«Ganar
un debate contra un genio es difícil. Ganarlo contra un idiota es imposible.
Que según Sergi Pàmies se decía en Quebec. Me aprovecho
de la frase, ingeniosamente certera, para preguntar quiénes –si los hubo-- en el debate de ayer noche fueron idiotas, de
viejo o nueva estampa, una vez despejado que no hubo ningún genio. Eso sí,
todos se presentaron como que «cada cual
en su sitio es inmortal», según pontificó Fausto.
La
primera impresión es que el debate fue francamente prescindible. Nada nuevo
bajo el Sol de otoño. La melopea sobre Cataluña, de una parte, y quien mea más
largo, de otra parte, fueron los sobados temas que se han repetido por enésima
vez. Cada cual apareció enrocado en sus (aparentes) soluciones. Enroque corto o
enroque largo, no sé. Silencio ante los grandes problemas territoriales,
económicos y sociales.
¿La «España vaciada»? Mutis por el foro. Ni siquiera un leve tartamudeo sobre los efectos de la constante reestructuración de nuestras industrias –ahora, por ejemplo, de la automoción. Silencio, pues, para evitar que aparezca la falta de soluciones.
¿La «España vaciada»? Mutis por el foro. Ni siquiera un leve tartamudeo sobre los efectos de la constante reestructuración de nuestras industrias –ahora, por ejemplo, de la automoción. Silencio, pues, para evitar que aparezca la falta de soluciones.
Iré
a votar, por supuesto. Porque no hacerlo no sólo no me soluciona nada, sino que
me empeora la situación. Mi voto irá a la izquierda menos inútil.
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