Desde
el solaz esparcimiento de la casona de Waterloo se puede fantasear sobre cualquier cosa. Incluso es
posible idear una maquinación que, aunque no se lleve a cabo, lo importante es
que permanezca en el magín de quien construye la ensoñación. Carles Puigdemont no es el
primer político que haya creado quimeras y otras cosas por el estilo. Pero
Waterloo no es el lugar más adecuado para poner en marcha fantasías. Torres más
altas que la de este Puigdemont han caído en aquel sitio que ayer fue de armas
y hoy de peregrinaciones místicas.
Es
el caso que este caballero creyó que la política de internacionalización del
conflicto, que él llevó al paroxismo, pasaba por crear un foco de tensión en
Europa que pasaba por hacerlo coincidir con el Brexit y los apoyos que aquel Matteo Salvini podía
prestarle desde el gobierno de Italia. El hombre calculó disparatadamente.
Calentó a una amplia cofradía del independentismo con que Europa se pondría a
su servicio. Fracaso sin paliativos. Entonces, desde la mesa camilla de la
casona de Waterloo, se dedicó a poner como un pingo a la Unión Europea. Sus parciales le siguieron
y, en unas y otras manifestaciones, profirieron insultos de grueso calibre a
las autoridades europeas. Con lo que el tal Puigdemont contribuyó a que el
nacionalismo catalán se fuera distanciando de Europa y, más aún, a confrontarse
con ella. Toda una novedad en Cataluña. Primera conclusión provisional: la
política de internacionalización del procés
no sólo ha frcasado sino que, conducida temerariamente, ha significado la
ruptura del tradicional vínculo entre
Cataluña y Europa.
¿Dónde
quedó el protagonismo de Cataluña en la Europa de las regiones y en lo de los
Cuatro motores para Europa? En el fondo del mar, matarile rile ró. Todo ha sido un embrollo tan grotesco como El
asombro de Damasco, de zarzuelera memoria: Waterloo aprovecha la tensión de
estos días para nuevamente arremeter contra la Unión Europea. Y lo hace de la
manera más torpe de la que es capaz: en un
diario ruso que, en el fondo, es un guiño a Putin. ¿Son los nuevos
amigos de Waterloo?
Ahora
la manera más estridente de internacionalizar el conflicto es el recurso a la
violencia. La rutina de las manifestaciones pacíficas empieza a fatigar a la
opinión pública europea. La Paluzie,
presidenta de la ANC, una subcontrata de Waterloo, sostiene desacomplejadamente
que «la violencia tiene aspectos positivos y negativos, porque hace visible el
conflicto». Ahora bien, la lógica nos advierte que comoquiera que esta dama
está interesada en que haya mayor visibilidad a dicho conflicto, es de cajón
que está planteando que se incremente la violencia. Y que su diapasón vaya in
crescendo hasta conseguir la respetabilidad que, a su juicio, daría un muerto,
que sería el protomártir de la soñada independencia. Como ven ustedes el
asombro de Damasco hasta sus últimas consecuencias.
De
momento los cachorros del independentismo se entrenan –pacíficamente,
democráticamente, peristálticamente— atacando a Rosa Lluch,
candidata al Senado por En Comú Podem. A su padre, Ernest,
lo mató ETA, a la
hija la agreden sus cuñados independentistas. Se trata sólo de un elemental plan
de estudios para barbilampiños.
P/S.--- Mis amigos de la foto se manifestaron el
domingo pasado contra este «pollo de cojones», pacífico, democrático y
peristáltico. Mis amigos son rojos de toda la vida. Pata negra, se diría.
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