Aunque ya estoy curado de muchos
espantos hay veces que me echo las manos a la cabeza. La última ha sido ésta:
los sindicatos no fueron invitados a la celebración en el Congreso de los
Diputados del cuarenta aniversario de las primeras elecciones democráticas de
1977. ¿Olvido o ninguneo? Tanto monta, monta tanto.
Nadie cayó en la cuenta de la
deuda contraída con las organizaciones sindicales (CO.OO.,
UGT y USO) en el
restablecimiento de las libertades democráticas. Por lo demás, los medios
solamente se han quejado de que el rey emérito (¿qué figura constitucional es
esta?) no haya sido convidado al acto. Pero no han dicho mú de la cosa
sindical.
Y, sin embargo, la recuperación
de las libertades democráticas en España no se explica sin la aportación del sindicalismo
confederal. Con aquellas luchas que se organizaban en el andamio, el bidón, el
pupitre y en la besana a pecho descubierto que, aunque reprimidas
violentamente, fueron la fuente de la recuperación de los bienes democráticos.
Los amanuenses de la casa real, su primer titular y el hombre de Pontevedra parecen
haberlo olvidado. Nosotros lo seguimos teniendo en la memoria. Nosotros
estuvimos en aquellas luchas, ellos no.
En todo caso, tengo para mí que
–ya sea olvido, ya fuere ninguneo-- la
aplicación del protocolo ha sido una sobredosis de egocentrismo patológico de
quienes siguen insistiendo en que fueron las élites las que trajeron la
democracia en nuestro país. Por lo que la presencia del sindicalismo en dicha
celebración era una interferencia que echaba por tierra su concepción
aristocrática. Esta es la explicación que se me alcanza. Miseria a granel.
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