Los
de Casado y los de Rivera compiten
encarnizadamente por ver quién consigue mear más lejos. Se trata de una vieja
costumbre carpetovetónica que utiliza la picha como elemento político de
propulsión. Es la lucha en clave de virilidad para ocupar el primer puesto del pódium.
Así son los genéticamente viejunos, Casado, y los administrativamente jóvenes,
Rivera. En todo caso, los matices entre uno y otro los pondrá la politología
con punto de vista fundamentado.
El
ataque sistemático a Pedro Sánchez es, también
(aunque no sólo) un pretexto. Es una embestida, hasta tal punto visceral, que raya
el esperpento. Si a Sánchez se le ocurriera afirmar que la suma de los
cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa (en un triángulo
rectángulo), Casado y Rivera no dudarían en llevarlo al Tribunal
Constitucional. Lo decimos, también, por el tétrico asunto de la exhumación de
los restos del Dictador. De aquel Franco que Leo Ferré maldijo
en su canción Franco la muerte, que
cantábamos en mis años mozos (1).
Ahora
bien, nótese lo chocante de la argumentación de baratillo de ambos personajes
de la derecha española: «No es urgente la exhumación». No es el único caso de
pobretería intelectual, pero sí es el que nos ocupa ahora. Ni siquiera está a
la altura de lo dicho y repetido por el pintoresco Abad del Valle de los Caídos,
el Enviado en la Tierra de aquel tristemente célebre Fray Justo Pérez de Urbel. De
todas formas, sus argumentos metateológicos esconden algo que está pasando
desapercibido: el Abad
Cantera se niega a la exhumación porque pierde el parné de las entradas
en el templo. O sea, Franco la muerte en clave de bussines. La sombra de los
fenicios, padres del comercio, es alargada.
Sin
embargo, ¡oído, cocina!: así las cosas, Franco no tiene quien le defienda. Sólo
los militarotes que han firmado el manifiesto en agradecimiento de los
beneficios que les prestó el economato del Ejército en aquellos tiempos. Porque
el «no es urgente» es una actitud vergonzante, de quienes no se atreven a coger
el toro por los cuernos. Ni siquiera los toros de Guisando --«hartos de pisar
la tierra», que dijo el poeta de La Fuente--
están por la labor. Así pues, me permito ir a contracorriente: no es la momia
de Franco lo que defienden Casado y Rivera, es el ataque al Gobierno. Eso sí,
permitiendo que la memoria del dictador –Franco la muerte-- siga contaminando los cuatro puntos
cardinales.
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