Se
complica, todavía más, el desconcierto catalán. En paralelo con el pacto Sánchez – Iglesias,
1) el Parlament aprueba en la misma
sesión, el lunes pasado, que el orden de los factores sí altera el producto; 2)
la violencia se ha cronificado. Consecuencia: la nave catalana no sólo no va
sino que hace aguas.
Primer tranco
El pasado lunes el Parlament
(sólo por convención ortográfica en este caso lo ponemos en mayúscula) quiso
reeditar el mito de la Parrala, la famosa
cantaora de seguiriyas: «La Parrala, sí; la Parrala, no». Tras intentar burlar al Tribunal
Constitucional se aprueba una resolución en la que se pide “ejercer de forma concreta el derecho
de autodeterminación”. Se aprueba con los votos de los independentistas. Brindis
al Sol.
Horas más tarde la
Cámara (dispensen la mayúscula) da validez
a una moción del PSC en la que se insta a renunciar a «cualquier
iniciativa unilateral e iniciar con el Gobierno del Estado una relación
institucional leal y sincera desde la renuncia a cualquier iniciativa
unilateral o ilegal para abordar aquellos temas que son de interés de los
ciudadanos y ciudadanas de Catalunya». (El subrayado es nuestro). Este punto ha
sido aprobado gracias a los Comunes y el apoyo de Ciudadanos y el Partido Popular. La explicación matemática de este cambio es: a)
que no se encontraban en la sala Quim Torra y su consejero de Interior; y b) que
empezaba a funcionar el pacto Sánchez --- Iglesias.
Segundo tranco
Ciertamente,
la violencia se ha cronificado en Cataluña. Y, tras el Acuerdo del abrazo
(criticado duramente al alimón por el falansterio de Waterloo y las
derechas carpetovetónicas) surgen, de un lado, la aparición de los CDR como
organización explícitamente violenta («O autodererminación o barbarie») y la
sorprendente invitación de Esquerra
Republicana de Catalunya a «continuar las movilizaciones».
Los
llamados cdr quieren darnos gato por liebre parafraseando la famosa frase de Rosa Luxemburgo «socialismo o barbarie». De una
Luxemburgo posiblemente la más feroz adversaria del nacionalismo entre los
teóricos marxistas. Autodeterminación o barbarie que empieza a dar sus primeros
diezmos: la tala de árboles para hacer barricadas en la autopista. Chocante:
los clientes de los cdr siempre se las dieron de administrar bien la basura según el color del contenedor: cristales, papel y plástico. Ahora, el nuevo testamento de Waterloo manda talar árboles.
Atentado ecológico.
Lo
sorprendente: Esquerra, esta vez por boca de Pere
Aragonès, ordena seguir con la presión. Entiendo que estas son las
razones: su partido libra diversos frentes. Uno, el de la confrontación
estratégica (y ahora en puertas de las elecciones autonómicas) con el
falansterio de Waterloo; y otro, el
frente interno. ERC, además, siempre fue un partido de disciplina gaseosa. Y,
con toda seguridad, hay un tercer elemento: siente la necesidad de encarecer la
relación con la investidura de Pedro Sánchez. Opinión distinta es la de Joan Tardá, que
recientemente en El Periódico ha exigido que no se bloquee la investidura de
Pedro Sánchez. De manera que ERC más que un partido da la impresión de ser un
tropel.
Tercer tranco
Desconcierto,
pues. La gran empresa ha empezado a reaccionar cuando la china de su zapato era
ya excesivamente molesta. La gran empresa que siempre delegó en la política
llegó tarde a mojarse ante un follón tan caballuno. Luca di Meo, presidente de Seat, lo dejó claro:
empezaremos a intervenir cuando la cosa nos toque de lleno. Nissan pretende largarse con viento fresco. Lo
hace por motivos distintos al quilombo, naturalmente. Pero con el gran barullo
tiene su coartada ante los trabajadores, ante Dios y ante la Historia. Mientras, la
Cámara de Comercio Británica advierte que el 30 por ciento de sus empresas se
están repensando si invierten o no en Cataluña dada la situación.
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