La
candidatura independentista que patrocinaba Waterloo, a través de la ANC, para
presidir la organización empresarial catalana PYMEC ha sido derrotada
ampliamente. Si hubiera ganado, todos los campanarios independentistas estarían
de celebración por todo lo alto. Duro revés de Waterloo a una semana de ser
sobrepasado en las elecciones autonómicas por sus cuñados de Esquerra Republicana de Catalunya;
es revés que se produce unos días antes de que el Europarlamento levantase la
inmunidad a Puigdemont.
La
fe –parece ser— ya no mueve ciertas montañas. O, como dice un personaje
galdosiano, «¿de qué sirve la fe si no es para hacer prodigios?» (1).
La
derrota del independentismo se ha producido gracias a que los pequeños
empresarios y las capas menestrales –la sedicente carpintería sociológica de
Waterloo-- le ha vuelto la espalda. Una
primera e incompleta explicación: hay hartazgo de líderes mesiánicos, ha señalado
un viejo dirigente de ERC, Joan
Puigcercós. Pero también esa derrota se ha producido porque el grupo
dirigente de dicha patronal no se ha dejado sorprender como fue el caso de los cándidos
dirigentes de la Cámara de Comercio de Barcelona, que pensaron que disponían
del sillón por los siglos de los siglos. Derrota, además, amplia,
incontestable, debido a una elevada participación electoral. A más participación,
menos éxito de las cabezas podridas del talento independentista.
Los
matuteros de Waterloo correrán un tupido velo sobre este fracaso. No es sólo su
segundo fracaso en una semana, ni es la constatación de la pérdida de consenso
de un segmento sociológico significativo, es –ante todo y sobre todo-- la evidente correlación entre su disparatada
política y la pérdida de consenso de masas. Es la casquería de Waterloo que ya embelesa mucho menos. Y cuya fe ya no
hace prodigios. Es, a fin de cuentas, la parábola descendente de Waterloo.
Cierto, todavía hay feligresía militante que le sigue, pero ya no es un león rampante,
empieza a encorvársele la espalda. En
las manos de la rectoral de ERC está acelerar el descenso de Waterloo o
remontar su vuelo. No sería de extrañar que, sumida históricamente en el
síndrome de Estocolmo, ERC le dé un empujoncito para arriba. Solidaridad
gremial.
Post
sscriptum.--- «Lo primero es antes», afirmaba don Venancio
Sacristán.
1)
Benito Pérez Galdós.
Memorias de un cortesano de 1815. Episodios Nacionales.
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