viernes, 14 de julio de 2017

La pela es la pela en el Gobierno catalán

Antes morir que pecar enseñaban los curas de tiempos antiguos. De esta manera aplicaban aquello de consejos vendo que para mí no tengo. Naturalmente nosotros seguíamos pecando sin remordimiento de conciencia. ¿Cómo íbamos a perdernos la película Gilda o no ir al Teatro circo Chino de Manolita Chen? Pecábamos y después nos confesábamos con don Luis El Dormío que, según se decía en la Vega de Granada, no se enteraba de nada de lo que nos acusábamos.

Pues bien, este es el mandato de la catequesis del procés catalán, todavía en manos del presidente Carles Puigdemont: antes cesar –si no dimiten antes—a quienes quieren pecar o pecan por su tibieza en torno a la consulta, disfrazada con las ropas de un referéndum. Primero despidió al consejero Jordi Baiget por haber hecho unas declaraciones en los medios que no se ajustan a la ortodoxia granítica del mencionado procés. Baiget declaró, sobre chispa más o menos, que él estaba dispuesto a ir a la cárcel, pero no a perder ni un pelo de su pecunio. O sea, su producto interior familiar (PIF). Para entendernos, era un compromiso a medias: todo por el espíritu, nada por la carne.

La doctrina Baiget llamó la atención de ciertos altos cargos de la Generalitat. Consideran que ese «todo por la Patria» es excesivo. Y se amplió el run run. Lo que se decía en las covachuelas del Palau fue recogido por los medios. Que no era un bulo queda demostrado porque el bueno de Puigdemont citó a los consejeros de su partido –PDeCAT, antigua Casa Convergència--  exigiéndoles antes morir que pecar. Hipótesis fiable: más de un consejero le dijo que no estaban dispuestos a perder la hacienda. Decimos que la hipótesis es fiable porque el mismo presidente ha puesto de patitas en la calle a tres consejeros. Sólo los que estén dispuestos a perder la vida –y no pecar--  podrán acceder a la poltrona. Lo que, bien mirado, me parece normal. No tengan reparo en calificarlo de purga con el sambenito de tibios ante el referéndum. En todo caso, los tres purgados siempre podrán decir con el santo labrador castellano aquello de «aré lo que pude». Con lo que se entra en la tercera fase de esta historia tan inquietante la que estamos viviendo  en Cataluña.

La primera fase o la de las sonrisas y corazones. La segunda o la aparición de actitudes iracundas y exaltación del patriotismo didascálico de Puigdemont. Y la tercera, la de las purgas en las covachuelas de la margen derecha de la Plaza de Sant Jaume.


De lo que prudentemente saco estas consideraciones. En las autoridades políticas del independentismo hay algunas porosidades que impugnan su apariencia granítica. El talón de Aquiles está en la billetera. Que indicaría que la oda a la patria es una variable independiente del pecunio personal de los que prefieren pecar a morir. De donde se infiere que el lema es el viejo constructo de «la péla es la péla», de profundas raíces fenicias.  Porque la oda a la patria siempre tiene estas interferencias pecuniarias. 

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