Una
parte de la sociedad catalana está confrontada contra otra parte. Negarlo es inútil y, por supuesto,
contraproducente. Ambas partes se sienten auto legitimadas para actuar
organizadamente, al margen y contra la legalidad. Primera novedad: ya no hay acciones
espontáneas, la acción es el resultado de un diseño pormenorizado desde un
cuchitril concreto. Es el escuadrismo que está indiciando un protofascismo a la catalana, que tal vez estaba en
estado de latencia. Hasta la presente nadie, desde las fuerzas
independentistas, ha desautorizado esta acción organizada de los camisas amarillas. Tampoco nadie desde el gobierno de Quim Torra les ha salido al
paso. Este movimiento es, en parte no
irrelevante, consecuencia de la irascibilidad de los mensajes que emite
espasmódicamente el hombre de Waterloo, y –también en parte-- consecuencia de la literatura que ha vertido,
desde diversos medios, el mismo Quim Torra. Luego, así las cosas, no pueden ser
desautorizados. Conclusión: los llamados Comités de Defensa de la República (CDR) es algo que necesita
el sector más exasperado del independentismo.
Segunda
novedad: este escuadrismo tiene, además, otro cometido: amedrentar a ERC a
quien considera tibia, melindrosa. Lo que también conviene al hombre de
Waterloo. La estrategia de los de Junaqueras es considerada revisionista y al
borde de la traición. La traición, esa palabra que Alberto
Moravia llamaría palabra enferma (parola malata).
Ayer
mismo, sin ir más lejos, un nutrido comando de los CDR empapeló la fachada de la
sede de Esquerra Republicana de Catalunya (calle Calabria, Barcelona), al
tiempo que les propinaba un descomunal chillerío. Silencio del hombre de
Waterloo. Porque los CDR son la prolongación de Puigdemont por otros medios. Es el somatén
clandestino de la ratafía. Es la lucha entre Puigdemont y Junqueras, profeta
desarmado. Una confrontación que –afirman las cabañuelas políticas-- se incrementará mientras las encuestas sigan
dando a ERC como
ganadora en unas hipotéticas elecciones anticipadas en Cataluña.
Conclusión:
los CDR no son unos mozuelos incontrolados; son la específica de Puigdemont. Con subvencionado hilo directo a
Waterloo.
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