Cuando un partido
político tiene autoridad –más allá de su fuerza organizada e
institucional-- no hay bicho viviente
serio que le amenace. Puede (y debe) ser criticado, pero no amenazado. A menos
que quien lo haga no tenga los tornillos bien ajustados en la sesera.
Esquerra
Republicana de Catalunya
ha sido, desde hace meses, amenazada por los aguerridos mesnaderos de Waterloo, esto es, los llamados comités de defensa
de la república. Los de Junqueras han sido amenazados y anteayer mismo
agredidos. La sede del partido republicano fue ocupada por un pelotón de
escuadristas, exigiendo “ningún pacto con el Estado”, “ninguna negociación con
quien reprime y castiga a nuestro pueblo”.
Esta ´acción reivindicativa´ tiene un sabor puigdemontesco. Todo indica que
el grupo de enlace (grup d´ enllaç) entre Waterloo y los CDR estaba al tanto de
todo ello. Nadie se cree que las brigadas de calle tengan autonomía. Por lo que
estamos ante un movimiento autorizado. Cuyo objetivo es claro, acollonar a ERC,
sabiendo que tiembla antes de que sople la tramontana. Waterloo y sus hijuelas
saben que los republicanos son extremadamente débiles consigo mismos y con el
resto del mercat de Calaf independentista.
Por lo tanto hay que recordarle de vez en cuando que no está permitida la
traición a la famiglia. Delito de
lesa patria. Y sus dirigentes son enviados al Círculo Noveno donde el más
grande florentino envió a los traidores. Lo chusco del asunto es que, fracasado
el procés en su movilización contra
el Estado (sic), ahora el punto de mira de los independentistas milenaristas se
dirige contra un sector de los suyos.
Un partido, firme
en sus convicciones, no es amenazado. A menos que quien lo intente esté en
manos del loquero de guardia. Así pues, el aguerrido pelotón –mitad Puigdemont, mitad Torra-- se le ha subido a los faldones a ERC sabiendo
que le hace mella. En conclusión, todo lo que haga ERC está bajo sospecha de
que, en media hora, puede hacer lo contrario. Ahora bien, cabe otra
posibilidad: que en realidad ese partido sea un jardín de infancia y que la cosa le venga muy ancha. Es decir,
que quien tiene los dientes de leche no puede competir con los colmillos retorcíos. De ahí que, para no infundir
sospechas de rendición, participe en la mandanga del lunes pasado: volviendo a
la carga con la votación en el Parlament sobre la autodeterminación. (Me fue
antipática la postura de los Comunes con su abstención, dejando en mal
lugar a Pablo Iglesias el Joven, que –al igual que otros-- cuenta también con sus propios
francotiradores).
Continúa el
suspense. Mucho se juega ERC en toda esta historia. O repite la operación de Heribert Barrera apoyando a la derecha
pujolista o corrige su, hasta la
presente, confuso cuaderno de bitácora.
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