Los
de Pablo Casado se
las prometían muy felices tras la celebración de su congreso extraordinario.
Los nuevos consejeros áulicos propalaron el «nuevo PP». Exageraciones en torno a un diseño de
pexiglás. Sin embargo, no quisieron caer en la cuenta de que la sombra del
famoso máster es alargada. Confiaron en la impunidad que el cargo de presidente
del partido era un manto protector. El asunto, según ellos, estaba cerrado: la
misma falta de previsión que tuvo el viejo
PP con los escándalos que le llovieron. Cuando, bien pronto, vieron que la
cosa no iba por ahí, los nuevos
reaccionaron igualico que los viejos.
Cantinflear y embrollar el asunto. Y, siguiendo el viejo manual, transformaron
sus dientes de leche en colmillos retorcíos:
a) ataque a Pedro Sánchez, acusándole de facilitar a su esposa un empleo; b) el
acercamiento de dos presos de ETA
al lugar de residencia de sus familias en el País Vasco. El viejo PP se
disfraza de nuevo para disimular su senectud.
1.--
Con el ataque a Sánchez por lo de su mujer, Casado y sus mesnaderos saben que
tienen un caldo de cultivo bien abonado en los mostradores de las tabernas, los
sillones de las peluquerías, los tertulianos de garrafón y ese bronquista patio
de vecindones llamado púdicamente redes sociales. El círculo de allegados a
Pablo Casado ofrece esa casquería urbe et orbe porque da rédito la acusación de
que la mujer de Sánchez es una enchufá.
Esta
acusación sin fundamento es, ante todo y sobre todo, una tonelada de tinta de
calamar para taponar la sombra del máster del jefe. Ahora bien, está indicando
el antiguo imperativo carpetovetónico: la mujer en casa y con la pata quebrada.
También la esposa del presidente del Gobierno. La doña debe ser, según los preceptos
teologales y cardinales, el descanso del guerrero. O sea, la cama y la cocina.
Y, de vez en cuando, una visita a auxilio social. El nuevo PP usa la sagrada herencia del
pensamiento de secano de antes, durante y después del Concilio de Trento. Así
pues, Pablo Casado o Aznar
con cara sonriente.
2.-- El otro filón es el acercamiento de dos
presos de ETA.
Perdón, según el avinagrado Aznar serían dos miembros del «Movimiento nacional
de liberación». Una expresión que hizo suya durante los peores momentos de la
banda terrorista y, para mayor abundamiento, mientras Ortega
Lara estaba secuestrado en un zulo. No
importa que el acercamiento de estos dos presos se haya acordado, en riguroso
cumplimiento de la ley, por el Gobierno de Rajoy, bajo el ministerio de Rafael Catalá, que
sospechosamente guarda silencio. No importa, digo: leña al mono hasta que hable
inglés. Lo que vale es contraprogramar el asedio que sufre el Aznar Chico. Por
su mala cabeza.
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