Desde
distintos ángulos se le están pidiendo a ese Quim Torra que censure la violencia que, durante
la semana pasada, se ha enseñoreado por las calles de Barcelona. Es lo mismo
que exigir que el olmo dé peras. Ni siquiera ha denunciado el pillaje que se ha
producido en algunos comercios del Portal del Ángel. Torra y sus emoticonos son
así.
¿Por
qué el vicario de Waterloo
no alza su voz y: (a) desautoriza enérgicamente la teología de los incendios,
del lanzamiento de ladrillos, el pillaje, (b) exigiendo el cese inmediato de
todo ello? Primero, porque en su formación siempre tuvo a los hermanos Badía como «uno de los
mejores ejemplos del independentismo». Segundo, porque el vicario cree que la
situación actual del procés se debe
al carácter inane de las movilizaciones que ha puesto en marcha y, en concreto,
a la ausencia de gasolina. Por lo que a la beatitud del pacifismo había que
añadirle la mecha que hace arder. Y, tercero, porque ese caballerete no es
ajeno a la creación de esos grupos y grupúsculos de escuadristas y asimilados.
Cuando les animó a que apretasen no lo hacía metafóricamente.
De
ahí que, así las cosas, lleguemos a una inquietante conclusión: Torra entiende
que lo que están haciendo los Mossos de l´Esquadra es una interferencia a sus
planes. Y, por ello, que haya intentado cortar la cabeza de su consejero de
Interior, Miquel Buch, que ha denunciado la violencia sin ambages. Extraña
figura la de este Torra. Habrá que buscar mucho en los archivos de antaño y
hogaño para encontrar un gobernante que considere que su propia policía es un
estorbo para sus deposiciones políticas.
Difícil
papeleta tienen los Mossos. Machacados por las derechas –políticas, mediáticas
y de fast food-- de allende y aquende el Ebro famoso; observados inamistosamente por el vicario de Waterloo y,
ahora, zarandeados por un sector de la izquierda, que añora las prácticas de
kumbayá en la falda de la montaña.
Es
una izquierda chocante que, de un lado, denuncia sin paliativos la violencia de
los fuegos y los ladrillos, pero que, de otro lado, considera que el principal
problema de las calles de Barcelona es la actitud de las fuerzas de Orden
Público que actúan de manera «desproporcionada». Sancta simplicitas!
P/S.-- Se agradece al ingeniero Gómez Acosta el
envío de esta foto. Es mi casa (y la de algunos de ustedes).
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