Esquerra Republicana de Catalunya no
ha dicho esta boca es mía tras las terribles palabras de Torra en torno a la vía eslovena. Se trata de un discurso
subversivo y belicista. Oriol Junqueras es el príncipe de la pachorra. Que
incomprensiblemente calla ante una propuesta que rompe drásticamente con el
repetido planteamiento del independentismo de la no violencia, pasando del movimiento
de las sonrisas al de las muecas belicistas. La vía eslovena: 60 muertos y
centenares de heridos. Junqueras, dicen, está triste, ¿qué tendrá Junqueras? ¿Dudas
hamletianas? ¿No saber qué hacer?
Sin
embargo, empiezan a alzarse voces en el independentismo que han rechazado de
plano las palabras de Torra. La galera belicista de este personaje empieza a
agrietarse. Francesc—Marc Álvaro, destacado ideólogo del independentismo, se ha
pronunciado abiertamente contra la sangrienta vía: «ni posible, ni deseable»,
afirma. Y concluye que el discurso torriano es «de cartón piedra y una
hinchazón retórica». Junqueras debe empezar por ahí desde su, hasta la
presente, proclamado pacifismo. Junqueras debe salir de la pachorra de su
letargo. Porque, entre otras cosas, el planteamiento esloveno se dirige también contra él. Lo sabemos y de ello habla Enric Juliana. Ahora bien, tengo para mí que hay algo
más. El ´salto cualitativo´ que
significa el discurso de la violencia no sólo es una presión electoral sobre
Esquerra y Junqueras. No es sólo la martingala para rebañar votos en el proceso
electoral que se avecina. No es solo, tampoco, una treta para conseguir la
hegemonía en el independentismo. Es, esencialmente algo más. Algo más
peligroso.
La
vía eslovena, que empieza a dosificarse con las actuaciones violentas de los
llamados comités de defensa de la república, es el intento de llevar las cosas
al límite. Concretamente a un punto de no retorno. Y, ante esa situación,
obligar a Esquerra a posicionarse definitivamente con la teología de Puigdemont –Torra. Es decir, «el macizo
de la raza». O sea, frente a la reacción previsible del Estado español forzar
la unidad del independentismo catalán. O con los traidores o con los patriotas.
En versión bíblica, o con los filisteos o con los israelitas. Y, sobre todo, es
la constatación de que, tras el fracaso de las sonrisas, sólo queda el cartucho
del derramamiento de sangre. Naturalmente de la sangre de los de abajo. Conforme más sangre, mejor. Así estarán en
mejores condiciones para la rendición y salvar el pellejo.
P/s.
Me permito una sonrisa: el niño español de nueve años Diego
Fernández Ortiz (en la foto de arriba) que vive en Moscú, ha descubierto
una estrella supernova. Menos mal, que leemos algo agradable.
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