Los
movimientos bruscos no sólo se dan en Santa Fe, gloria
y flagelo de la Vega de Granada; están apareciendo también en la arena
política. Ayer mismo el gobierno de Pedro Sánchez y
ERC acordaron
reanudar la Mesa de negociaciones ´sobre Cataluña´. No es irrelevante ese
acuerdo pues se hace en plena campaña electoral con el riesgo que supone para Salvador Illa y Pere Aragonès García. Los adversarios del primero intentarán
castigar el hígado del candidato socialista y la inverecundia de los post post
post convergentes, fracción Waterloo, arremeterá contra el aspirante
republicano. Uno y otro aparecen, en días alternos y según quién haga el
sondeo, como el caballo ganador en la meta del día 14 de febrero. Tras los
comicios se pone el mantel en la mesa y ya se verá cuál es el menú del día. Un
menú difícil cuyos platos seguramente no figuraron en las cartas de Rondisoni,
Bocusse, Ferran Adriá o la cocinera santaferina Madame
Alconchel, que regentó los históricos fogones del Bar Chiquilín.
La
pregunta, en todo caso, surge de manera tempestiva: ¿por qué ERC se ha avenido
a reabrir la mesa? Intento de respuesta: porque necesitaba un gesto de
´responsabilidad´ ante la fracción moderada de su electorado que vio con
estupefacción lo grotesco de su voto contrario al decreto de los fondos
europeos. Un sector moderado de los electores que pueden inclinarse, tras el
apoyo sin ambages del Partido Nacionalista Vasco, a los post post post convergentes
que se escindieron de Waterloo. ERC, el partido europeo más confuso, necesitaba
dar una de cal después de haber dado otra de arena. ERC necesita rebañar la
olla.
La
mesa –digámoslo sin cortapisas ni requilorios-- es un artificio que intenta
atisbar una hipótesis de solución al
litigio entre una parte de Cataluña (la soberanista) y el resto de España.
Hemos dicho hipótesis, no certeza.
Ahora
bien, la mesa tiene innumerables inconvenientes: a) Waterloo no quiere verla ni
en pintura, porque sospecha que podría consolidar el sistema autonómico
torpedeando el salto hacia la independencia; y b) la oposición de las tres
derechas españolas a la mesa es de armas tomar, porque entienden que es el
camino más directo a la independencia de Cataluña. Con ser importantes estos
inconvenientes, tengo para mí que son formales y, por así decirlo, no son
difíciles de sortear.
Los
grandes inconvenientes de esta mesa se expresan de esta manera: ¿qué contenidos
concretos se exponen en el cuaderno reivindicativo de cada una de las partes?
¿dónde están los límites de lo que plantea cada cual y si existe un lugar geométrico de intersección de
ambas posturas?
No
hace falta ser muy lince para convenir que «los límites» están en la
Constitución Española. Por lo que –se diga con sintaxis barroca, románica o en
cuaderna vía-- fuera de la Constitución
no habrá pacto alguno. No lo decimos gratuitamente; la cosa viene al pelo
porque hoy mismo la volcánica Laura Borràs ha declarado en El País que los límites para solucionar los problemas «no están en
la Constitución sino en la democracia». De ahí que Waterloo le haya quitado las
bolas de alcanfor y, sacado del armario, ese armatoste que llaman Consell
nacional per la República, afirmando que ese –y sólo ese-- es el órgano representativo y no el
Parlament, un sinedrio autonomista. Dicho consejo nacional, en representación
del «municipio, la familia y el sindicato» es la genuina expresión de la
democracia … ¡orgánica! Y sus miembros, más o menos, los Cuarenta de Ayete.
Esta
es la lógica de este peculiar trumpismo a la catalana: si los límites están en
la Constitución, su interpretación es posible que no le convenga a Waterloo; lo que sí interesa, empero, a
estos es lo que ellos entienden por democracia. O como decía aquel personaje
zarzuelero: «Esto es una democracia, pero aquí no la practicamos».
Con
todo, no conviene descuidar que en la parte de la mesa que corresponde al
gobierno central, la cosa podría enrarecerse: de un lado, Pablo Iglesias puede tener
la tentación de ejercer de ´poli bueno´; y, de otro lado, sus carantoñas hacia
Puigdemont no serían muy del agrado de
los Comunes. Que, ahora para complicar la cuestión, se han sacado de la manga,
en esta campaña electoral, la «España confederal».
En
fin, la mesa es una rara avis. Esperemos que no se convierta en una timba. Con
que sea un artificio para la conllevancia me daría por satisfecho. Con cuarto y
mitad de conllevancia me conformo.
Post scriptum.--- Don Venancio Sacristán: «Lo primero es antes».
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