La
Cataluña de mañana –más concretamente «La Catalunya de demá»-- es un nuevo foro político que según los
mentideros barceloneses reúne a personalidades de probada moderación,
provinentes de diversas fuerzas políticas, especialmente de las astillas del
árbol convergente. Impugnan el procés
y, a algunos de ellos les ha costado ser descabalgados de las listas
electorales y de los órganos de dirección del Gotha independentista. Pongamos
que hablo de Marta Pascal, Carles Campuzano y Jordi Xuclà entre las figuras más
conocidas. Es el grupo que se reunió hace unos días en el Monasterio de Poblet.
Son
independentistas, para entendernos del sector Poco a Poco, o sea, sin
estridencias, hasta tal punto que se me antoja que no harían ascos a negociar con Madrid. Para ellos, la independencia
de Cataluña al baño María sería una opción estratégica. De ahí esa referencia
respetable al «mañana», a la Catalunya de demà.
Ocurre,
sin embargo, que en política las referencias al «mañana» en ocasiones pueden medirse en siglos como,
por ejemplo, Juan de Dios Calero, sabio
santaferino que tranquilizó en una reunión a unos impacientes afirmando que «el
capitalismo tiene los siglos contados». Quiero decir que esta orden monástica
catalana debería darnos un anticipo, esto es, qué hacer en esta situación. Hic
et nunc. Y sobre todo deberían asimilar lo que, en cierta ocasión, Sófocles puso en boca de Edipo: «El que no tiene temor
ante los hechos tampoco tiene miedo ante la palabra». Donde la palabra –léase la
bicha— es «traición». O, lo que es lo
mismo, traicionar el monopolio que de Cataluña vienen haciendo el convulso emigrado de Waterloo y sus franquicias en el interior.
Esto
fue lo que les dije, aprovechando un descuido, a los queridos amigos que
compartimos mesa y mantel ayer. Los del retrato.
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