Actitud coherente la del sindicalismo confederal al convocar este proceso de movilizaciones contra la (por partida doble) autoritaria reforma de la de la Constitución. Por partida doble: por sus contenidos y por la manera, alevosa agostosidad, del proceder de la coalescencia entre el PSOE y el Partido Popular. El mismísimo Rubalcaba ha legitimado las duras críticas a esa agostosidad: “yo no lo hubiera hecho así”, en un intento de encender una vela a Poncio y otra a Pilatos. Pero augura que, tras el previsible naufragio del 20 de Noviembre, quienes en esa cofradía están expectantemente, armarán la marimorena en ese patio de vecindones. Esto es, todos serán críticos.
A la vez, cabe destacar la reacción urgente de esta convocatoria que tiene como novedad la corresponsabilidad de la Unión Sindical Obrera, una organización sindical que nunca mereció el intento de ninguneo por parte de Comisiones Obreras y UGT. Espero, pues, que esta novedad acabe definitivamente con la tradicional relación con los amigos de USO. Por muchas razones. Por ejemplo, no se puede tratar de esa manera a un sindicato que comparte responsabilidades con nosotros en la Central Sindical Internacional. No es la primera vez que lo expongo; Uso sabe que ha sido una constante en mi proceder como sindicalista y, por supuesto, mi fracaso personal al no conseguir impedir y levantar la histórica desconsideración hacia ella.
Pero volvamos al asunto que nos ocupa: las movilizaciones anunciadas contra la modificación de la Carta Magna. Por supuesto, tienen la principal y urgente intención de frenar la maniobra. Ahora bien, a mi juicio, contienen una preñez democrática: la regeneración de la vida política. La exigencia de que los gobernantes dejen de actuar como un Consejo de Administración donde según John K. Galbraith (La economía del fraude inocente, Critica, 2004) que “mediante unos honorarios y alguna que otra comida, la dirección informa de manera rutinaria a los miembros del consejo sobre cuestiones que ya han sido decididas en otras instancias. La probación se da por hecha. Es el fraude aceptado”. Desde luego, el viejo Galbraith no tenía pelos en la lengua. Lo que traducido a lo que nos concierne ahora mismo vendría a querer decir lo que sigue: el uso de la palabra razonada, el debate entre diferentes, la voz en el plaza pública que fue el origen de la Constitución se ha substituido por la decisión verticista del consejo de administración y su libro de doble contabilidad y doble moral. Algo que no puede convertirse para la ciudadanía en un “fraude aceptado”.
A la vez, cabe destacar la reacción urgente de esta convocatoria que tiene como novedad la corresponsabilidad de la Unión Sindical Obrera, una organización sindical que nunca mereció el intento de ninguneo por parte de Comisiones Obreras y UGT. Espero, pues, que esta novedad acabe definitivamente con la tradicional relación con los amigos de USO. Por muchas razones. Por ejemplo, no se puede tratar de esa manera a un sindicato que comparte responsabilidades con nosotros en la Central Sindical Internacional. No es la primera vez que lo expongo; Uso sabe que ha sido una constante en mi proceder como sindicalista y, por supuesto, mi fracaso personal al no conseguir impedir y levantar la histórica desconsideración hacia ella.
Pero volvamos al asunto que nos ocupa: las movilizaciones anunciadas contra la modificación de la Carta Magna. Por supuesto, tienen la principal y urgente intención de frenar la maniobra. Ahora bien, a mi juicio, contienen una preñez democrática: la regeneración de la vida política. La exigencia de que los gobernantes dejen de actuar como un Consejo de Administración donde según John K. Galbraith (La economía del fraude inocente, Critica, 2004) que “mediante unos honorarios y alguna que otra comida, la dirección informa de manera rutinaria a los miembros del consejo sobre cuestiones que ya han sido decididas en otras instancias. La probación se da por hecha. Es el fraude aceptado”. Desde luego, el viejo Galbraith no tenía pelos en la lengua. Lo que traducido a lo que nos concierne ahora mismo vendría a querer decir lo que sigue: el uso de la palabra razonada, el debate entre diferentes, la voz en el plaza pública que fue el origen de la Constitución se ha substituido por la decisión verticista del consejo de administración y su libro de doble contabilidad y doble moral. Algo que no puede convertirse para la ciudadanía en un “fraude aceptado”.