sábado, 19 de octubre de 2019

Barcelona, la cabalgata de las Walquirias




De un lado, centenares de miles de manifestantes; de otro lado, algunos miles de pirómanos que, en otro sitio, intentan  convertir los ladrillos, los tirachinas y demás armas arrojadizas en mensajes de paz. Paz, paz, ¡pazapás!   Es el independentismo que pone sus diversos huevos en distintos nidos. Mientras arden esas hogueras de las vanidades, aparecen novedades de cierta importancia en el independentismo político. Vayamos por partes.

1.--  Quim Torra no encuentra quien le hable en su propio palacio. Lo comentábamos ayer. ERC empieza a hablar de manera con menos respeto por el presidente. La mayoría de los consejeros de la congregación post post post convergente ya no inclina la espalda. Unos y otros afirman sin pudor que Torra está amortizado. Ahora bien, siendo esto así, no se puede obviar que ese caballero sigue teniendo ascendencia sobre el independentismo movimientista. Ya sea por la estética que trasmite –mitad monje, mitad soldado--  ya sea por su vicariato apostólico del hombre de Waterloo.

2.--  Y simultáneamente a lo anterior se puede observar la epifanía de Artur Mas, que parece aspirar al apotegma del Coro del Fausto en el Patio interior del castillo, al que Goethe le hace decir: «Cada cual en su sitio es inmortal», según la versión primorosa al castellano del gran José María Valverde. Ocurre, sin embargo, que hasta la presente muy pocos conocen el «sitio» de Mas y, menos todavía, los que le reservarían la inmortalidad.

Artur Mas se mueve, o –mejor dicho--  zascandilea por emisoras de radio y redacciones de periódicos a la búsqueda del tiempo perdido. En febrero vence su inhabilitación. De donde inferimos que la reaparición del caballero es una manera de decir a la ciudad y al mundo que está para lo que sea menester. Hoy ha declarado en El Periódico que «nunca convocaría un referéndum si no tuviera la seguridad de que sería aplicado». Cogotazo a Quim Torra a través de un mensaje de moderación.

En todo caso, no parece que su tradicional partido –las astillas del árbol convergente--  le den el placet para ir de primero de cartel. Con lo que, así las cosas, si el otrora rey Artur quiere entrar en el zafarrancho lo sería a través de una nueva congregación.

Mientras tanto, la calle ajena a estos zascandileos sigue en lo suyo. Unos con la paz a flor de labios; otros a pacifismo limpio con la Cabalgata de las Walquirias, como música de fondo, para no infundir sospechas.

P/s.  Pedro Sánchez, «guárdate de los idus de Noviembre». 

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