchismo”: ¡Viva la Confederación!
La segunda aportación exitosa y propagada como una onda es
la de: “socialismo o libertad”. Los votantes han elegido democráticamente,
nada que decir. La libertad de elegir morir o vivir en Madrid (camina o
revienta). ¿Dónde está el norte y el sur? Esto se llama persuasión,
sí. Pero también se llama demagogia y populismo. Prometer una vuelta al pasado
de una libertad sin oportunidades. “Madrid ha marcado el camino”, se dice.
(Entra en escena un nuevo madrileño que viene de Cataluña: calcetines con olor
a gasolina y grito gutural: Jo vull això!). Lenguajes y signos,
promesas y expectativas inmediatas sobre unas birras sobre la barra. Hoy se empieza
de nuevo, nos dice la Cantinera, la conocida sensación de
comienzo para el canguelo del enemigo político.
Aciertos de la derecha extrema en una
campaña bien llevada si atendemos, y debemos hacerlo, a los
resultados electorales. Ni siquiera requiere del apoyo de su
socio de la extrema derecha. Desacierto total de buena parte de la
izquierda, cada uno con sus problemas y comprometida con el gobierno de
coalición cada uno a su manera, y acierto de un proyecto estrictamente madrileño
como es Más Madrid. Desmoralización, bajón e incomprensión del vendaval
ayusero en la Comunidad por parte de la izquierda.
Es obligado ponerse a estudiar. Dejar atrás el
escenario de cartón piedra montado para las elecciones. Dejarse de
mercadotecnia política. Arremangarse y pensar en cómo recuperar el voto
prestado de un electorado que padece el síndrome de la precarización
y el contrato temporal también en la política.
El grupo dirigente del PP va a darle cuerda a este
asunto, es su personal balón de oxígeno cuando la infección de la
corrupción estaba en su fase más aguda de exposición pública (tribunales,
piezas separadas y traslado de Génova…). Llevamos semanas, y las que nos
esperan, hablando de Madrid, Madrid, Madrid… Euforia es el nuevo perfume. Las
encuestas irán haciendo el caldo a fuego lento. Euforia es la marca
nueva que impregna Génova para tapar el olor de unas cañerías atascadas.
Pero el mercado de las noticias tiene su punto de saturación, la carne no
puede perder brillo ni color, la novedad, que no "lo nuevo", vendrá
más tarde o más temprano. Las contradicciones están e irán apareciendo. La
primera contradicción que asoma es que la libertad de tomar copas era para
hacerlo en los locales nocturnos y de ocio, en los bares y cafeterías pero no
en la calle. Orden y seguridad para los negocios. El botellón pronóstico que se
hará de manera más intensa un tema informativo, nueva carne fresca, durante los
días y semanas próximas así como motivo de lanzamiento de puntiaguda jabalina
en la arena política (alcalde y vicealcaldelsa madrileños ya han salido al
ruedo). Éxito y contradicciones con los que convivirá el ayusismo como nuevo
color del partido de la gaviota primaveral que parece haber levantado el vuelo.
Sin embargo, Rodríguez--Rasputín conoce el
mercado político más que su pupila cantinera, sabe que después de la
fatiga pandémica existen probabilidades que venga otra fatiga: la de la
Cantina y la libertad. El voto tiene un carácter volátil -que se lo digan
a los socialistas madrileños-, se diría que es un voto temporal, incluso a
tiempo parcial. MAR Sabe qué contiene de verdad el viejo refrán
castellano según el cual “Ni sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien
pidió, ni mandes a quien mandó”, porque los cambios en la
fortuna suelen causar inconvenientes en los ánimos. También sabe que
estas elecciones en la Comunidad no eran la finalísima, sino una
fase de eliminación de cara a dos años vista. Ojo con las confusiones, la
pandemia tiene los días contados, la recuperación económica --en la forma que
ésta adquiera finalmente y con las nuevas y viejas contradicciones
que traiga-- se producirá más tarde o más temprano.
Las izquierdas deberían abandonar
la confusión, el miedo escénico, de cara a las que se presentan como
próximas finalísimas en este escenario de la política futbolera. Romper
esta lógica hooliganera y autoconvencerse que dependen de ellas, de
su proyecto, de su estudio y de su trabajo, y no del auto incienso. Ahogados en la cacofonía de "democracia
frente a fascismo", perdieron la posibilidad de defender a fondo el bien
común, de oponerse a los discursos contra la igualdad material, de la libertad
para vivir con trabajo, vivienda, educación y sanidad, de una libertad más allá
de la barra libre y la fiesta alegre. Atacar el falso dilema que ha dado
el triunfo electoral a Isabel Díaz Ayuso, porque ante ¿la bolsa o la vida? La
respuesta es una nueva “normalidad” que sólo puede venir de un proyecto de
robusto reformismo sin complejos y con todas las dificultades que entraña un
orden en tránsito como el actual.