lunes, 24 de julio de 2017

¿Es partidario Israel de la independencia de Cataluña?

El balance de la sedicente diplomacia catalana es un fracaso sin paliativos. Su titular, Raül Romeva, ha ido como alma en pena por los alrededores más insignificantes de las cancillerías sin cosechar resultado alguno que valga la pena. Ningún resultado que llevarse a la boca. Sin embargo, esa escuálida gallina se está vendiendo como su fuera un pavo real. Y es que Romeva ignoró el famoso concepto de aquel gitano divino que afirmó que «lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible». Sugerencia: no cuenten con Romeva para dirigir ningún tipo de negocio porque es capaz de llevarles al desastre, de éxito en éxito hasta la bancarrota final. En resumidas cuentas, la diplomacia del procés es un asunto ruinoso, del que no se hace balance público y sin rendir cuentas de los dineros que se han gastado en esas giras por tierra, mar y aire. Romeva es como aquel maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela.

Pero esta prosopopeya diplomática tiene otra actividad silenciosa: se hace correr en las catequesis soberanistas que el Estado de Israel será el garante financiero de los primeros pasos de la independencia de Cataluña. No hay problema, afirman los diáconos, tenemos quien nos apoya con dineros contantes y sonantes. Israel, la tierra prometida. Eso está apalabrado entre el lobby judío mediático catalán y Tel Aviv.

Se hace correr sotto voce, poniendo el dedo índice en los labios como indicando que debe decirse sólo a los íntimos. Los educandos ponen los ojos como acentos circunflejos, dispuestos a propagar esta buena nueva. Naturalmente hay quien se lo cree siguiendo la máxima de aquel hombre de fe y Padre de la Iglesia: «Creo porque es absurdo». En suma, también el problema del parné es un acto de fe para los soberanistas. Pensar sería sospechosamente un acto de desafección a la tierra prometida. Así pues, así las cosas, sólo lo absurdo tiene credibilidad. Es el último clavo ardiendo de las almas de cántaro.


Ignoro si Romeva ha leído el Fausto. En tal caso, ha olvidado lo que Goethe pone en boca del Director en el preludio de la obrea: «Lo que hoy no ocurre, no se hará mañana y no hay que malograr un solo día». Así lo dejó traducido el maestro José María Valverde, Príncipe de los traductores.


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