Dos delegaciones de alto nivel
–PSOE y Podemos-- se han sentado y, cara
a cara, intentan cambiar el clima hosco que, de un tiempo a esta parte,
caracterizaba las relaciones de las izquierdas españolas. Así que, hartas de
decirse el nombre del perro --tal vez por cansancio o quizá por intuir que de
esa manera no se va a ninguna parte--
hablan e intentan sacar unas conclusiones que sean de provecho para la
ciudadanía. De momento han cambiado los lenguajes de ambas formaciones, y ahí
están la cortesía y los buenos modales.
Moderen sus arrebatos quienes
piensen que las cosas deberían ir con más rapidez; y, de igual manera, estimen
los escépticos que sería injusto desdeñar los intangibles de ese encuentro en
la cumbre. Lo que se ha indiciado en ella no es cosa baladí. A saber, un posible
paquete de medidas parlamentarias donde la cuestión social está presente junto
a otras de naturaleza política.
Habrá que tener paciencia y no
exigir más celeridad que la debida. Porque las principales enemistades de este
nuevo clima están en la interior de ambas formaciones. En un sector de Podemos,
los autodenominados anticapitalistas, que se empeña en que el asalto a los cielos
debe hacerse en solitario y en que cada generación debe tener su propia
derrota. Y en un sector del PSOE, las viejas glorias, que reincide en abominar
de las malas compañías. Son poderosas
interferencias que se esfuerzan por mantener viva la viejuna expresión de «tu
muerte es mi vida». Olvidan, así, la antigua sentencia de Platón: el objetivo
de la Medicina no son los médicos, sino la salud de los ciudadanos. Que, por
analogía, debería decir: el objetivo de la política no son los políticos, sino las
personas.
Una sugerencia: hagan balance de
lo no conseguido hasta ahora y de algún fracaso sonado, y actúen en
consecuencia. Por lo tanto, no sigan las advertencias de quienes exhiben las
derrotas como escuela y magisterio de las nuevas generaciones; tampoco de
quienes desde el Olimpo insisten en que cualquier tiempo pasado fue mejor.
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