Errejón ya tiene cabeza
de cartel por la circunscripción de Barcelona. Dicen que sudó la gota gorda
para conseguir los cinco mil avales para montar candidatura. Me tengo por
persona regularmente informada y, pese a ello, no conozco al primer espada de
Errejón en Cataluña. La prensa informa que es politólogo, pero un servidor
nunca ha tenido el gusto de leerle ya sea en los medios de postín, en los menos
afamados o en las hojas parroquiales. Hasta hace pocos días el candidato
militaba en Comunistes de
Catalunya y se nos informa que en las pasadas elecciones municipales iba
en coalición con la CUP.
A eso le llamaremos educadamente versatilidad.
Al
candidato se le tiene por soberanista. Errejón ha pensado que, con ese
palmarés, es la mejor baza para enfrentarse a Jaume Asens, no menos soberanista.
O
la opción de este candidato ha sido dictada por ir a contra reloj o ha sido
pensada y decidida meticulosamente. En todo caso, sorprende que un partido
nuevo, que se dice de la nueva izquierda y de la nueva política, recurra a la
antigualla del nacionalismo. Más todavía, Errejón –forzado o no por las
circunstancias-- no escarba en la
izquierda sumergida no nacionalista para
competir (digámoslo claro) con los Comunes, soberanistas
de día y rojos a la luz de la Luna. Tal vez ignore que el censo demográfico de
la izquierda mendicante tiene sus límites. A decir verdad el prudente Errejón
no era inmune a las salidas de banco de su hermano mayor. Errejón no tiene el reloj en hora.
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