lunes, 28 de noviembre de 2022

Feministas contra feministas


 

Ciertamente, la gran novedad sociopolítica de los últimos decenios es la emergencia del protagonismo de la mujer. Ha sido en todos los terrenos: en el mundo de la cultura, de los medios, de la ciencia, del deporte y de la política. Que todavía no sea suficiente, no empece la cantidad y cualidad de ese nuevo poder –el de las mujeres— que ha ido conformando el salto de cualidad de un feminismo minoritario, a veces grupuscular, a un movimiento de masas de proporciones nunca vistas. En esa dirección hay que captar lo novísimo: las luchas de masas en algunos países de Oriente Medio, sin tradición de feminismo. Y que, además, ha concitado una solidaridad de masas que ha impresionado al mundo entero, es el caso de Irán.

Ese nuevo poder de la mujer colectivamente ha tomado  la esencia, presencia y potencia del feminismo. Y, en parte, es el miedo que tiene el macho tóxico hacia la mujer, que le lleva a la violencia más descarnada. Miedo al nuevo poder y, sobre todo, pavor ante la pérdida de poder del macho. La noticia de que aproximadamente un 10 por ciento de la juventud no crea en la violencia de género es algo muy preocupante.

Permítanme un salto aparente: cuando el movimiento obrero se aproximaba a ser un sujeto adulto Karl Marx y Mihail Bakunin se tiran los platos a la cabeza y son incapaces de llegar a una síntesis constructiva. Justamente al revés: el esfuerzo que hacen es para destruir al contrario, vita mea mors tua. La clase obrera mundial dividida en dos grandes bloques que, en más de una ocasión, practican la violencia mutua. Todo ello acompañado de condenas y anatemas, que eran el rescoldo de las luchas entre los padres fundadores de socialismo y del anarquismo. Por ejemplo, en el congreso de Zaragoza, la CNT declara que «UGT es un sindicato amarillo». Esta división apoyada por la violencia física y oral ha sido la gran tragedia del movimiento obrero y sindical desde mediados del siglo XIX hasta el siglo XX. Pregunta: ¿ha ganado el conjunto asalariado con esta tragedia sofoclea? 

De te fabula narratur, feminismos. Hemos oído vuestras disputas, primero, susurrando como quien tiene miedo de que se sepa de qué se habla, después a grito pelado en los medios, tertulias y demás camaranchones. Pero eso era poco: había que trasladar organizadamente la división a la calle, y aquella tarde fatídica se convocaron dos manifestaciones feministas, cuyo objetivo –seamos un poco toscos--  era contarse, esto es, quién había llevado más gente a pisar el asfalto.

Mala cosa. ¿Por qué no estudiáis las vicisitudes de las broncas entre Marx y Bakunin y los incendios que provocaron? 

lunes, 14 de noviembre de 2022

Qué pasó ayer en Madrid, Zavalita?

 

Manifestación oceánica en Madrid: de un lado, en las calles y plazas, la gente exigiendo una sanidad pública, gratuita y eficaz; de otro lado, en el búnker, los covachuelos de alta graduación, corriendo las cortinas para paliar el sofoco de sus jefes. Madrid, capital de la Gloria, que dijo aquel Rafael que tenía buena mano para la poesía y la pintura.

Fueron momentos de pacífico voltaje esos centenares de miles de personas que no es la primera vez que se tiran a la calle. Toda una gran lección de unidad social de masas, que transmite el valor y la agregación de fuerzas de las personas juntas entre—sí. En la calle as personas que «no votan bien» –docet Vargas Llosa—plantean, a cielo raso, una censura en toda regla a esa buharda do vive Ayuso. Zavalita, experto consejero de Vargas, en cuestiones de jodienda de países e instituciones está como ido.

Solo él parece ignorar que la gran manifestación oceánica tiene una enseñanza potente: si es unidad social de masas se ha construido en torno a un objetivo importantísimo, ¿por qué en eso que se llama  retóricamente la izquierda de la izquierda no toman nota y rompen las raíces profundas de su cainismo abrazando el camino de algo que se acerque a la unidad?

Disculpen que empiece a chochear: si la izquierda de la izquierda mantiene su quilombo contra ellos mismos, las próximas elecciones las ganará Vargas Llosa, esto es una certeza. Ahora bien, si corrige el timón puede que continúe el gobierno progresista, pero esto es sólo una hipótesis.  Y ya saben, hay diferencia entre certeza e hipótesis.

Don Quintín El Amargao tiene la palabra    


lunes, 7 de noviembre de 2022

La izquierda desnortada? No, la izquierda suicida


 

«Podemos no está muerto» fue el grito más coreado por los militantes en la asamblea de la Universidad de Otoño. Toco madera porque depende qué se grita es como si se estuviera intentado retrasar la venida de la Parca. Recuerdo que muchas veces he gritado –hemos gritado, no se sabe a quién--  aquello de «¡Unidad, unidad»! Pero, también es sabido que, como ateos, agnósticos o increyentes, nunca tuvimos presente esa cosa del propósito de enmienda, que viene a ser lo siguiente: tener voluntad para no repetir nuestros pecados.

´Podemos no ha muerto´ y el coscorrón a Yolanda Díaz en dicha asamblea es el Syllabus que se dirige a la militancia ya sea para evitar dudas o para levantar la moral. Con todo, mi sorpresa ha sido está: ¿cómo es posible que Pablo Iglesias el Joven haya tardado tanto en soltar esa filípica más bien yolándica?  No tengo respuestas cocinadas, pero –tras sacar ese discurso del microondas— llego a esta hipótesis: la directiva de Podemos, en un reciente momento dado, llega a la conclusión que el ´fenómeno Yolanda´  se les está yendo de las manos. No se sabe lo que va sumando, pero es perceptible que allá por donde va concita  el afecto, el aplauso entusiasta de sus parciales. Y así pues, es percibida no como un propulsor de Podemos sino como una interferencia. Se la ve, además, como la correctora de toda una serie de tartamudeos del dialecto podemos a la par que intenta construir un idioma nuevo para la izquierda. Pablo Iglesias Turón lanza, tonante, el tremendo regüeldo de «Anatema sit».

Esta es la enésima trifulca dentro de la izquierda. Eso sin contar la ojeriza de Marx contra Bakunin (y viceversa), de donde –a mi pobre entender--  vendrían todas estas bataholas. (No puede dejar de recordar una anécdota singular: Otoño 1990 en Santa Fe, capital de la Vega de Granada; Juan de Dios Calero le preguntó a mi padre: «Oye, Pepelópez, tú te acuerdas por qué pollas en vinagre nos peleamos hace veinte años?».

Para justificar lo uno o su contrario, la izquierda tiene una tendencia patológica a teorizarlo todo. Desde la prima de riesgo hasta si la tortilla de patatas debe llevar cebolla. Teorizarlo a golpe cristazos, porque cada uno interpreta que su verdad nos hará libres. Ahora, en esta pamplina de Iglesias contra Yolanda, la excusa ha sido: «Podemos merece respeto». Con lo que el máximo arconte de Podemos está insinuando a las almas de cántaro de la organización que Yolanda se ha cagado en los muertos de los dirigentes del partido. Iglesias, así pues, ha olvidado lo que tal vez leyó en primero de Luciano Lama: «la unidad no se teoriza, se construye».

Para destrozar a alguien conviene echarle encima un atracón de pipirrana tóxica: Yolanda no respeta a Podemos; y, a continuación, la puesta en marcha del ventilador de radio Macuto: «Yolanda es como Felipe González».

En suma, Podemos y su nuevo—viejo jefe reasumen el estribillo de aquella copla: «Antes muerta que sencilla».

martes, 1 de noviembre de 2022

Feijóo no es el problema


 

La caótica línea política del Partido Popular está, como es lógico, ligada a la extraña personalidad de su primer dirigente formal. El tantas veces deseado y esperado, Feijóo, ha venido a recordarnos la incompetencia de aquel rey felón, el séptimo Fernando, que en un abrir y cerrar de ojos mudó la esperanza  puesta en él por una de las mayores tirrias colectivas que se ha tenido contra un gobernante.

Feijóo, el esperado, el deseado hasta el punto de que los medios borraron algunas de sus fotos de juventud con personas poco recomendables, ha sido –está siendo— un fiasco de padre y muy señor mío. Su actuación política –especialmente en torno a la cuestión de la renovación del Consejo General del Poder Judicial— es el obstruccionismo más sangrante que se ha hecho contra la Constitución. Ahora bien, un dirigente que llega a un acuerdo con otro de distinta formación y, a continuación, le flaquean las piernas tras una llamada de la Ayuso no es de fiar: en primer lugar para su propio partido y, definitivamente, para la guía del país.

Pero el problema del PP no es Feijóo. Feijóo fue aclamado porque la dirección submergida del partido le consideraba un chisgarabís, un veleta que no tendría empacho de afirmar García Márquez, en completa soledad tardó cien años en escribir una novela. El problema es el PP en tanto que tal: en su viraje hacia la confusión, en su constitucionalismo de mercadillo, en la substitución de los fines de la política por la ocupación de las poltronas: desde las togas y puñeras hasta la emisión de almojarifazgos. Y con esas características no puede haber mirlo blanco alguno.

En conclusión Feijóo es un pobre cabo furriel que estará ahí hasta que la  dirección sumergida lo aguante.

 

Post scriptum.--- Felicidades, Lula.