De
un lado, centenares de miles de manifestantes; de otro lado, algunos miles de
pirómanos que, en otro sitio, intentan
convertir los ladrillos, los tirachinas y demás armas arrojadizas en
mensajes de paz. Paz, paz, ¡pazapás! Es
el independentismo que pone sus diversos huevos en distintos nidos. Mientras
arden esas hogueras de las vanidades, aparecen novedades de cierta importancia
en el independentismo político. Vayamos por partes.
1.-- Quim Torra no encuentra quien le hable en su propio palacio. Lo
comentábamos ayer. ERC empieza a hablar de manera con menos respeto por el
presidente. La mayoría de los consejeros de la congregación post post post
convergente ya no inclina la espalda. Unos y otros afirman sin pudor que Torra
está amortizado. Ahora bien, siendo esto así, no se puede obviar que ese
caballero sigue teniendo ascendencia sobre el independentismo movimientista. Ya
sea por la estética que trasmite –mitad monje, mitad soldado-- ya sea por su vicariato apostólico del hombre
de Waterloo.
2.-- Y simultáneamente a lo anterior se puede
observar la epifanía de Artur Mas, que
parece aspirar al apotegma del Coro del Fausto
en el Patio interior del castillo, al que Goethe
le hace decir: «Cada cual en su sitio es inmortal», según la versión primorosa
al castellano del gran José María Valverde.
Ocurre, sin embargo, que hasta la presente muy pocos conocen el «sitio» de Mas
y, menos todavía, los que le reservarían la inmortalidad.
Artur
Mas se mueve, o –mejor dicho--
zascandilea por emisoras de radio y redacciones de periódicos a la
búsqueda del tiempo perdido. En febrero vence su inhabilitación. De donde
inferimos que la reaparición del caballero es una manera de decir a la ciudad y
al mundo que está para lo que sea menester. Hoy ha declarado en El Periódico
que «nunca convocaría un referéndum si no tuviera la seguridad de que sería
aplicado». Cogotazo a Quim Torra a través de un mensaje de moderación.
En
todo caso, no parece que su tradicional partido –las astillas del árbol
convergente-- le den el placet para ir de primero de cartel. Con
lo que, así las cosas, si el otrora rey Artur quiere entrar en el zafarrancho
lo sería a través de una nueva congregación.
Mientras
tanto, la calle ajena a estos zascandileos sigue en lo suyo. Unos con la paz a
flor de labios; otros a pacifismo limpio con la Cabalgata de las Walquirias,
como música de fondo, para no infundir sospechas.
P/s. Pedro Sánchez,
«guárdate de los idus de Noviembre».
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