Algunos
están poniendo sordina a lo de la «desobediencia institucional». Es posible que
hayan caído en la cuenta de aquella enseñanza de los Médicis: «El Estado no se
gobierna con padrenuestros». Hasta un atolondrado como Quim Torra es capaz de comprender que una cosa
es la represión que le puede caer y otra, bien distinta, la que puede afectar a
los ciudadanos corrientes y molientes. De ahí que no tenga empacho en mantener
la desobediencia civil y archivar la institucional. En todo caso debería explicar por qué incumple el mandato
del Parlament que llamaba también a la desobediencia institucional frente a la
sentencia del Tribunal Supremo.
En
mi opinión, el vicario de Waterloo lo hace porque, como es natural, tiene
canguelo a las consecuencias de su decisión. Lo que humanamente es
comprensible, pero no lo es tanto no querer entender que la desobediencia civil
puede arrastrar consecuencias a quienes la ejerzan. Más todavía, la obscenidad
de Torra es caballuna ya que se desentiende de las cautelas y protecciones de
aquellos que puedan ser encausados por la desobediencia civil. El lema de la
orden de los frailes «ora et labora», repartido así: rezando el prior y el
resto de la cofradía manejando azadón y almocafre. O lo que es lo mismo: Torra,
capitán Araña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario