Comentaristas
de garrafón y tertulianos de medio pelo se hartaron de afirmar que Vox, cuando entrara en las
instituciones, cambiaria de piel y se haría respetable. Tanto insistieron que
hubo quien mordió el anzuelo, pensando que aquellos tics eran puro folclore;
claro, un poco fachas, pero solo folclore. Tales comentaristas no vieron que
los ultras eran una expresión castiza de las corrientes del neopopulismo
norteamericano y europeo que iba poniendo el campamento desde el cabo de Gata
hasta Finisterre y desde Creus hasta el coto Doñana. En concreto, Vox era una
combinación entre Trump,
que pone la letra, y el sepulcro del Cid, que pone la música. En definitiva, no se percataron que
Vox no era, ni quería ser, del sistema métrico decimal.
Por
otra parte, las derechas de la caspa y la brillantina aprovecharon la ocasión y
entendieron que dándole carta de naturaleza a los ultras –y sumando con
ellos-- podrían debilitar a la izquierda
española. Casado y Rivera con tal de desalojar
a Sánchez se aliaron con Vox. Casado y Rivera, dos
alguaciles alguacilados. El uno y el otro trabajaron para el inglés. Rivera se
ha despeñado hasta la Gehena. Lo peor no han sido sus resultados sino el
caballuno ridículo que ha hecho y obligado a hacer a sus mesnaderos. Un
desastre de estas proporciones tiene un precedente histórico: el batacazo final
de la UCD.
Por
otra parte, Casado que ciertamente sube en escaños sigue siendo el segundón,
sin la grandeza de aquel famoso Poulidor,
llamado cariñosamente Pou Pou.
El
fiasco de Casado y Rivera es que los incendios de Barcelona –pacíficos,
democráticos y peristálticos— no se orientaron mayoritariamente, como
esperaban, a ellos sino al Partido
Apostólico. A Vox. Puigdemont
y Torra devuelven el
favor, agradecidos, a quienes hicieron independentistas a destajo con sus «a
por ellos». Más madera y de esa guisa subirá Vox. Análisis académicamente
maoísta: agudizar las contradicciones en el seno del pueblo.
No
sólo fue el terreno que Vox les iba comiendo a la desavenida pareja –Casado y
Rivera-- sino que, especialmente, les
fue dictando la política. Lo pudimos ver en Andalucía y recientemente en la
Comunidad de Madrid.
2.--- El resultado de las elecciones de ayer
complica, todavía más, el panorama político español. Cierto, el PSOE ha vuelto
a ganar las elecciones y, nuevamente derrotado el imprudente Casado. Pero las
dificultades existen: lo que anteriormente era una olla de grillos se ha
convertido en una zahúrda. Haga pucheros, pues, la izquierda. Pero sólo un par
de días. Acabado ese plazo deben arremangarse las mangas de las camisas de
Pedro y Pablo.
Hay
posibilidades, todavía hay posibilidades de salir medianamente bien de esta
situación. La derecha no suma y la
izquierda puede sumar. Ahí está la clave: en que la izquierda puede sumar.
Claro, siempre que Pedro y Pablo abandonen sus improductivas cabezonerías y
recuerden aquella máxima que Platón ponía en boca de Sócrates: «el objetivo de
la sanidad no son los médicos sino la
salud de los ciudadanos».
Son
dos personajes, ciertamente, que se han dicho de todo en los últimos meses.
Pero, saben perfectamente, que la magia de las palabras puede convertir
aquellos rayos y truenos, aquellos temporales en agua fina capaz de regar
adecuadamente la vega. Me permito el último punto y aparte.
Recuerdo
cuando Nanni Moretti, frente al televisor, exigió a un Massimo d´Alema: «Dí
algo de izquierdas». Pues bien, tomando mi cafelito mañanero, les digo a Pedro
y Pablo: «Poneros de acuerdo, leche». Ya sabéis que es más amable cantar conjuntamente el Bella Ciao que, separados, entonar el Ay de mi Alhama.
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