miércoles, 3 de febrero de 2021

Reaparece la Mesa de negociaciones: ´Cataluña´ -- ´España´


Los movimientos bruscos no sólo se dan en Santa Fe, gloria y flagelo de la Vega de Granada; están apareciendo también en la arena política. Ayer mismo el gobierno de Pedro Sánchez y ERC acordaron reanudar la Mesa de negociaciones ´sobre Cataluña´. No es irrelevante ese acuerdo pues se hace en plena campaña electoral con el riesgo que supone para Salvador Illa y Pere Aragonès García. Los adversarios del primero intentarán castigar el hígado del candidato socialista y la inverecundia de los post post post convergentes, fracción Waterloo, arremeterá contra el aspirante republicano. Uno y otro aparecen, en días alternos y según quién haga el sondeo, como el caballo ganador en la meta del día 14 de febrero. Tras los comicios se pone el mantel en la mesa y ya se verá cuál es el menú del día. Un menú difícil cuyos platos seguramente no figuraron en las cartas de Rondisoni, Bocusse, Ferran Adriá o la cocinera santaferina Madame Alconchel, que regentó los históricos fogones del Bar Chiquilín.   

La pregunta, en todo caso, surge de manera tempestiva: ¿por qué ERC se ha avenido a reabrir la mesa? Intento de respuesta: porque necesitaba un gesto de ´responsabilidad´ ante la fracción moderada de su electorado que vio con estupefacción lo grotesco de su voto contrario al decreto de los fondos europeos. Un sector moderado de los electores que pueden inclinarse, tras el apoyo sin ambages del Partido Nacionalista Vasco, a los post post post convergentes que se escindieron de Waterloo. ERC, el partido europeo más confuso, necesitaba dar una de cal después de haber dado otra de arena. ERC necesita rebañar la olla.

La mesa –digámoslo sin cortapisas ni requilorios-- es un artificio que intenta atisbar una hipótesis de solución  al litigio entre una parte de Cataluña (la soberanista) y el resto de España. Hemos dicho hipótesis, no certeza.

Ahora bien, la mesa tiene innumerables inconvenientes: a) Waterloo no quiere verla ni en pintura, porque sospecha que podría consolidar el sistema autonómico torpedeando el salto hacia la independencia; y b) la oposición de las tres derechas españolas a la mesa es de armas tomar, porque entienden que es el camino más directo a la independencia de Cataluña. Con ser importantes estos inconvenientes, tengo para mí que son formales y, por así decirlo, no son difíciles de sortear.

Los grandes inconvenientes de esta mesa se expresan de esta manera: ¿qué contenidos concretos se exponen en el cuaderno reivindicativo de cada una de las partes? ¿dónde están los límites de lo que plantea cada cual y si existe un lugar geométrico de intersección de ambas posturas?

No hace falta ser muy lince para convenir que «los límites» están en la Constitución Española. Por lo que –se diga con sintaxis barroca, románica o en cuaderna vía--  fuera de la Constitución no habrá pacto alguno. No lo decimos gratuitamente; la cosa viene al pelo porque hoy mismo la volcánica Laura Borràs ha declarado en El País que los límites para solucionar los problemas «no están en la Constitución sino en la democracia». De ahí que Waterloo le haya quitado las bolas de alcanfor y, sacado del armario, ese armatoste que llaman Consell nacional per la República, afirmando que ese –y sólo ese--  es el órgano representativo y no el Parlament, un sinedrio autonomista. Dicho consejo nacional, en representación del «municipio, la familia y el sindicato» es la genuina expresión de la democracia … ¡orgánica! Y sus miembros, más o menos, los Cuarenta de Ayete.   

Esta es la lógica de este peculiar trumpismo a la catalana: si los límites están en la Constitución, su interpretación es posible que no le convenga  a Waterloo; lo que sí interesa, empero, a estos es lo que ellos entienden por democracia. O como decía aquel personaje zarzuelero: «Esto es una democracia, pero aquí no la practicamos».

Con todo, no conviene descuidar que en la parte de la mesa que corresponde al gobierno central, la cosa podría enrarecerse: de un lado, Pablo Iglesias puede tener la tentación de ejercer de ´poli bueno´; y, de otro lado, sus carantoñas hacia Puigdemont no serían  muy del agrado de los Comunes. Que, ahora para complicar la cuestión, se han sacado de la manga, en esta campaña electoral, la «España confederal».

En fin, la mesa es una rara avis. Esperemos que no se convierta en una timba. Con que sea un artificio para la conllevancia me daría por satisfecho. Con cuarto y mitad de conllevancia me conformo.

 

Post scriptum.--- Don Venancio Sacristán: «Lo primero es antes».    

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