Cuando
no se consiguen los objetivos se finge que se han alcanzado. Esta es una norma
que, por lo general, abunda en los constructores de la doble verdad, la doble
moral y la doble contabilidad. Ayer no se han conseguido los objetivos del
sector del independentismo raso, esto es, sin galones ni entorchados
institucionales. Se hizo el Consejo de Ministros en Barcelona contra viento y
marea. Y, como era de suponer, ha habido movilizaciones en su contra. Por lo
demás, han fracaso igualmente las previsiones de la aznaridad: Barcelona no ha
sido la ciutat cremada, que habían
pronosticado. Ha habido chispazos, sí; y una manifestación nutrida por la
tarde, muy por debajo de las expectativas. Continúa la parábola descendente del
independentismo.
En
todo caso, algo parece claro, que emerge como una novedad: Torra y los suyos ya no
controlan al independentismo raso, que ha pasado del movimiento de las sonrisas
al movimiento de las muecas. A un movimiento que se enfrenta violentamente a
los Mossos d´Esquadra. Y lo que en apariencia es más sorprendente: empieza a
desconfiar del mismísimo Govern català.
Si
las cosas siguen ese derrotero podemos establecer las siguientes hipótesis: a)
el orden público se le escapará a Torra y b) podría llegar un momento de que el
mismo Torra pida refuerzos a Madrit
para garantizar el orden público.
Las
cosas están cambiando, aunque muy lentamente. En todo caso tiene interés el
espectacular giro de Josep
Ramoneda, maestro en oler la orientación de la veleta. El conocido filósofo aconseja a Pedro Sánchez y los suyos: «Olvídense
de los cantos de sirena de la derecha y saquen provecho de las contradicciones
internas del independentismo, que son muchas y pueden estallar en cualquier
momento. Tanto es así, que la ocurrencia de Torra sobre la vía eslovena ha sido
desmontada en veinticuatro horas por sus propios compañeros de viaje» (1). Una
sabiduría sobrevenida.
Tranco final
Me
permito una serie de consejos a los dirigentes del independentismo político.
Sepan ustedes que los movimientos van y vienen, pero la política continúa. Vean
hasta qué punto, de un tiempo a esta parte, las movilizaciones están cambiando
de fisonomía: de un lado, menguan (como la de ayer); de otro lado, el
determinados momentos el control de tales movilizaciones está pasando a los
grupúsculos. Y, además, noten que empieza a haber situaciones de enfrentamiento
entre los partidarios de las sonrisas y los pirómanos de las muecas. En
concreto, las formas de presión empiezan a desconectarse de la importancia que
ustedes conceden a los objetivos. Así las cosas, la meta final empieza a
palidecer. Si el panorama continúa de esa manera se pasará a un independentismo
al baño María.
¿Qué
hacer, se preguntaba Illich en cierta ocasión?
Este es el recado al independentismo político: negocien antes de que se vaya
desdibujando más el objetivo. Con el baño María no conseguirán nada. Más
todavía, con Pedro Sánchez pueden salvar los muebles. Si éste cae, el lema y
los objetivos de la aznaridad serán «Delenda est Catalonia». Negocien,
pues, el mejor encaje posible de Cataluña dentro de España.
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