Pepico Pichín, de santaferina estipre, era un
militante lector de El Caso. Un héroe para los niños chicos de la
Vega de Granada. Nos creímos a pies juntillas que su boca torcida y su
dentadura ahelgada eran fruto de haberle dado un mordisco a un obús en pleno
vuelo, impidiendo con su dentellada que el artefacto diera en el blanco. Es
cierto que no hay pruebas sobre ese particular, pero tampoco la historiografía ha desmentido aquellas fuentes orales. Una tarde Pepico me muestra la revista
en cuya portada figura la foto de la llegada del hombre a la Luna. Nuestro
hombre sentencia: «Eso son gabinas de cochero, mentiras de la prensa». Le hago
ver que la noticia la ha dado el No-do. Pepico se pone a echar votos (vale
decir, blasfemias) como argumento de refuerzo a lo dicho. Pichín es un hombre
descreído que sólo admite que los mejores membrillos del mundo son los de su
huerta. Pepico murió sin admitir que la Luna había dejado de ser virgen. Ahora,
el Partido Popular,
sin proponérselo, ha venido contradecir
la opinión de Pichín: efectivamente el hombre pisó la Luna. Sin embargo, …
… ha puesto en marcha una
explicación que parece darle la razón al hortelano santaferino. Afirman los
exegetas que la caída del desempleo es comparable en importancia histórica a la
llegada del hombre al «planeta ladrado por los perros». Una afirmación de tal
calibre que ha sonrojado a los más ponderados de su partido y provocado una
hilaridad descojonante en los cuatro puntos cardinales de la Piel de Toro y sus
alrededores europeos. Se diría que lo tenemos merecido por ser tan crédulos de
lo que dijo el No-do y publicó El Caso.
Que el Partido Apostólico haya
expresado tamaña idea tiene su explicación. Los estrategas mediáticos del partido
sabían que la presencia de Mariano
Rajoy en el banquillo –banquillo de oro, pero banquillo-- estaba dando la vuelta a todo el orbe. Que
Rajoy vestido de seda en Mariano se queda. Que dicha imagen iba a ilustrar la
presente y futura biografía del hombre de Pontevedra. Por lo tanto, había que
contrarrestar caballunamente con un golpe de efecto. El banquillo de oro debía
sofocarse con algo que lo tapara, pues la mancha de la mora con otra verde se
quita. Y la idea disparatada de la comparación se hizo carne en un vídeo que ni
siquiera las monjas ursulinas, en su bendito candor, han creído. Pero ya se
habla tanto de una comparación que intenta ahogar el hecho de que Mariano se
sentara en el banquillo y dijera tantas trapacerías. Con lo que ese intento a
la desesperada parece tener sentido.
Por lo demás, tengo para mí que,
así las cosas, al Partido Popular, ya sin argumentos, sólo le quedan las
metáforas, aunque todavía no sabemos cuántas.
Nota. Pepico Pichín en la foto
luciendo el sombrero y su brazo escayolado.
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