1.--- Inés Arrimadas y Luis Garicano siguen en la
inopia. Todavía no son conscientes de los efectos devastadores de los Idus de
Noviembre, que le han puesto a Ciudadanos, dicho piadosamente, con el cuerpo a
la virulé.
Arrimadas,
tras el pacto PSOE – UP, ha reaccionado exigiendo un acuerdo de los
socialistas, populares y ciudadanos para formar gobierno. Tiene, además, la
chocante ocurrencia de que, tras hacerse público el acuerdo Sánchez – Iglesias,
señalar que «todavía se está a tiempo» de hacer el pacto que ella plantea.
Garicano, otrora la esperanza blanca del naranjal, tras la dimisión de Rivera, publica un tuiter
dándole la razón: «existe la banda, Albert».
O sea, el doctor Garicano, el niño mimado de un sector de los medios,
señalando al vencedor de las elecciones como la banda. Los Idus de
Noviembre, de damnatio memoriae,
también hacen estragos superlativos en este reputado académico.
Ciudadanos,
ayer bien ataviado, hoy en cueros vivos. Ayer, chanel número cinco, hoy
alcanfor.
2.---
Parece que la rapidez supersónica del acuerdo Sánchez – Iglesias ha molestado a
algunos comentaristas. Que no lo viera venir un servidor es irrelevante. A mis
cerca de ochenta años es un deber y casi un derecho no enterarse de nada hasta
que ya ha sucedido, y eso con no pocas dificultades. Es más, en algunos
editoriales de la prensa del más diverso relumbrón hay un cierto tufillo, de
sospecha de secretismo. Ni siquiera lo vio venir «aquel isleño siciliano de
mirada tan aguda que, cuando dirigía la vista desde Lilibeo hasta Cartago no se
le escapaba nada. Dicen que indicaba el número de barcos que llegaban a
Cartago. Nunca se equivocaba» (1).
En
realidad el gran giro lo ha dado Sánchez, que siempre fue renuente a la
coalición con los podemitas. Seguramente ha calibrado el beneficio y el coste
de tener o no tener a Unidas Podemos en el gobierno. Y con toda seguridad ha
sido la «cuestión catalana» la determinante del gran giro. De un lado, para
coadyuvar que Esquerra no se posicione negativamente contra la
investidura; y, de otro lado, como elemento de contención del falansterio de Waterloo, que --como era de
esperar-- ha reaccionado con su habitual insania. Entiendo que el ascenso espectacular del
partido apostólico no ha sido lo determinante del acuerdo Sánchez -- Iglesias.
Ahora Pedro Sánchez llama Pablo a Iglesias. E
Iglesias a Sánchez le dice Pedro. Mejor para todos. Pues bien, Pedro y Pablo
tienen mucho trabajo. El primero, estar atento para que el macizo socialista
conspire lo menos posible; el segundo, tres cuartos de lo mismo, contener a los
versátiles que tienen síndrome de jardinera de tranvía: por una parte se
enganchan a los soberanistas y por la otra con el sistema cristalino
monoclínico. Lo digo sin ganas de incordiar: la votación de En Comú Podem, ayer en el
Parlament de Catalunya, no cuadra con el acuerdo que comentamos. Esa abstención está a
medio camino de Waterloo y la inminente Moncloa.
Me
importa decir que, cuando oí el notición, descorché una botellita de vino de
Albondón como austera celebración; cuando se vote la investidura de Sánchez
abriré otra botellita; y tras formarse el nuevo gobierno abriré una de cava.
Una vez al año no hace daño.
1)
Claudio Eliano (170 – 235) en Historias
curiosas.
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